Lina Meruane y su nuevo libro sobre Palestina "Matarlo todo": “No hay compromiso político sin riesgo”
Situar, contextualizar, dejar testimonio y poner en circulación reflexiones ante un escenario crítico y en constante transformación: esta es la propuesta de la escritora chilena de origen palestino, Lina Meruane, en su nuevo libro de “Matarlo todo. Escritos en tiempos de genocidio”, publicado por Ediciones Libros del Cardo.
“Los están matando a todos./ Lo están matando todo, además”, son las primeras líneas de este volumen compuesto por diez textos –ensayos, crónicas y relatos especulativos, un cuento y un poema– escritos por la autora “chilestina” anteriormente aparecidos en otros libros o performados en conferencias y festivales literarios.
El libro se adentra críticamente en algunas dimensiones de lo que Meruane ha denominado un “ominicidio”. La violencia contra el pueblo palestino, explica, no ha consistido solo en matar a las personas y sus familias, sino además ha implicado “acabar con toda la infraestructura que sostiene sus vidas, sus casas y hogares, sus instituciones políticas, educativas y culturales, su memoria y su historia, su tierra agrícola, su agua y su aire”.
La presentación de Matarlo Todo. Escritos en tiempos de genocidio, se realizara este viernes 14 de noviembre en la Casa del escritor (SECH), ubicada en Almirante Simpson 7, Providencia (Metro Baquedano), a las 19:00 hrs. La conversación será moderada por la actriz, escritora y académica Ana Harcha.
—El libro abre situando el concepto de "omnicidio". ¿De dónde viene y cómo se aplica al caso de Palestina?
—Sin duda alguna, lo que está sucediendo en toda Palestina, no solo en Gaza, hace casi ochenta años, es una limpieza étnica que se ha intensificado a tal punto que califica, según la ley internacional, de crimen contra la humanidad y como genocidio. Eso está a la vista. No hay ninguna duda. Pasa que es una palabra que se ha puesto en tensión y en cuestión cuando no en negación por parte parte de los victimarios; pero yo pienso que esa palabra se queda corta. Por eso propongo el término “omnicidio”, que significa, etimológicamente, “matarlo todo”. Esto no solo ha sido el asesinato de personas individuales (miembros de Hamás, médicos, enfermeros, periodistas, escritores), sino de las comunidades (familias completas, barrios enteros), sino el desplazamiento forzado y la destrucción del tejido comunitario; a eso se suma la destrucción de un espacio de sobrevivencia que incluye toda la infraestructura que sostiene la vida, y la contaminación química de la tierra vivible y arable, del agua subterránea y del mar, y del aire. Es la devastación, asimismo, de una cultura, de una historia, de una memoria, de la voz palestina. Este matarlo todo, para que los palestinos tengan que irse “por propia voluntad” es tan meticuloso y total que ahora, además de seguir el bombardeo sobre Gaza y de no cumplir con el acceso de camiones humanitarios, Israel está llevando camiones de basura para verterlos sobre Gaza… Otra manera de volverla invivible. Es una cuestión brutal. Quise subrayarla con un término que refiere a la totalidad siniestra de esa operación.
—Desde el 7 de octubre del 2023, el escenario de violencia ha acontecido de una manera acelerada. Se suman hitos, atrocidades, magnitudes, territorios. ¿Cómo plasmar desde los registros como el ensayístico esta aceleración?, ¿qué claves empleaste en este sentido del paso del tiempo?
—En una situación de tal gravedad y de tal magnitud, me pareció necesario escribir en el género más explicativo y persuasivo del ensayo. Y denunciar sin ficcionar lo que se está haciendo dentro y fuera de Palestina, porque ha habido mucha censura, silenciamiento y amenazas a la comunidad internacional... Quise dar cuenta de manera muy precisa y realista de cómo también va operando ese “matarlo todo” en la persecusión y castigo a los activismos y a las manifestaciones políticas y cívicas ante esta situación. Por eso me pareció necesario, en cada caso, antecediendo cada texto, una pequeña explicación de los contextos en los cuales fue escrito cada uno de ellos. Dicho esto, aclaro que hay algún texto de ensayo-ficción, como “Sumud”, en la que la discusión realista se ubica en una escena ficcionalizada, y hay algún cuento, como “Al-Shatat” que de manera futurista habla de la destrucción de ese territorio: ese cuento, escrito hace años, empieza a encontrarse con la más brutal realidad.
—En este mismo sentido, en la idea de "tratar de detener" o de "dejar plasmado" este momento de genocidio, ¿cómo situarías el rol de la escritura?
—Esto es algo a lo que vengo dando vueltas hace tiempo... Antes pensaba que el trabajo escritural solo tenía un efecto micropolítico, en espacios de lectura muy acotados, donde el impacto es de uno a uno. Pero así como la lectura es individual, un libro puede ser pasar de mano en mano, tiene el potencial de ser leído por muchas personas. Es el caso de mi obra palestina, que ha tenido una difusión inesperada para mí, que no soy una autora de libros masivos… Eso me ha significado ser invitada a hablar sobre Palestina; sobre todo en los últimos dos años he estado en muchísimos eventos con un micrófono en mano explicando esta situación y contestando preguntas ante públicos cada vez más amplios y diversos, más receptivos o más movilizados. Públicos capaces de difundir y denunciar este omnicidio, así como de hacer circular los textos. Digo esto porque me pasa con frecuencia que los lectores me dicen que recomiendan y regalan mi libro, por ejemplo. He visto que, con mi libro y con muchos otros, que el mensaje se ha multiplicado en su lectura, mediación y comunicación. Y es importante, en un tiempo de tanta borradura, tergiversación, y falseamiento, que quede un registro de lo que está sucediendo. Eso tiene una enorme importancia.
—A partir de algunos casos que revisas, se logra contextualizar la magnitud del poder de los aliados del Estado de Israel. Vemos, por ejemplo, el interrogatorio a las rectoras estadounidenses en “Respuestas únicas” y la persecución de profesores y estudiantes en “Sumud”, por ejemplo. Son actos concretos que en algunos casos generan autocensura. ¿Cuál sería la estrategia donde el poder implementa más que un "soft power"?
—Es impactante ver el abandono del procedimiento democrático –el llamado “soft power”- que ha ocurrido dentro de las grandes democracias (porque esas democracias siempre aplicaron el poder duro, coercitivo, fuera de sus fronteras). Por eso me pareció interesante examinar lo que sucedió tanto en el interrogatorio de las rectoras de las universidades de élite, así como en el mundo intelectual. Ahí reflexiono sobre cómo, bajo presión, se intenta sortear la censura.
En “Respuestas únicas” observé el efecto criminalizador de las preguntas cerradas de un interrogatorio que exigía un si/no como respuesta; es decir, que no permite explicar las complejidades, los matices, los atenuantes, y que en sí mismas contienen premisas incriminatorias. Son preguntas con truco. Preguntas que buscan confirmación de un delito, no comprensión de un hecho enormemente complejo. En “Sumud” examiné diferentes maneras de responder a la censura, contrastando el terror de cada individuo en el ámbito universitario occidental y la resistencia colectiva y activa palestina, expresada en el concepto árabe de sumud. Me importó mucho oponer estas respuestas, destacar cómo, a lo largo de las décadas bajo la enorme violencia que han sufrido los palestinos, su capacidad para sostenerse, con coraje comunitario, y oponerse a la amenaza. Ese sumud (que fue el nombre que usó la flotilla) es una gran lección sobre lo que significa el compromiso político.
—¿Cómo describirías la manera de enfrentar el miedo a la represalia entre activistas e intelectuales palestinos y pro palestinos? En tu caso, ¿tu trabajo te ha llevado a este sentir?
—He vivido más de 20 años en Estados Unidos y enseño en la academia estadounidense: claro que he sentido temor. Aunque mi posición es privilegiada mi contrato académico no me protege. Pero no es la primera vez que siento miedo: yo llegué a Estados Unidos a hacer mis estudios de doctorado como migrante latinoamericana de apellido palestino justo cuando fueron derribadas las Torres Gemelas y se acusó, de manera instantánea, sin evidencia, a la OLP de ese atentado. Esto lo cuento en mi libro Palestina en pedazos. Ahí se me prendieron mis primeras luces rojas sobre lo que significaba ser palestina fuera de Chile.
En la actual circunstancia de censura y criminalización de quienes se manifiestan contra el genocidio, por supuesto cunde el miedo. Pero viendo el sufrimiento palestino he aprendido a bajarle el volumen a la preocupación sobre mi persona y a entender que comprometerme en una causa significa que eventualmente una pueda pagar el costo de ese compromiso político. Eso siempre ha sido así. Lo que pasa es que como comunidad crítica los intelectuales y escritores de occidente se han vuelto menos arriesgados. Ser intelectual, ser escritor, es una situación de cierto privilegio… Y quien cuenta con un privilegio lo quiere proteger. Pero creo que es momento de entender que esto también va contra los privilegios de los intelectuales, de las escritoras, de las feministas, de los estudiantes, y tal vez lo más importante, entender que este es un momento histórico decisivo que requiere de compromiso político.
—¿Qué lugar ocupa este libro en tu trayectoria escritural en torno a Palestina?
—Empecé mi obra Palestina con un primer libro que se llamó Volverse palestina, y que luego, a lo largo de los años, fue creciendo y que ahora se llama Palestina en pedazos (PRH). Contiene Volverse palestina y dos textos más escritos a lo largo de una década. En ese transcurso escribí un ensayo lírico titulado Palestina, por ejemplo (Ediciones Libros del Cardo). Este libro, Matarlo todo, viene a sumarse a eso que yo llamo mi “obra” palestina o mi “proyecto” palestino, y que no es solo un libro o tres libros, sino que significa un compromiso de escritura con este asunto. Y esto se fue dando así porque la noción de identidad y la realidad de la violencia me han generado sucesivas preguntas sobre las que me he ido ocupando en esa obra/proyecto. Además, lo que está sucediendo en Palestina no está solo sucediendo ahí: Palestina es un laboratorio que permite vislumbrar hoy un plan autoritario para el resto del mundo. El auge de la ultraderecha nos está haciendo ver que lo que se está probando en Palestina se puede llevar a cabo con las diversas ciudadanías críticas y los migrantes. Entonces, me parece importante examinar con cuidado lo que está sucediendo allí, para entender y sobre todo para oponernos a ello.