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Profesora y bióloga: “La educación ambiental marina es una inversión a largo plazo para cuidar nuestro océano”
Carolina Zagal enseñando sobre el mar en Oceanósfera. Foto: Oceanósfera.

Profesora y bióloga: “La educación ambiental marina es una inversión a largo plazo para cuidar nuestro océano”

Por: Michael Lieberherr Pacheco | 19.08.2025
Carolina Zagal lleva seis años educando a niñas y niños sobre el océano y preside la fundación Oceanósfera, que ganó un premio internacional sobre protección marina. En entrevista describe los métodos innovadores de su organización para enseñar sobre el mar a través de experiencias.

Destacadas con el premio Ocean Awards 2024, en la categoría “Campaña de concientización pública”, las integrantes de la Fundación Oceanósfera desarrollan un trabajo de educación ambiental marina mediante actividades experienciales, contribuyendo al cuidado, respeto y conservación del océano y su biodiversidad.

La presidenta de la organización, Carolina J. Zagal, explica el rol que desempeñan y los desafíos que han enfrentado durante su labor promoviendo la educación, la protección y el conocimiento de los ecosistemas marinos. El material que han elaborado está disponible para su descarga gratuita en la página web de la fundación.

El público objetivo principal al que apuntan es la niñez, pero también trabajan con comunidades, profesoras y profesores, buscando entregarles las herramientas y los materiales educativos que necesitan sobre especies y ecosistemas marinos de Chile.

¿Cómo nace Oceanósfera y cuáles son sus objetivos?

Se inicia en 2019 con el objetivo de educar y comunicar para la conservación marina. Somos tres mujeres biólogas marinas: yo me especialicé en educación, Carla (Christie) en comunicación y Consuelo (Hermosilla) en lo comunitario.

Llevamos trabajando en esta área por harto tiempo y hemos observado los graves problemas ambientales que estamos enfrentando actualmente. Desde nuestras visiones de la educación y la comunicación quisimos formar Oceanósfera para enfrentar estas problemáticas, porque creemos que la educación es una buena inversión a largo plazo.

En ese sentido, nuestro primer foco de trabajo es la elaboración de materiales educativos acerca de la vida marina y los ecosistemas marinos de Chile. Principalmente son guías de campo para conocer especies marinas, hechas de forma colaborativa. Tenemos, por ejemplo, guías de tortugas marinas de Chile, de tiburones, rayas y quimeras, de animales marinos amenazados y otras de fauna marina en general. La segunda área son las actividades educativas marinas, donde usamos estos recursos en talleres y salidas a terreno. La tercera es la comunicación y colaboración con otras ONGs y entidades para alcanzar objetivos comunes en conservación marina.

-Desde su experiencia en la educación ambiental, ¿a qué desafíos se han enfrentado en los proyectos que han desarrollado?

La importancia del océano, de los ecosistemas marinos y de la diversidad marina de las costas de Chile siguen siendo desconocidas por la mayoría de las personas. Pese a la amplia costa que tenemos y la relevancia de los océanos para quienes vivimos en Chile, falta mucho por hacer en términos educacionales. Uno de los principales desafíos en nuestro país es mejorar la calidad de la educación para todas las personas e incorporar el conocimiento y el cuidado de la naturaleza, del patrimonio natural y cultural de Chile, incluyendo el océano, como una prioridad transversal. Mediante una enseñanza efectiva de la educación ambiental, la educación marina y la cultura oceánica, podemos lograr este objetivo. El conocimiento y la valoración de la naturaleza permiten que tomemos decisiones informadas en materias económicas, políticas, sociales y culturales. Una educación de calidad es fundamental para la solución oportuna de problemas ambientales. 

A partir de eso, y en su trabajo con infancias, ¿cómo perciben las nuevas generaciones el mar y cómo es su relación con el océano?

Hemos visto que hay un gran interés y entusiasmo por conocer a la vida marina, especialmente animales marinos, pero también que se nombren principalmente especies que no pertenecen a Chile. Es muy típico que en las actividades compartan acerca de Nemo, Dory o Bob Esponja como referencias. ¡Seguramente ahora también se mencionará a Patricio! Cuando empezamos a compartir sobre especies chilenas, observamos un gran desconocimiento.

En nuestras actividades educativas hemos evidenciado cómo se genera aprendizaje. En talleres sobre tortugas marinas de Chile, por ejemplo, evaluamos conocimientos previos preguntando si existen tortugas marinas en Chile: el 99% responde que no. Después de la actividad —que incluye metodologías experienciales, lúdicas, materiales educativos didácticos e investigación— el 100% contesta que sí y pueden nombrar las cinco especies presentes, sus principales amenazas y cómo cuidarlas.

También usamos recursos educativos como delfines de tela a escala real. Como no podemos traer este tipo de animales vivos a una sala de clases, y verlos de cuerpo entero en la costa es difícil, entonces llevamos el océano al aula. Así, cuando niñas y niños pueden comparar su tamaño con el de un delfín chileno, observar sus características y luego reconocerlo en el mar, se genera un vínculo muy especial. Esas experiencias son muy gratificantes porque uno ve que hay aprendizaje real y mucho entusiasmo. También percibimos que hay ansiedad medioambiental, porque los problemas son enormes, y destacamos el rol importante que tenemos las personas en la solución de éstos y el cuidado del océano.

Pasando a la realidad de los océanos y las áreas protegidas: Actualmente en Chile hay 408 concesiones salmoneras dentro de parques y reservas nacionales, ¿cuál es su perspectiva sobre esto?

Es totalmente ilógico tener salmoneras dentro de porciones marinas de áreas protegidas si entendemos su importancia. Éstas son soluciones a los problemas ambientales que enfrentamos: resguardan biodiversidad y ecosistemas únicos como los de la Patagonia. Las costas chilenas están amenazadas por la destrucción de hábitat, contaminación, reducción de biodiversidad e introducción de especies exóticas y la salmonicultura en áreas protegidas contribuye a todos estos problemas.

Si esta actividad va a permanecer en Chile por razones económicas, debe realizarse de manera responsable con el medio ambiente: sistemas cerrados que permitan recuperar y tratar las aguas, prevención de escapes, responsabilidad en la reducción y el manejo de la basura y contaminación que generan y respeto a las cuotas de producción. También modificar estructuras para evitar el enmalle de especies marinas como lobos, ballenas y delfines, que hoy mueren en la Patagonia.

Junto con otras 52 organizaciones son parte de la Alianza por la Defensa de las Áreas Protegidas, que desarrolla la campaña Salvemos la Patagonia, ¿cuál fue su motivación para sumarse?

Sabemos el daño a la naturaleza que están causando las prácticas insostenibles de la salmonicultura en Chile. Hemos navegado por los canales del sur y es impactante ver la cantidad de basura y los efectos tóxicos que generan en los fondos marinos bajo las balsas jaulas. Conocemos comunidades locales que enfrentan esta problemática todos los días. Para que las áreas marinas protegidas sean eficaces, no pueden tener salmonicultura al interior de ellas o permitir la minería, pesca industrial u otras actividades incompatibles con la conservación.

Además, creemos que todas las áreas protegidas deberían tener un plan de educación ambiental marino como parte de su administración y manejo: que las personas sepan qué área existe ahí, cuál es su etapa de establecimiento y nivel de protección actual, qué protege, dónde está y qué actividades se pueden o no realizar. Hoy, la mayoría no lo sabe.

En su perspectiva, ¿cuál es la importancia de las comunidades costeras en la conservación?

La participación ciudadana es fundamental, especialmente de quienes viven cerca de la costa, porque tienen un conocimiento directo de lo que ocurre. Los beneficios de la conservación serán mejores cuando exista un manejo activo vinculado a las comunidades. La educación ambiental marina y las sabidurías y experiencias de las comunidades locales y su entorno contribuyen a un enriquecedor diálogo, la toma de decisiones informadas y una gestión efectiva de las áreas protegidas. En lugares como Rapa Nui, por ejemplo, son las personas del pueblo Rapa Nui quienes lideran la gobernanza de las áreas protegidas colaborativamente, porque tienen la cosmovisión y el conocimiento necesario y están ahí observando lo que ocurre en las áreas en el día a día.

Actualmente existen cuestionamientos a diversas organizaciones de la sociedad civil que buscan avanzar en la protección de los ecosistemas, como fundadora de una organización, ¿qué rol crees que cumplen estas organizaciones?

Como hay deficiencias en la calidad de la educación en Chile y existe una necesidad de incorporar la educación ambiental, la cultura oceánica y la educación marina. Las ONGs y fundaciones complementamos esa falta. Somos muchas las que trabajamos en conservación marina en Chile, cada una desde su especialidad y pasión. Generamos conocimiento, visibilizamos amenazas, cuidamos la naturaleza y colaboramos en soluciones.

Estamos alerta, educamos, comunicamos, colaboramos y trabajamos con un objetivo común: la conservación marina. Incluso nuestros recursos educativos están en inglés y español, para complementar el aprendizaje del idioma con vocabulario de especies que se encuentran en Chile. También reforzamos el valor del patrimonio natural marino y cultural de Chile, que muchas veces se olvida.