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La terapia de choque de Trump dividirá a MAGA
Foto: Wikimedia Commons

La terapia de choque de Trump dividirá a MAGA

Por: Harold James | 03.09.2025
A pesar de todos los esfuerzos de la administración por confrontar el “estado profundo”, algunos entusiastas de MAGA ya se están quejando de que está haciendo concesiones a las élites del establishment. La persistencia del escándalo de tráfico sexual de Jeffrey Epstein es solo una parte del problema.

El consenso en los países ricos -y quizás a nivel global- es que un mundo en estado de convulsión requiere algún tipo de intervención radical. Eso es lo que prometió el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y aunque es ampliamente impopular (su índice de aprobación pública fronteras adentro no deja de aumentar), incluso sus oponentes comparten su idea de que la política habitual ya no sirve.

Pero cabe preguntarse cómo acaban las intervenciones de choque. La respuesta de la historia es que “mal”. Esto es cierto incluso en los casos en que los efectos económicos de la “terapia de choque” parecían positivos al principio, como en Europa Central tras el colapso del comunismo.

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El problema es que las crisis políticas sistémicas generan narrativas tóxicas cuya potencia aumenta con el tiempo. Siempre hay sospechas de que la crisis ha sido provocada por una conspiración, y de que hay potencias extranjeras involucradas. Independientemente de los beneficios iniciales de la terapia, estas narrativas acaban polarizando a la sociedad y socavando el orden político.

La administración Trump habla abiertamente de su radicalismo. La terapia de choque es su solución a todos los problemas globales, desde Gaza e Irán hasta Ucrania y Sudán. Trump esgrime los aranceles como quien empuña una picana, electrocutando a cualquiera (amigo o enemigo) que no se doblegue inmediatamente a sus exigencias.

Supuestamente, esta estrategia -que en su aplicación interna incluye purgas de la administración pública y de la cúpula militar, así como una guerra contra las universidades- fortalecerá la economía estadounidense, marcará el comienzo de una nueva edad de oro norteamericana, obligará a la OTAN a alinearse, impedirá que India compre petróleo ruso y contendrá el auge industrial y militar de China alimentado por la inteligencia artificial.

Así, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, sostiene que cualquier dolor inducido por los aranceles que sientan los norteamericanos forma parte de un “período de desintoxicación”. Trump, de hecho, habla de los aranceles como una “operación” y como “medicina”. Por su parte, Russell Vought, director de la Oficina de Gestión y Presupuesto, explica: “Queremos que los burócratas se vean afectados de forma traumática”.

Para lograr sus efectos de choque deseados, la administración es deliberadamente caprichosa. ¿Por qué si no dos aliados cercanos y bien avenidos como Corea del Sur y Japón se verían inesperadamente afectados por nuevos aranceles del 25%? Según el secretario de prensa de la Casa Blanca: “Es la prerrogativa del presidente, y esos son los países que eligió”.

La mayoría de los “acuerdos” que Trump ha anunciado son secretos, ya que se han negociado a puertas cerradas. Los mismos métodos se utilizaron en Europa Central y en la ex Unión Soviética cuando se desintegró el comunismo. Los programas de Mijail Gorbachov -la glasnost (apertura) y la perestroika (liberalización económica)- buscaban un cambio sistémico. Pero su implementación era necesariamente opaca, porque el objetivo era sustituir un statu quo poderoso y corrupto.

No obstante, era inevitable que participaran algunos miembros del sistema (por ejemplo, se necesitó que parte de los servicios de inteligencia facilitaran información sobre cómo funcionaba el antiguo sistema). En última instancia, el esfuerzo llegó a percibirse como un acuerdo corrupto con partes privilegiadas del antiguo aparato.

Del mismo modo, la actual polarización política de Polonia tiene sus raíces en su transición poscomunista de hace unos 35 años. Las cuestiones que dividen a Plataforma Cívica, de centro liberal, y al partido antiliberal y populista Ley y Justicia (PiS) se refieren a un acontecimiento histórico que apenas se conoce fuera de Polonia: una reunión en septiembre de 1988 entre una parte, pero no la totalidad, del movimiento opositor Solidaridad y el régimen en unas “instalaciones especiales” en Magdalenka, en las afueras de Varsovia.

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Los segmentos de la oposición que quedaron afuera vieron la reunión como un acto de “fraternización”, en el que los asistentes acordaron acabar con el socialismo mediante una “privatización roja” que entregaba activos valiosos a la antigua élite. Del mismo modo, en el caso de Rusia, con sus vastos recursos naturales, las privatizaciones de la terapia de choque eran aún más evidentemente corruptas y, por lo tanto, susceptibles de ser cuestionadas.

La segunda narrativa problemática se refiere a la participación extranjera. Con las liberalizaciones poscomunistas, Alemania fue un demonio conveniente, debido a los dolorosos recuerdos de sus crímenes en la Segunda Guerra Mundial. Todavía recuerdo mi visita a Moscú en 1992, cuando me mostraron fotos del director del Deutsche Bank sonriendo y abrazando a Gorbachov.

Para Polonia, una parte clave del proceso consistía en negociar la deuda de la era comunista. Como gran parte de esta deuda estaba en manos de bancos alemanes, era inevitable cierta interacción con los financieros y el gobierno de Alemania. Sin embargo, fue fácil para los enemigos del gobierno polaco sembrar sospechas de que estaba vendiendo el interés nacional, especialmente cuando la adhesión a la Unión Europea se convirtió en una parte clave de la estrategia de transformación.

¿Qué tipo de teorías conspirativas generará el tratamiento de choque de Trump? Algunos elementos ya son perceptibles. Habrá algunos ganadores, pero también muchos perdedores, entre otras cosas porque la revolución MAGA (“Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande”) de Trump coincide con una revolución tecnológica. En la medida en que la IA cree nuevos modelos de empleo, gran parte de la base MAGA seguramente se verá desplazada, y desarrollará rápidamente una narrativa victimista.

A pesar de todos los esfuerzos de la administración por confrontar el “estado profundo”, algunos entusiastas de MAGA ya se están quejando de que está haciendo concesiones a las élites del establishment. La persistencia del escándalo de tráfico sexual de Jeffrey Epstein es solo una parte del problema. Al igual que con las transformaciones poscomunistas, quienes están en el poder trabajan en estrecha colaboración con los titanes de las finanzas mundiales y el capital internacional.

La alianza de la administración con el mundo de las criptomonedas es totalmente pública, como lo demuestra la insistencia de Bessent en que las monedas estables serán la clave para generar demanda de grandes emisiones de deuda soberana (necesarias debido a la peligrosa situación de desequilibrio fiscal). En este contexto, en cuanto se produzca algún escándalo financiero o una crisis más amplia, las teorías conspirativas consumirán el movimiento.

Asimismo, a la administración no le faltan enredos en el extranjero. La cumbre curiosamente servil de Trump con el presidente ruso, Vladimir Putin, en Alaska ha vuelto a plantear dudas sobre su relación. Muchos hoy temen que Trump intente forzar un “intercambio territorial” que simplemente otorgue a Rusia las regiones ucranianas de Luhansk y Donetsk. Mientras tanto, para muchos en el mundo MAGA, Trump está haciendo demasiadas concesiones a los europeos y ucranianos en materia de garantías de seguridad.

En cuanto a Putin, que está obsesionado con revertir el colapso del imperio soviético, las lecciones del compromiso de Rusia con la terapia de choque son claras. Su maquinaria propagandística exagerará todas las posibilidades, difundiendo insinuaciones sobre tratos en bambalinas y vínculos con el extranjero para ahondar las divisiones entre los norteamericanos. El veneno de la polarización seguirá corroyendo el sistema estadounidense. Es la venganza de Rusia por el papel que supuestamente desempeñó Estados Unidos en la subversión de la Unión Soviética.

Esta columna es parte del Project Syndicate, 2025 (Copyright).
www.project-syndicate.org

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