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El dilema de la Democracia Cristiana: Entre la supervivencia camaleónica y la fidelidad doctrinaria
Foto: Agencia Uno (Junta Nacional DC)

El dilema de la Democracia Cristiana: Entre la supervivencia camaleónica y la fidelidad doctrinaria

Por: Tomás Reyes Sepúlveda | 29.07.2025
La DC llegó a la Junta Nacional del fin de semana pasado, instancia que resolvió apoyar la candidatura de Jara -en desmedro de mantener la opción del entonces timonel de la colectividad-, en un contexto donde el pacto parlamentario con el oficialismo, y la consiguiente supervivencia camaleónica de la DC, se volvieron factores determinantes.

La Democracia Cristiana surgió el 28 de julio de 1957, como una síntesis de diversas corrientes socialcristianas y falangistas que aspiraba a erigirse como un proyecto equidistante de la izquierda y la derecha. Por tanto, se posicionó, sin haberlo deseado necesariamente, en el centro del sistema político chileno. 

Lejos de las pompas y honores que esta fecha podría significar, la tienda de la flecha roja estuvo plenamente centrada en la reciente Junta Nacional, la cual se revistió de una importancia no menor: su posicionamiento ante los comicios presidenciales venideros.

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En este aspecto, no sólo debía definir su apoyo (o no) a la candidatura de Jeannette Jara, sino que también, como lo aseveró recientemente su ahora presidente, Francisco Huenchumilla, asegurar su subsistencia como colectividad y como fuerza parlamentaria.

¿Por qué el histórico senador demócrata cristiano ponía en el centro tales definiciones? La contestación no sólo se resume en la existencia legal de la colectividad, al visualizar la posibilidad de no obtener sobre el 5% solicitado por el Servicio Electoral chileno, sino que también incide el debate ideológico y doctrinario que trae consigo una posible alianza con el comunismo.

En efecto, el histórico problema del comunismo volvió a tocar la puerta de la tienda demócrata cristiana. Una gran parte de la militancia, que vivió los avatares dictatoriales y los años de la Concertación, creen ver en el acercamiento hacia el comunismo una decisión sumamente pragmática que atenta contra el ideario humanista cristiano que profesa, al menos nominalmente, la DC

En tanto, otra parte de la colectividad, cuyas primeras socializaciones políticas se desarrollan en el ocaso concertacionista y en su consiguiente aproximación al PC, al conformar la Nueva Mayoría, no ven en tal articulación un problema, aun cuando presentan algunos miramientos con la posición del PC frente a ciertos eventos o procesos internacionales, como la situación en Cuba y Venezuela. 

Además, el “problema comunista” vino acompañado del fantasma de la tesis del ‘camino propio’, propuesta desechada tras el fin de la experiencia concertacionista, pero que ha tendido a aparecer fantasmagóricamente en ciertas ocasiones en los que la colectividad ha aspirado a situarse en medio del mapa político. Tal espectro permitió la tímida asunción de Alberto Undurraga, hoy ex presidente de la DC, como candidato a la presidencia, guiñando el ojo a quienes aún abogaban por retomar los resabios de la Concertación, mientras que, en el Congreso, el diputado Eric Aedo “coqueteaba” con la opción comunista. 

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Con este escenario la DC llegó a la Junta Nacional del fin de semana pasado, instancia que resolvió apoyar la candidatura de Jara, en desmedro de mantener la opción del entonces timonel de la colectividad, en un contexto donde el pacto parlamentario con el oficialismo, y la consiguiente supervivencia camaleónica de la DC, se volvieron factores determinantes.

Tal decisión militante provocó la renuncia de Undurraga tanto a su opción presidencial como a la dirección partidaria, aseverando que la resolución de la Junta era un error doctrinario, programático, político y electoral. Esto porque, según su punto de vista, el izquierdizar la propuesta demócrata cristiana no había traído réditos para la colectividad, incluso provocando que la DC pierda apoyo institucional y electoral. 

Aquello se ve expresado no sólo en las masivas fugas de militantes, sino que también en la erosión del horizonte electoral de la DC. Tal como lo han indicado algunos últimos estudios, su base electoral tradicional (como los sectores aspiracionales de clase media, moderados, católicos) se aproximó a la derecha, mientras que la juventud lo define como un partido del establishment, incapaz de representar y movilizar las demandas actuales de la ciudadanía, tendiendo a acercarse al FA o al propio PC. 

Lo cierto es que, una vez más, la DC parece caminar por la cuerda floja, sin saber posicionarse políticamente tras la Concertación, esta especie de criatura política moldeada por la alianza con el humanismo laico representado por el PS, y buscando recuperar los alcances proyectivos y partidarios que tal experiencia supuso.

Lo dramático del escenario actual es que, a diferencia de ocasiones anteriores, la DC decidió apoyar la opción de Jara sin siquiera negociar ni establecer alguna exigencia programática que le permitiera, al menos, ofrecer una perspectiva humanista cristiana que incida en la conformación de la nueva carta presidencial de la centroizquierda. 

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