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No debemos entender la educación parvularia como un gasto: Es una política de Estado
Foto: Agencia Uno

No debemos entender la educación parvularia como un gasto: Es una política de Estado

Por: Silvia Silva Silva | 16.10.2025
nvertir en educación parvularia no es caridad, es la política pública más inteligente para un país que quiere productividad, seguridad y cohesión. Cada peso que se recorta hoy se paga mañana en repitencia, sobre intervenciones, listas de espera en salud mental, deserción y empleos de baja calificación. Lo sabemos, lo vivimos y se ha estudiado, entonces ¿qué falta? VOLUNTAD.

Cada fin de año cuando se discute el presupuesto, reaparece una pregunta que proyecta las prioridades reales, ¿la educación parvularia es inversión estratégica o un ítem que se puede recortar?

El presupuesto 2026 responde esta consulta: se propone disminuir en 3,2% los aportes fiscales al sector, con caídas en la Subsecretaría (-6,8%), Fundación Integra (-5,9%) y JUNJI (-1,2%), además de eliminar el Fondo de Apoyo a la Educación Parvularia destinado a la innovación.

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Es un mensaje claro que el país acepta tensar aun mas a los equipos que sostienen a los jardines infantiles, que son mayoritariamente mujeres, que son quienes tienen los peores sueldos del sector centralizado.

A diario podemos ver que donde hay jardines infantiles con equipos estables, formación continua y condiciones dignas, mejora el lenguaje, la sociabilidad y la autonomía de los niños. Esto no es poesía, esto es cohesión social, es contribuir a mejorar el tejido social, es productividad futura y menor gasto futuro.

La evidencia internacional es consistente en este punto: invertir en edades tempranas genera los mayores retornos sociales a futuro (mejor salud, menor repitencia y deserción, mayor ingreso laboral formal en la adultez) y la evidencia chilena pone en la palestra algo relevante: tener mas cobertura sin calidad, no alcanza.

Cuando se crece rápido, sin estándares, sin supervisión suficiente y con alta rotación de personal, los efectos en aprendizajes se diluyen e incluso se vuelven negativos en el mediano plazo.

La educación parvularia debe ser materia de agenda de igualdad, porque cuando es de calidad reduce brechas socioeconómicas antes que se consoliden. Un niño o niña que desarrolla habilidades tiene apego seguro, hábitos en los jardines infantiles acortan la distancia para el resto de la vida.

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Además, la educación parvularia genera un efecto positivo en la equidad de género: sin jardines infantiles accesibles y confiables miles de madres ven restringida su participación laboral o deben aceptar trabajos aún más precarios.

Quienes defendemos la educación pública sabemos que presupuesto es política. No hay discurso sobre “cuidado” o “niños y niñas al centro del Estado” que sobreviva a recortes que quitan la innovación pedagógica, paralizan mantenciones, congelan dotaciones y empujan a las y los trabajadores a multiplicarse entre cursos, asistencias y papeleo. Y no nos digan que “todo sube en educación”: si se prioriza la educación superior sin consolidar la base, construimos una casa con cimientos frágiles.

Invertir en educación parvularia no es caridad, es la política pública más inteligente para un país que quiere productividad, seguridad y cohesión. Cada peso que se recorta hoy se paga mañana en repitencia, sobre intervenciones, listas de espera en salud mental, deserción y empleos de baja calificación. Lo sabemos, lo vivimos y se ha estudiado, entonces ¿qué falta? VOLUNTAD.

Al Congreso y al Gobierno les hablo como dirigente sindical y como ciudadana: no hipotequen el futuro por una contabilidad de corto plazo. La primera infancia no puede seguir financiándose con heroísmo de las trabajadoras y buena voluntad de las familias. Si de verdad queremos un Chile más justo, debe comenzar en los jardines infantiles.

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