Interrogantes sobre la desocupación
Según los últimos datos del INE, correspondientes al trimestre junio-agosto del presente año, los desocupados en Chile alcanzaban los 875 mil ciudadanos. Se trata de personas que no solo no están trabajando, sino que buscan activamente trabajo en el período de análisis. Allí se suman tanto los que buscan trabajo por primera vez, como los que han estado trabajando en momentos anteriores, pero perdieron su empleo.
Hace un año atrás, en junio-agosto del 2024, la cantidad de desocupados alcazaba los 902 mil ciudadanos. Hubo, por lo tanto, una disminución de 27 mil personas en la cantidad de desocupados.
La cantidad de ocupados, a su vez, alcanza en junio-agosto del 2025 a los de 9 millones 355 mil ciudadanos, lo cual muestra un aumento de esa cifra con respecto al mismo período del año anterior, cuando ese indicador mostró una cantidad de 9 millones 235 mil ciudadanos ocupados. Un aumento, por lo tanto, de 125 mil trabajadores.
El aumento de los ocupados no se corresponde con el decrecimiento de los desocupados, pues estos últimos se incrementan con los nuevos ciudadanos que se incorporan al mercado laboral buscando trabajo tales como estudiantes, dueñas de casa, enfermos, o simplemente gente que antes no buscaba trabajo porque no creía posible encontrarlo.
A partir de las cifras anteriores podemos plantearnos algunos interrogantes. Lo primero es si es posible que la ocupación siga aumentando como lo ha hecho en los últimos 5 años.
Desde el año 2019 la ocupación no ha dejado de crecer. Desde los 7 millones 191 mil, en junio-agosto del 2020 se ha pasado a 9 millones 355 mil en el 2025. Un aumento de 2 millones 164 mil trabajadores en cinco años. Un crecimiento de la ocupación que no se puede dejar de saludar como relevante y promisorio. Si se siguiera absorbiendo mano de obra a ese ritmo sería posible reducir a cero la cantidad de desocupados en un plazo más o menos modesto, quizás incluso durante un período presidencial.
Pero hay algunas consideraciones que hay que agregar en el análisis, que reducen un poco la cuota de optimismo que pueda existir al respecto. En los años previos a la pandemia los niveles de empleo eran de 8 millones 922 mil trabajadores el 2019 y de 8 millones 707 mil en el año 2018. Es decir, al año 2025 lo que se ha hecho es crecer muy poco por arriba de los niveles de los años previos a la pandemia. Un crecimiento aproximadamente de 433 mil trabajadores ocupados a lo largo de 6 años.
A ese ritmo la economía chilena se demoraría un poco más de 12 años en absorber la totalidad de sus desocupados actuales, siempre y cuando se mantenga la tasa de incremento neto del PIB que ha estado presente a lo largo de los años mencionados, que es la responsable última del incremento de la ocupación. Además, se necesitaría que se mantuviera en el futuro el mismo patrón tecnológico existente en el presente, lo cual sería muy difícil que sucediera. Si la nueva inversión viene acompañada de una nueva tecnología que sustituye y expulsa mano de obra, el problema de la desocupación corre el riesgo de no reducirse, sino incluso de incrementarse.
El problema de la desocupación, por lo tanto, solo tiene solución en un contexto de gran incremento de la producción y, por lo tanto, de un alto y sostenido crecimiento de la inversión, de modo que el efecto de incremento de la ocupación sea mayor que el efecto de sustitución y expulsión de mano de obra.
Otros interrogantes que surgen de la realidad presente serían los siguientes: ¿Es posible que Chile dé un salto grande y sostenido en materia de inversión, pública y privada, nacional y extranjera? ¿Es posible caminar hacia una nueva industrialización del país? ¿Es posible que en el nuevo cuadro de caotización de las corrientes comerciales y financieras internacionales Chile logre captar volúmenes importantes de inversión extranjera? ¿Es posible que Chile encuentre nuevos nichos comerciales internacionales donde colocar la nueva producción nacional? ¿Es posible caminar por la senda de una nueva y sostenida reindustrialización del país en el contexto de los tratados de libre comercio actualmente vigentes con nuestros principales socios comerciales? ¿Es posible que el litio, el cobre y el hidrógeno verde sean los detonantes y sostenedores de esa nueva industrialización?
Lo que es cierto, en todo caso, es que si Chile no entra en un proceso profundo y sostenido de incremento de la inversión, tendrá que acostumbrarse –y correr el riesgo– de mantener en su geografía social y humana a miles de hombres y mujeres que se ubican en el campo triste y frustrante de la desocupación