
China y el genocidio en Gaza: Una distancia estratégica
Casi dos años después de la guerra genocida de Israel contra Gaza, el embajador de China en Israel, Xiao Junzheng, condenó los ataques del 7 de octubre como una «tragedia [que] conmocionó al mundo» mientras relataba su participación en la ceremonia oficial israelí del Día de Conmemoración del Holocausto. En lugar de situar la operación en el contexto de la ocupación y el apartheid, la integró en un relato conmemorativo del sufrimiento histórico judío.
De este modo, Xiao reforzó las narrativas israelíes que atribuyen al 7 de octubre sus raíces en el antisemitismo, profundizando así la impunidad israelí y permitiendo el genocidio. En noviembre de 2024, Xiao señaló que los intereses estratégicos de Beijing con el régimen israelí permanecen intactos a pesar del genocidio, subrayando la disonancia entre la retórica de China en la ONU y sus acciones.
Este memorando político muestra cómo la «imparcialidad sesgada» de China, que privilegia al régimen israelí, impulsa su distanciamiento estratégico del genocidio en Gaza. Esta postura no es simplemente el resultado del dominio estadounidense sobre los asuntos relacionados con Israel, sino una decisión calculada para proteger los intereses de China a largo plazo.
Al pedir la unidad palestina sin ejercer presión sobre el gobierno israelí, Beijing blinda sus lazos con el Estado sionista bajo la apariencia de moderación. Además, desvía la responsabilidad de detener el genocidio hacia el Consejo de Seguridad de la ONU (CSNU), presentando el alto el fuego, el acceso humanitario y la liberación de prisioneros como obligaciones de otros para eximirse a sí misma de la responsabilidad directa.
La postura de China ante el genocidio
A pesar de presentarse como un destacado representante del Sur Global, China se ha abstenido de asumir un papel de primera línea a la hora de enfrentarse a los crímenes de guerra israelíes en Gaza. A diferencia del Grupo de La Haya-una coalición de Estados del Sur Global que se apoya en el derecho internacional para impugnar la impunidad israelí-, Beijing ha evitado tomar medidas, como retirar a su embajador, degradar las relaciones, imponer sanciones o suspender acuerdos.
La política de China es más evidente en su negativa a reconocer la crisis de Gaza como genocidio, lo que subraya su priorización de los intereses nacionales y geopolíticos sobre una acción significativa para detener la violencia masiva contra los palestinos. A pesar de poseer la posición global y la influencia política necesarias para adoptar una postura firme, Beijing se limita a gestos performativos, como afirmar ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que los palestinos tienen un derecho inalienable a la resistencia armada. China no ha complementado estas declaraciones retóricas con acciones jurídicas o políticas concretas.
Mientras tanto, las pruebas de implicación material en el genocidio ponen de manifiesto las contradicciones de la postura china y apuntan a la complicidad. Los informes confirman que las fuerzas israelíes han alterado y utilizado aviones no tripulados DJI de fabricación china para la vigilancia y el bombardeo en Gaza.
Según los informes, DJI, un fabricante chino privado de aviones no tripulados, ha recibido financiación de inversores afiliados al Estado. Aunque la empresa mantiene que opera de forma independiente, estos vínculos han suscitado dudas sobre la neutralidad de Beijing y la coherencia de su política exterior en un contexto de violencia masiva.
Cinco motores de la estrategia política china
Tras la fachada de neutralidad retórica se esconden cinco factores interrelacionados que explican por qué Beijing ha optado por distanciarse en lugar de oponerse al régimen israelí. En primer lugar, Beijing no considera Gaza un campo de batalla geopolítico crítico. De hecho, para Beijing, la guerra de Gazab no encaja en el tablero mundial de la rivalidad entre grandes potencias.
Mientras que China ha invocado habitualmente la «retórica de la Guerra Fría» para denunciar el intervencionismo occidental al hablar de Ucrania, Libia o Siria, ha evitado aplicar el mismo marco a Palestina. Esta omisión es especialmente notable dado el inequívoco apoyo de Estados Unidos y sus aliados a la campaña militar de Israel, un caso de manual de alineamiento al estilo de la Guerra Fría.
En segundo lugar, aunque Palestina se ha unido formalmente a la Iniciativa Franja y Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), se encuentra fuera de los principales corredores geográficos y centros económicos que impulsan el proyecto. Bajo la ocupación y el bloqueo israelíes, Palestina carece de la infraestructura y el control soberano necesarios para beneficiarse de los proyectos de la BRI, por lo que su inclusión es en gran medida simbólica, al servicio de la imagen diplomática de China más que del desarrollo palestino.
En tercer lugar, a diferencia de Estados Unidos, que ha aprobado niveles récord de ayuda militar a Israel desde el 7 de octubre de 2023, China ha evitado tales enredos directos, priorizando sus ambiciones estratégicas a largo plazo. Beijing se ha centrado en proyectar su poder a través de la BRI y mediante la expansión de su presupuesto de defensa, que aumentó un 7,2% en 2024 hasta alcanzar una cifra estimada de 229.000 millones de dólares, alrededor del 13% del gasto militar mundial.
En cuarto lugar, China se beneficia del cambiante panorama regional, en el que muchos gobiernos árabes han restado prioridad a la causa palestina mediante acuerdos de normalización con Israel. Este reajuste proporciona a Beijing una cobertura diplomática: es improbable que su compromiso limitado con Palestina tense las relaciones con los Estados del Golfo o con el mundo árabe en general. A medida que los regímenes árabes estrechan lazos con el régimen israelí, China ve pocos incentivos para arriesgarse a fricciones políticas adoptando una postura más firme.
Por último, la imagen global de China se beneficia del genocidio sin necesidad de tomar medidas significativas. A medida que persisten las atrocidades, la credibilidad moral de Occidente se erosiona, lo que permite a Beijing presentarse como un actor con más principios en comparación con las potencias occidentales.
Tras el veto estadounidense a una resolución de alto el fuego del CSNU en diciembre de 2023, el embajador chino Zhang Jun lanzó una reprimenda velada, instando a los Estados a priorizar la responsabilidad moral sobre el interés geopolítico propio y a rechazar el doble rasero. Este tipo de declaraciones permiten a China acumular capital simbólico y ampliar su poder blando sin incurrir en riesgos políticos ni responsabilidades concretas.
Recomendaciones
Ante las atrocidades masivas cometidas en Gaza, Beijing no ha ofrecido ni liderazgo ni diplomacia transformadora. En lugar de cumplir con sus obligaciones morales y legales, China ha optado por la distancia estratégica, una postura reforzada por el fracaso occidental a la hora de detener el genocidio.
Cuando Estados Unidos y sus aliados se negaron a cumplir sus compromisos en virtud del derecho internacional, aliviaron la presión sobre Beijing. El apoyo incondicional de Washington a Israel ha permitido que continúe la violencia, dando a China espacio para hacerse pasar por una potencia con principios mientras no toma medidas significativas.
Los palestinos, tanto a nivel oficial como popular, deben reconsiderar urgentemente su compromiso con China. La suposición de que Beijing puede servir de contrapeso a Occidente es excesivamente optimista y recuerda anteriores errores de cálculo, cuando los líderes palestinos depositaron demasiadas esperanzas en la mediación estadounidense. Lo que exige este momento no es romanticismo, sino responsabilidad.
Exponer y desafiar la complicidad económica de China: La sociedad civil palestina debe presionar para que se exija a nivel mundial el fin de todas las operaciones e inversiones empresariales vinculadas a los asentamientos ilegales israelíes, incluidas las que implican a China. Al seguir colaborando con la infraestructura de los colonos, Beijing socava su compromiso declarado con el derecho internacional y socava su credibilidad como rival de las potencias occidentales en el Sur Global.
Presionar a China para que revise su lenguaje diplomático: Las referencias de Beijing a Israel como un «Estado judío» se hacen eco de los marcos sionistas que borran los derechos palestinos y las reivindicaciones históricas. Los funcionarios palestinos y los actores de la sociedad civil deben presionar a China para que adopte un lenguaje jurídico internacional que refleje la realidad del colonialismo de los colonos israelíes y el apartheid, y no se haga eco de las narrativas sionistas que ocultan la violencia estructural. Al mismo tiempo, la comunidad internacional debe presionar a China para que reconozca y adopte la terminología de genocidio utilizada en los procedimientos judiciales ante la CIJ y la Corte Penal Internacional, tanto para describir las realidades actuales como para exigir responsabilidades y justicia.
Desarrollar una agenda de investigación crítica sobre China: Los académicos palestinos deben resistirse a la tendencia de reproducir la autoproclamada superioridad moral de China y, en su lugar, desarrollar agendas de investigación que cuestionen la política exterior, los intereses estratégicos y la complicidad de Beijing en el genocidio y en la ocupación israelí de Palestina. Esta intervención es especialmente urgente, dado que China sigue ascendiendo como potencia mundial.
Iniciar un diálogo estratégico con académicos chinos: Las instituciones académicas palestinas deben comprometerse activamente con los académicos chinos, incluidos los afiliados al Partido Comunista. Estos intercambios deben ir más allá de la diplomacia simbólica o performativa e introducir perspectivas palestinas críticas en los círculos políticos chinos.
*Traducción de Pablo Abufom. Publicado originalmente en Al-Shabaka. The Palestinian Policy Network.