
Pérdida y desperdicio de alimentos: Soluciones a la altura del desafío
Según estimaciones de FAO, el 13% de los alimentos -equivalente a 931 millones de toneladas o 120 kg por persona- producidos a nivel mundial se pierden en un año entre la cosecha y su llegada a los comercios; mientras que el reporte Food Waste Index, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) en 2024, da cuenta que otro 19% de la producción alimentaria (más de 1.050 millones de toneladas) se desperdicia entre los comercios, restaurantes y hogares.
La pérdida y desperdicio de alimentos es un problema grave, que tiene consecuencias directas sobre la calidad de vida de las personas y el medio ambiente. Por una parte, cuesta entender que el mundo tire comida a la basura cuando, de acuerdo al último Informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, se estima que entre 638 y 720 millones de personas padecieron hambre en 2024.
Cifra que, aunque ha disminuido desde el peak alcanzado en pandemia, sigue siendo más alto que lo logrado previo a 2020. Algo que se ha visto profundizado por guerras y la ocurrencia de eventos meteorológicos extremos en el mundo.
Por otra, el desperdicio alimentario es responsable de entre 8% y 10% de los gases de efecto invernadero (GEI) emitidos a nivel mundial -lo que representa casi cinco veces lo generado anualmente por la industria de la aviación- y además constituye un foco de emisión de gas metano, un gran contribuyente de la crisis climática, al capturar aún más calor que el dióxido de carbono.
De hecho, según cálculos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, una tonelada de metano equivale a entre 28 y 36 toneladas de dióxido de carbono si se considera su impacto a lo largo de 100 años. Es por ello que es urgente crear soluciones para hacernos cargo de los desafíos que representa el desperdicio de alimentos en nuestra sociedad.
La buena noticia es que cada vez surgen nuevas iniciativas desde las comunidades, las organizaciones e, incluso, el sector privado para mitigar este problema y sus terribles consecuencias; sin embargo, se hace necesario seguir desarrollando políticas públicas que desincentiven la generación de desechos alimentarios, para que botar alimentos a la basura deje de ser la solución más simple y barata para los comercios.
La conmemoración de la 6º versión del Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos -el pasado 29 de septiembre- nos entrega la excusa perfecta para reflexionar en torno a cómo este problema representa un desafío tanto a nivel medioambiental, como económico, social y, por sobre todo, ético, pero también respecto de las oportunidades que de él emanan.
Es hora de tomar este asunto con la seriedad que merece y generar soluciones a la altura del desafío.