
Los “Archivos de Epstein” y el Ideario Fascista del Trumpismo en EE.UU.
En un giro tan dramático como predecible, el tráfico sexual de menores, declarado enemigo número uno de la base política del Presidente Donald Trump, podría ser el crimen que termine agotando la estoica lealtad de su movimiento y paralelamente, la transgresión que ayude a desacelerar la espiral fascista en EE.UU. y dé paso a la reconstrucción de un estado de derecho lo más pronto posible.
La negativa de Trump a publicar toda la información disponible sobre los crímenes de su documentado compinche de varias décadas Jeffrey Epstein, el pederasta y explotador sexual infantil más prolífico y exclusivo de EE.UU., caló hondo en el corazón de MAGA, el movimiento racista y reaccionario que sustenta al régimen ya abiertamente fascista de Trump.
Luego de años utilizando teorías conspirativas falsas y asociando al progresismo y la diversidad con la pedofilia, Trump, sus oligarcas y su rebaño se ven enfrentados a su peor pesadilla: la creciente probabilidad de que se compruebe que el propio Trump estaba activamente involucrado en el escándalo de tráfico y abuso sexual de menores más grande de la historia de EE.UU.
Justificadamente, el caso Epstein ha remecido la conciencia del país. Los crímenes atribuidos a este multimillonario de misteriosa fortuna y a un desconocido número de cómplices, constituyen un collage de horrores y privilegio que retrata sin filtros lo peor de la sociedad y el capitalismo estadounidenses.
Como mínimo, el episodio en que, según el FBI, “más de mil” menores de edad fueron traficadas para que los hombres más ricos y poderosos del mundo las violaran en medio del lujo y la opulencia, hace innegable el hecho de que en EE.UU. la igualdad ante la ley es un mito. Sólo Epstein y su despreciable “madame”, Ghislane Maxwell, han sufrido consecuencias legales por una empresa pederasta que se extendió por cerca de dos décadas.
Sin embargo, para el sector más desinformado, con menos escolaridad y más paranoico de MAGA -los más pobres, en este caso blancos-, el caso ha sido algo más. Los abusos del círculo de Epstein calzaron de forma perfecta en las teorías conspirativas que forman parte del irracional y hasta absurdo ideario político del fascismo norteamericano. Para este grupo, los temas sociales de relevancia no pasan necesariamente por la acumulación indiscriminada de la riqueza o la mercantilización del estado.
Para ellos los problemas se originan, entre otras cosas, en las acciones de una cábala de pederastas miembros de una élite que controla el mundo y cuya principal agenda sería continuar violando menores impunemente y en versiones más afiebradas, incluso bebiendo su sangre como elixir de juventud. Demás está decir que los cabecillas serían del Partido Demócrata, liderados por Hillary Clinton y los millonarios que financian las campañas de ese partido, como George Soros.
Una de las ramificaciones de esta teoría, “Pizzagate”, pudo tener consecuencias fatales en el 2016, cuando, en respuesta a una teoría de internet, un hombre disparó su rifle automático en una pizzería de Washington D.C. intentando liberar a unos niños que supuestamente estaban en el sótano siendo explotados.
Si utilizar la lucha contra una élite de pedófilos y otras conspiraciones falsas como bandera política suena absurdo, es porque lo es. Sin embargo, por absurdas que sean, estas fabulaciones rara vez son ingenuas y menos inocuas. Tampoco son nuevas.
Como lo avalan múltiples autores de la posguerra, las teorías conspirativas falsas son parte esencial de un proyecto político en el que la razón, la lógica y hasta los sentidos, dejan de ser el parámetro común de entendimiento entre las personas y la verdad se convierte en lo que decida quien ejerce el poder.
Las conspiraciones cumplen múltiples propósitos, pero en lo fundamental, buscan ofuscar y desviar el debate de la realidad política y económica, la arena donde los problemas de las personas se originan y pueden resolverse, para poner la discusión en un ámbito indescifrable, sin sentido lógico y por ende, sin solución.
En un afán por movilizar a la masa que encuentra algún sentido en sus ideas y canalizar el resentimiento en dirección opuesta a posibles soluciones, los intereses que fomentan las teorías conspirativas buscan culpables donde no los hay. De esta manera, el problema no es que Elon Musk vaya a convertirse en el primer “trillonario” de la historia, sino el inmigrante que llegó caminando en busca de ayuda, presentado a la opinión pública como pedófilo en potencia.
Este uso calculado de la mentira como modo de adquirir y mantener el poder es un rasgo fundamental e inequívoco del fascismo, y retrata sin exageración el momento que vive EE.UU., un país irreconocible, liderado por un hombre incapaz de actuar de buena fe y una camarilla de aduladores que se niegan a detenerlo.
Para este grupo, públicamente defensores acérrimos de la niñez, enemigos de los abusos sexuales y dedicados seguidores de Trump, encontrarse malas noticias en el “archivo Epstein” sería como un triple golpe mortal. Si lo que sabe hasta ahora y sigue goteando insinúa algo, Trump y su régimen seguirán tratando a toda costa de evitar que la verdad se sepa.