
Marian Lutzky, autora del libro “Maleducandos”: “Pienso la literatura juvenil como obras que abren al diálogo y conmueven”
Maleducados, cuenta su autora, Marian Lutzky, ganadora del Premio Marta Brunet a la literatura infantil y juvenil, categoría juvenil 2021, “me hace pensar en una energía fundamental que habita entre los jóvenes, que también es dolorosa, incierta y bella”. Estas son parte de las emociones que recorren a los personajes de este libro ilustrado, novedad editorial de Ediciones Libros del Cardo.
Ilustrado por Camile Jeréz, Maleducandos narra en breves fragmentos -“retazos de la escena escolar”, en palabras de la autora- algunos sucesos cotidianos de un grupo de adolescentes, sus relaciones personales y familiares, las expectativas que se ponen sobre ellos y el control del sistema escolar en contraposición -a veces- con las búsquedas propias de la edad.
Como explica la autora, “le puse Maleducandos, porque pienso en el lugar de la experiencia, de hacer experiencia, de sujetarla, de estar aprehendiendo la vida”; todo esto en esta etapa, que se vive “como quien camina en un puente colgante y se toma firme de sus barandas móviles”.
“El espacio de incertidumbre, el arribo de la culpa, la exploración sexual, los mandatos contemporáneos, el miedo y el deseo, el peso de la familia, lo político y poético, y sobre todo la nostalgia de la infancia, fueron armando los escenarios que pueblan este libro”, agrega.
El primer lanzamiento de Maleducandos se desarrollará en Valdivia, precisamente en Casa Prochelle, de la Corporación Cultural de la Ilustre Municipalidad de Valdivia, ubicada en Avenida Los Robles Número 4, Isla Teja, Región de Los Ríos, el próximo viernes 22 de agosto a las 19.30 hrs. La autora estará acompañada de la editora del sello Cocorocoq Editoras y escritora Patricia Cocq, a cargo de presentar el libro, y de la poeta y editora de Ediciones Libros del Cardo, Gladys González.
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-¿Cómo nace Maleducandos?
Maleducandos comenzó a gestarse cuando tenía alrededor de veinte años y un deseo imperante de huir del propio deseo, de su intensidad, y, a la vez, mucha incertidumbre vital. La idea era escribir sobre lo que se despliega alrededor de una sala de clases, los claroscuros de la adolescencia. El contexto del libro era el corralito argentino que me encontró en cuarto año de la educación media. Gobernaba Néstor Kirchner cuando esbocé los primeros textos, en el año 2003. Ninguno de esos manuscritos se conserva en este libro, sin embargo, mantienen una temperatura que los conecta.
Retomé el impulso de escribir retazos de la escena escolar y la vida adolescente muchos años después, con el estallido social chileno, motivada al trabajar en distintos contextos educativos básicos, medios y universitarios. El espacio de incertidumbre, el arribo de la culpa, la exploración sexual, los mandatos contemporáneos, el miedo y el deseo, el peso de la familia, lo político y poético, y sobre todo la nostalgia de la infancia, fueron armando los escenarios que pueblan este libro.
-¿Cómo ves el campo de la literatura infantil y juvenil actual en Chile?
Me gusta hablar de literatura y lectores que van encontrando un lugar de pertenencia en los libros que circulan. Una literatura que interpela a aquellos jóvenes que se la juegan por cambiar un destino que en Latinoamérica -y en el mundo- pareciera estar escrito. Cuando pienso en literatura, o literatura con adjetivo de juvenil, pienso en obras que abren al diálogo (interno-externo) y conmueven. Hay personas que admiro mucho y están escribiendo, creando, son poetas, narradores, editores que están abriendo espacios y temáticas, explorando formas y también mediadores, los maestros/as son fundamentales.
-¿Qué significa hoy el contenido de este libro para ti, que estás en otra etapa de tu vida?
Si pudiera hablar de una temperatura del libro, sería la del fuego, algo que se quema y que ilumina a la vez. Maleducandos es un poco eso. Un lugar que arde -la juventud- al que vuelvo y del que me voy también. Me hace pensar en una energía fundamental que habita entre los jóvenes, pero también es dolorosa, incierta y bella.
Le puse Maleducandos, porque pienso en el lugar de la experiencia, de hacer experiencia, de sujetarla, de estar aprehendiendo la vida. Como quien camina en un puente colgante y se toma firme de sus barandas móviles.
-¿Cómo ves el rol del sistema educativo actual en relación al que viviste y que inspira en parte la escritura de Maleducandos?
Veo profesoras y profesores con un nivel de estrés muy alto debido a la falta de protección y contención de parte del estado, mucha incertidumbre, una alta rotación laboral y un sistema de alta desigualdad estructural. Ser profesor o profesora es un oficio de alta demanda, muy hermoso, que admiro mucho, y requiere de un compromiso político y ético. Las bibliotecas en este sentido son fundamentales, las públicas y escolares, los espacios de convergencia, los centros de estudiantes, que dan apertura a la vida política y aportan a la mirada social, comunitaria, de los otros, mirarse es fundamental. Hay una notable capacidad organizativa de los jóvenes que valoro y me hace cuestionar como adulta cómo lo estamos haciendo, si bien han sido actores clave en las transformaciones sociales y educativas, me parece injusto que sobre ellos recaiga tanta responsabilidad.
-¿Cuál ha sido tu experiencia desde el fomento lector en Valdivia?
He sido muy afortunada ya que aquí se ha armado un grupo de poetas, editores, docentes, maestras y maestros con los que comparto, aprendo y disfruto entorno a los libros y la literatura. Gozo mucho compartiendo lecturas con las infancias y las juventudes, me mantienen alerta, expanden el campo visual de lo que están leyendo, sus intereses y necesidades de lectura y creación. Hago revistas hace mucho tiempo, como Gatoperro o Verdad y Belleza; modero clubs de lectura de manera horizontal, y ese espacio común, colectivo, enriquece mi escritura, mi vida, y me vitaliza.
-¿Cómo fue el proceso de trabajo para lograr las ilustraciones? ¿Cuáles fueron las premisas que tomaron para colaborar con Camile?
Nos reunimos virtualmente con Camile, en pandemia, Camile es una persona muy sensible y con una mirada que compartimos inmediatamente en relación al libro, allí conversamos sobre la temperatura de la obra, los colores, y las formas. Decidimos que no habría rostros identificables, por ejemplo, y que se podría detener en detalles que le hablaran, el trabajo gráfico implicó mucha libertad y representó un gran aporte desde la perspectiva de la ilustración.
-Hay un componente de clase en los sucesos que abordas en las narraciones. ¿Cómo lo describirías?
A través de los imaginarios presentes en los relatos del libro, intenté retratar las tensiones relacionadas al sentido de pertenencia y búsqueda de identidad en una sociedad estructuralmente desigual, y también, problemáticas transversales.
-¿Cuán importante crees que puede ser visibilizar estos sueños, anhelos y temores de las y los jóvenes?
Las historias abren al diálogo, y creo que pueden acercarnos de manera afectiva y más empática a las generaciones de las que nos vamos alejando como adultos. Encontrar belleza en el deseo, esperanza en el miedo, y acompañar. Crecer es muy difícil, creo que hace falta empatizar con ese cambio. Es como una mudanza forzada.
-¿Cuál es el mensaje que te gustaría dejar con este libro?
Me interesa despertar un deseo, convocar un espacio de conversación donde mirarse a través de las historias y la poesía, donde dialogar.