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La voz de la razón del Vaticano sobre la IA
Foto: Wikimedia Commons

La voz de la razón del Vaticano sobre la IA

Por: Anne Bouverot | 29.10.2025
La responsabilidad ética no puede dejarse únicamente en manos de los gobiernos o de los gigantes tecnológicos. Para crear una IA justa, inclusiva y sostenible es necesario reunir voces diversas -y a veces inverosímiles-. Hacerlo está precisamente en el espíritu de los Minerva Dialogues del Vaticano, y nos concierne a todos y cada uno de nosotros, creyentes o no.

En un momento en que la IA nos saca de nuestro equilibrio, muchos se preguntan qué lugar ocuparán los seres humanos en una revolución tecnológica que ya está en marcha. Las sociedades se dividen, los modelos económicos se tambalean y los políticos dan palos a ciegas. Sin embargo, en medio de la confusión, se destaca una voz única: la del Vaticano.

Acabo de regresar de Roma, donde participé en los Minerva Dialogues -encuentros entre teólogos, pensadores de todo el mundo y líderes tecnológicos, especialmente de Silicon Valley-. Durante casi diez años, la Santa Sede ha fomentado un diálogo coherente sobre la IA y ha cultivado una reflexión profunda sobre un tema que, con demasiada frecuencia, genera posiciones binarias.

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Al igual que con el cambio climático, el difunto Papa Francisco tenía gran interés en establecer y entablar ese diálogo, y los esfuerzos que puso en marcha han dado lugar a sucesivos compromisos para situar a “los seres humanos en el centro” de los avances tecnológicos. Este fue el lema en el que se basaron sus mensajes sobre temas de interés público, incluido su discurso a los jefes de Estado y de gobierno reunidos en Apulia el año pasado con motivo de la cumbre del G7.

Francisco trabajó tanto para profundizar como para ampliar nuestra perspectiva. Nos invitó a pensar de forma crítica sobre la IA, advirtiéndonos de los riesgos, pero también haciendo hincapié en sus beneficios potenciales para la sociedad.

Ahora, su sucesor, el Papa León XIV, ha reafirmado esta perspectiva. El nombre elegido por el nuevo Papa, León, remite a León XIII, el autor de la encíclica Rerum Novarum de 1891, que es el texto fundacional de la doctrina social de la Iglesia, forjada tras las convulsiones sociales desencadenadas por la era industrial.

León ve un claro paralelismo entre las circunstancias a las que se enfrentaba su predecesor homónimo y los retos contemporáneos que plantea la IA. Desde que se convirtió en Papa, León ha reclamado repetidamente una respuesta ética y estructural a la tecnología.

En una época en la que la industrialización creaba la clase obrera y condenaba a muchos a la pobreza y a la explotación, Rerum Novarum -que puede traducirse como Sobre las cosas nuevas o Sobre la innovación- trató de encontrar un equilibrio. Trazaba una clara línea divisoria entre comunismo y capitalismo, rechazando la lucha de clases y reconociendo la propiedad privada como un derecho natural que les permite a las personas disfrutar del fruto de su trabajo. Pero también condenaba la concentración de riqueza en manos de unos pocos industriales, animaba a los trabajadores a formar sindicatos y reconocía el papel del estado en la protección social.

Rerum Novarum marcó un punto de inflexión en la vida de la Iglesia, que hasta entonces había intentado mantenerse al margen de muchas de las fuerzas que estaba desencadenando la modernidad. Con la encíclica de León XIII, la Iglesia articuló su propia doctrina social, que posteriormente derivó en la legislación que protegía el descanso dominical, la introducción de subsidios familiares, la aparición de ciertos sindicatos y, en última instancia, los conceptos principales de la Democracia Cristiana, que se convirtió en una fuerza política de primer orden en la Europa de la posguerra.

Hoy en día, la IA plantea interrogantes similares sobre el trabajo, la desigualdad y la condición humana. ¿Qué significa la dignidad del trabajo en la era de la IA? Esta vez, la revolución no tiene que ver tanto con la producción física como con el trabajo intelectual.

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¿La difusión de la tecnología reducirá los salarios de la clase media? ¿Amenazará las fuentes de sentido y comunidad, reduciendo a los seres humanos a meros siervos de la tecnología? ¿Cómo podemos preservar el juicio y la creatividad humanos frente a una tecnología que ya se utiliza para sustituir estas funciones? Una cuestión económica decisiva es si la tecnología puede diseñarse para complementar el trabajo humano, no para sustituirlo.

La tecnología también plantea otros interrogantes nuevos. ¿Qué debemos pensar de las aplicaciones de IA que simulan “conversaciones” con los muertos, basadas en grabaciones de audio y video de los difuntos? ¿Cuál será el impacto en el aprendizaje de los niños? ¿Y cómo podemos garantizar que la interacción con estas herramientas no se limite a unos pocos idiomas? El consenso científico es que hay alrededor de 7.000 idiomas en el mundo (por no hablar de otros miles de dialectos) y, sin embargo, la mayoría de los grandes modelos lingüísticos se entrenan solo con una fracción del total.

León XIV, matemático de formación, no es ni tecnófobo ni tecnófilo. Aboga por un enfoque basado en el discernimiento: tomarse tiempo para entender antes de juzgar, y humanizar el debate en lugar de contribuir a su polarización. Al igual que León XIII, pretende actuar para que esta revolución tecnológica siga estando al servicio de los trabajadores y del bien común de la sociedad.

La participación del Vaticano en estos debates puede parecer inesperada, pero es sin duda legítima. Hay alrededor de mil millones de católicos en todo el mundo, y la Iglesia tiene una influencia directa sobre más de 200.000 guarderías, escuelas, colegios, institutos y universidades, y más de 100.000 instituciones sanitarias, centros de asistencia y hospitales -en todos los continentes habitados-.

Puede desempeñar un papel más importante que muchas otras instituciones a la hora de garantizar que la IA sea una palanca para la inclusión. A través de sus palabras, puede recordarnos que la tecnología debe estar al servicio de las personas y de la sociedad, y no al revés.

La responsabilidad ética no puede dejarse únicamente en manos de los gobiernos o de los gigantes tecnológicos. Para crear una IA justa, inclusiva y sostenible es necesario reunir voces diversas -y a veces inverosímiles-. Hacerlo está precisamente en el espíritu de los Minerva Dialogues del Vaticano, y nos concierne a todos y cada uno de nosotros, creyentes o no.

La era de los algoritmos reaviva viejas interrogantes esenciales sobre el lugar de los seres humanos en los sistemas que nosotros mismos creamos. Las respuestas siguen dependiendo de nosotros.

Esta columna es parte del Project Syndicate, 2025 (Copyright).
www.project-syndicate.org

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