
¿Por qué tanto miedo al comunismo si nunca hemos gobernado?
Se acercan nuevas elecciones presidenciales y, como cada vez que el pueblo empieza a hablar de cambios reales, el anticomunismo se instala en los medios, en los matinales, en la política de salón. Se dice que el Partido Comunista es peligroso, que trae el modelo cubano o venezolano, que es una amenaza. ¿Peligro para quién?
Lo curioso es que el Partido Comunista de Chile jamás ha gobernado este país. Ha sido parte de coaliciones, sí, pero nunca ha dirigido el Ministerio de Hacienda, nunca ha controlado las Fuerzas Armadas, ni ha decidido las reglas del juego. Y, sin embargo, es el que siempre está “a prueba”. Como si tuvieran que demostrar, una y otra vez, que son demócratas.
Pero los comunistas no nos avergonzamos de lo que somos ni de la historia que representamos. Muy por el contrario.
Un partido con memoria, con lucha y con pueblo
El Partido Comunista no llegó ayer a la política chilena. Lleva más de un siglo peleando por derechos laborales, por justicia social, por acceso a la salud, la educación y la vivienda. Apoyó la Unidad Popular cuando la esperanza se vestía de rojo, y resistió cuando la dictadura lo empujó a la clandestinidad y a la muerte.
Los nombres de los comunistas no están en las actas de la Junta Militar, ni en las fortunas hechas a costa del saqueo de empresas públicas. No fue el Partido Comunista quien justificó la tortura, el exilio ni los desaparecidos.
Y, sin embargo, es a los comunistas a quienes se interroga cada cuatro años. Es a los comunistas a quienes se pide condenar a Cuba, a Venezuela, a cualquier país que haya intentado -con aciertos o errores- construir una alternativa al modelo neoliberal.
¿Y quién le pide explicaciones a Estados Unidos?
El supuesto “modelo exitoso” del capitalismo globalizado tiene hoy más de 40 millones de personas sin acceso regular a salud, cifras alarmantes de criminalidad, una epidemia de personas sin hogar, y una política exterior basada en la intervención, el bloqueo y la guerra. ¿No es acaso ese el modelo que ha generado más miseria y muerte en el mundo?
Desde Vietnam a Irak, desde Afganistán a Palestina, Estados Unidos ha sembrado destrucción, impunidad y violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Y sin embargo, ningún periodista pregunta a la derecha chilena: ¿ustedes condenan eso?
Hoy, en pleno 2025, la derecha chilena todavía defiende a Pinochet. Niegan los crímenes de la dictadura, celebran el “legado económico” del neoliberalismo y promueven un autoritarismo que se disfraza de orden. Pero a ellos nadie les exige explicaciones. Nadie les pide “probar su compromiso con la democracia”. Nadie les dice que están “manchados” por los crímenes de sus referentes históricos.
En cambio, a los comunistas, se les exige rendir pruebas constantes de “blancura”. Se les pregunta por Cuba, por Venezuela, por Corea del Norte, como si cargaran con la historia de todos los procesos revolucionarios del mundo. Y no solo eso: se dice que el comunismo ha fracasado siempre.
¿De verdad fracasó el comunismo?
Los procesos socialistas en América Latina han estado históricamente asediados. Cuba lleva más de 60 años bloqueada económica y comercialmente por Estados Unidos. Venezuela ha sido blanco de sanciones, sabotajes y financiamiento externo a golpes de Estado. ¿Es justo hablar de fracaso cuando se les impide siquiera respirar?
Y al otro lado del mundo, ¿quién se atreve a hablar de China? Nadie, porque ha demostrado que sí es posible otro camino. Ha invertido en ciencia, en salud, en educación. Ha erradicado la pobreza extrema y ha liderado áreas que occidente no quiere mirar: inteligencia artificial, energía verde, innovación. No será un modelo perfecto -ninguno lo es-, pero sí demuestra que hay otras formas de organizar una sociedad.
Los comunistas no tenemos sangre en las manos
Los comunistas no levantamos campos de concentración. No desaparecimos estudiantes ni hicimos fortunas con las privatizaciones. Nunca fuimos parte del poder que impuso el miedo y el silencio. Siempre estuvimos al lado de quienes resistieron.
Y, sin embargo, es el Partido Comunista quien debe dar explicaciones. Como si sus ideas fueran más peligrosas que su historia.
Pero no vamos a renegar de nuestras convicciones. No pedimos permiso para defender un país más justo. Lo hacemos desde la ética, desde la memoria y desde la experiencia de haber estado siempre del lado correcto de la historia.
El miedo al comunismo no es miedo a un partido. Es miedo al pueblo.
Porque lo que verdaderamente incomoda no es el PC. Es lo que representa, los trabajadores que se organizan, las mujeres que luchan por igualdad, territorios que exigen dignidad, juventudes que ya no temen decir lo que piensan.
Ese es el verdadero temor de las élites: que dejemos de tener miedo.