
Autocuidado en un mundo que no se detiene
Esta semana se conmemoró el Día Nacional de la Salud Mental, una oportunidad para reflexionar sobre cómo cuidamos nuestro bienestar integral. La salud mental no depende solo de la ausencia de enfermedad: se construye a través de nuestras rutinas, la alimentación, el descanso, el movimiento y la manera en que nos relacionamos con el mundo, tanto físico como digital.
El ejercicio físico es un aliado clave. Al movernos, el cuerpo libera endorfinas, neurotransmisores que generan bienestar, calma y una sensación de placer. Además, el ejercicio permite liberar tensiones acumuladas, desconectarse de las exigencias laborales y fortalecer la musculatura, generando una percepción de autovalencia y mayor confianza en uno mismo.
La alimentación influye de manera directa en nuestro estado emocional. Los alimentos ultraprocesados, con sellos de advertencia o aditivos como colorantes, espesantes y emulsionantes, pueden alterar la microbiota intestinal, que desempeña un papel central en la regulación del ánimo y la cognición.
En contraste, una dieta basada en alimentos naturales -frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos- favorece una microbiota diversa y saludable, promoviendo posibles beneficios en la salud mental.
Dormir las horas adecuadas y respetar el ritmo circadiano es otro factor crucial. El descanso permite regular las hormonas del estrés y mejora la concentración, mientras que la vida moderna, con su ritmo acelerado y exceso de estímulos, tiende a normalizar el cansancio y la tensión constante.
El uso de redes sociales y el consumo frecuente de noticias negativas también tiene un impacto significativo. La exposición constante a conflictos en línea, discusiones polarizadas o información pesimista genera una visión centrada en los problemas, disminuyendo nuestra percepción de aspectos positivos de la vida. Limitar el tiempo frente a las pantallas y priorizar relaciones reales y constructivas contribuye a proteger la mente y reducir el estrés.
No es necesario comer perfecto, meditar largas horas o ejercitarse a diario. Los cambios pequeños y sostenidos en la rutina también generan resultados positivos. Subir escaleras en el metro, caminar unas cuadras antes del trabajo o incluir más legumbres en la dieta son pasos simples que, con constancia, repercuten de manera favorable en la salud mental.
A nivel social, es importante mejorar el ambiente alimentario mediante políticas públicas, fortalecer la calidad laboral incluyendo pausas activas y consolidar redes de apoyo comunitarias.
En un contexto donde la productividad se ha vuelto prioritaria, es esencial detenerse y reconocerse el derecho a la pausa. Moverse, alimentarse bien, descansar, desconectarse del ruido digital y cuidarse son acciones concretas que construyen bienestar y resiliencia. La salud mental se cultiva día a día, y cada pequeño paso suma en la construcción de una vida más equilibrada y saludable.