Marcelo Kiwi, rostro de "Siempre hay un chileno" y su 18 radicado en España: "¡Es una tortura ver a todos en Chile haciendo asados!"
Marcelo Kiwi es un comunicador audiovisual oriundo de nuestro territorio que hace siete temporadas nos muestra, a través de Canal 13, distintos países del mundo desde su periplo y sus encuentros con chilenos radicados en el extranjero.
Como él, que hace cerca de una década habita en España, desde donde accedió a conversar con El Desconcierto compartiendo sus apreciaciones acerca de su exitosa apuesta televisiva, "Siempre hay un chileno", en el contexto de un nuevo aniversario patrio.
- ¿Cómo evalúas la recepción del público a tu programa que muestra a chilenos en distintos países del mundo?
Con el paso de las temporadas, "Siempre hay un chileno" se ha transformado en un contenido muy querido y esperado. Hoy vamos en la séptima temporada y cada vez son más los fanáticos atentos a los estrenos. Después de cada capítulo, nos llegan miles de mensajes, a veces es casi imposible leerlos todos. Eso demuestra el nivel de conexión que ha logrado el programa con la audiencia.
Y no solo pasa en redes: cada vez que nos encontramos con un chileno, ya sea en Chile o en cualquier parte del mundo, nos paran para conversar y pedirnos una foto. Eso nos hace ver que el programa no solo se ha hecho muy conocido, sino también muy querido. Y esa cercanía de la gente es algo realmente lindo, que sentimos como un gran motor para seguir haciendo este contenido.
"Los chilenos que viven fuera nunca dejan de ser chilenos"
- ¿Qué piensas que es lo que más valora la audiencia de “Siempre hay un chileno”?
La audiencia valora varias cosas. Primero, que los protagonistas reales son los participantes: personas comunes y corrientes que nos abren las puertas de sus casas y de sus vidas en el extranjero. Eso genera empatía inmediata porque cualquiera puede verse reflejado en esas historias. También creo que algo muy importante es el tono del programa.
"Siempre hay un chileno" tiene mucho sentido del humor, está hecho de manera cercana, sin clichés, y permite que el público sienta que está viajando junto a nosotros. Yo me divierto mucho grabándolo: no soy un gran bailarín ni un experto en todas las cosas que me toca probar, pero me encanta participar, equivocarme, reírme y aprender. Esa naturalidad hace que el programa se sienta fresco, entretenido y familiar.
Además, es un contenido que reúne a la familia: lo ven los abuelos, los papás, los jóvenes y los niños. Es bonito escuchar que volvimos a poner a toda la familia frente al televisor, compartiendo un programa que emociona y entretiene a todos por igual.
- En tu constante periplo por el mundo, ¿cómo observas el vínculo de los chilenos con nuestro país?, ¿qué historias/anécdotas nos podrías contar respecto de cómo se vive la chilenidad en el extranjero?
Los chilenos que viven fuera nunca dejan de ser chilenos. Mantienen el arraigo, siguen las noticias, ven programas chilenos y están siempre pendientes de lo que pasa en el país. Algunos lugares tienen comunidades súper organizadas, como Porto, donde hacen fondas y conciertos.
Y en otros, donde son menos, no se da tanto. Me acuerdo de una anécdota en Bruselas: conocimos a Gonzalo, cuequero de Valparaíso que se enamoró de una belga y se fue a vivir allá. Tanto extrañaba Chile que armó un grupo de cueca y todos los fines de semana animan un bar que se llena de chilenos… y también de belgas curiosos. Estábamos grabando y de repente entró una pareja de belgas que no tenía idea qué era la cueca; terminaron haciendo lo posible por bailar un pie de cueca.
Es una tortura vivir fuera cuando llega el 18'
- Considerando que estamos en época de 18’ y que tú mismo habitas en España, ¿cómo se vive a partir del vínculo que se tiene con Chile en el extranjero?, ¿qué pasa con los sentimientos de arraigo y nostalgia?
¡Es una tortura! Ver a todos en Chile comiendo empanadas, tomando chicha y haciendo asados, es un suplicio. Mejor ni meterse a redes sociales en esas fechas porque es masoquismo puro.
Lo que más se extraña es la comida típica —los completos, las sopaipillas—, pero también la compañía: estar con la familia, los amigos, en un ambiente que es pura primavera y alegría en Chile. Desde afuera uno lo vive con muchas ganas de estar allá.
- Pensando en cómo se vive el 18’ en Chile y en el vínculo con nuestro país de quienes viven fuera, como tú, ¿cuánto crees que se conserva la chilenidad en el extranjero?
La chilenidad se conserva más de lo que uno piensa. Durante todos mis viajes me he dado cuenta que hay restaurantes chilenos en los lugares más exóticos que te puedas imaginar: Japón, Nueva Zelanda, Australia, etc. Para el 18' en muchos países hay fondas organizadas por compatriotas y cada vez es más común que artistas chilenos viajen de gira y llenen teatros con la comunidad afuera.
Hace poco entrevisté a una pareja de chilenos en Bélgica que incluso participa en un mundial de cueca que cambia de sede y reúne a chilenos de todas partes del mundo. Es emocionante ver cómo mantienen viva la tradición a pesar de la distancia. Por lo que me contaron, es bien competitiva la competencia.
"Mi abuelita Emilia, clave en mi vida, falleció un 18' "
- Tú mismo, ¿qué es lo que más extrañas de Chile en estas fechas tan esperadas y celebradas en nuestro país?
Extraño el asado, la junta con los amigos y, sobre todo, a la familia. Tengo un recuerdo muy personal ligado al 18: mi abuelita Emilia, que fue una persona clave en mi vida, falleció un 18 de septiembre. Cada vez que llega esta fecha se me aviva la memoria de ella, que fue una gran promotora de lo que hoy hago. Así que para mí el 18 es alegría, pero también un momento muy especial de recordar a alguien que me marcó profundamente.
- Volviendo a tu historia personal, ¿tú hace cuánto tiempo vives fuera de Chile? Y como tú mismo preguntas a cada uno de los anfitriones de los países que visitas permanentemente, ¿qué cosas de Chile tienes en tu casa?, ¿“volverías a Chile”?
Hace más o menos ocho años que no vivo en Chile de manera regular. Me fui de a poco, entre proyectos y viajes largos. Estuve en India, Sudeste Asiático, México, Europa… hasta que apareció la idea de "Siempre hay un chileno". Después de la primera temporada, me enamoré de una chilena que vivía en Alemania y pasé un año allá. Hoy llevamos seis años en Barcelona, que funciona como mi campamento base, aunque sigo con una vida bastante nómade.
En mi casa tengo varias cosas que me conectan con Chile: un indio pícaro que me trajo mi papá cuando estuvo de visita acá en Barcelona, miel que siempre me trae mi suegro desde Temuco —ya le decimos “el caballero de la miel”—, y un montón de recuerdos que me han dado participantes del programa: una foca desde Toronto, un kiwi desde Nueva Zelanda, una vaquita de madera, fotos… Son tesoros que parecen de Chile, pero vienen de todo el mundo.
¿Si volvería a Chile? Claro que sí. De hecho, siento que nunca me he ido del todo: sigo en la tele chilena, en contacto diario con mi audiencia allá. Y esa misma pregunta de “¿volverías?” es algo que todos los chilenos que viven fuera nos hacemos una y otra vez.