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La tercerización de la seguridad en Chile:
Foto: Agencia Uno

La tercerización de la seguridad en Chile: "The Maduro's outsourcing"

Por: Jósmar Valdez Morales | 17.08.2025
Si Chile necesita de Caracas para frenar este delito o cualquier otro, lamento decirles, estimados, que no estamos frente a un avance en seguridad. Estamos frente a una rendición con papeles firmados.

Recientemente la PDI salió a celebrar que desbarató a la “banda de los Tiguan”: robaron vehículos en Santiago, les cambiaron la cara con papeles nuevos y los mandaron a Venezuela como si fueran encomiendas de lujo. Hasta aquí, nada que no haya pasado antes. Lo que llama la atención es el “detalle” que ellos mismos destacaron: lo lograron gracias a la coordinación con OCN Interpol Caracas.

Coordinación con Venezuela, no con Suiza, ni con un país nórdico obsesionado con la transparencia: con Venezuela. El segundo país más corrupto del planeta, según el Índice de Percepción de Corrupción 2024.

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Un Estado donde, según Transparency Venezuela, las economías ilícitas movieron unos USD 9.400 millones en 2022, el equivalente al 16% de su PIB. Y eso después de haber llegado a 21% en años previos. Narcotráfico, contrabando y tráfico de oro no son delitos allá: son líneas del presupuesto estatal.

Estados Unidos recién duplicó la recompensa por Nicolás Maduro a USD 50 millones, acusándolo de liderar el Cartel de los Soles y de asociarse con megabandas como el Tren de Aragua. Y en medio de eso, nosotros confiamos en que Interpol Caracas nos ayude a frenar un delito acá. Es como dejarle las llaves de la bodega al tipo que sale en las cámaras robando.

Y si esto le parece una teoría conspirativa a lo Orson Welles, piense en el caso del Teniente Ronald Ojeda. Exmilitar venezolano, opositor a Maduro, secuestrado y asesinado en Santiago. Un testigo lo vinculó con órdenes de Diosdado Cabello, el primer o segundo hombre fuerte del chavismo (todavía no se sabe). No es una anécdota para sobremesa, es una muestra de que, allá, las redes criminales y estatales no solo se cruzan… a veces son la misma calle.

En este escenario, la PDI dice que recibe “consultas” de Interpol Caracas sobre vehículos que intentan entrar a Venezuela. Traducción: para frenar un robo aquí, dependemos de que allá, un aparato estatal que pareciera vivir de economías ilegales nos diga la verdad y actúe. Ahora resulta que la baja de la delincuencia en Chile depende, en parte, de lo que decida Maduro. Y ese sí que es un plan maestro.

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Sume a la ecuación el Decreto 3.788 (2019), que permite importar autos de hasta cinco años a Venezuela. Sobre el papel, es modernizar el parque automotor sin inversión, en la práctica, es una alfombra roja para las bandas: roban aquí, cruzan por pasos andinos, falsifican papeles y llegan a un mercado que los recibe como si fueran importaciones legítimas. Una línea perfecta para cualquier manual de crimen transnacional: “si no puedes venderlo allá, tráelo, nosotros te lo recibimos”.

Y aquí viene la parte que nadie dice en voz alta: ojalá los funcionarios chilenos que participan en esta “coordinación” no terminen adoptando la misma lógica. Porque todos sabemos cómo funciona, pon tomates podridos en una cesta y los demás se pudren. Dime con quién andas y te diré en qué decreto apareces.

Si Chile necesita de Caracas para frenar este delito o cualquier otro, lamento decirles, estimados, que no estamos frente a un avance en seguridad. Estamos frente a una rendición con papeles firmados.

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