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Milei, “el arquetipo mesiánico”
Foto: Agencia Uno

Milei, “el arquetipo mesiánico”

Por: Renan Miranda Salazar | 29.07.2025
Debemos recuperar el mensaje radical de Jesús: su opción por los pobres, su denuncia a los poderosos, su invitación a vivir una espiritualidad encarnada, solidaria y compasiva. La teología cristiana debe volver al Jesús de los evangelios o quedará presa de los templos del espectáculo, de la cruz convertida en negocio y del evangelio convertido en mercancía.

Hace pocos días, el presidente argentino Javier Milei volvió a invocar el Evangelio, esta vez desde el púlpito de un mega templo evangélico en el Chaco, Argentina. Con tono mesiánico, exaltó los valores judeocristianos como fundamentos de Occidente y citó las tentaciones de Jesús como si el Evangelio validara su cruzada ideológica.

Esta manipulación de la fe cristiana no es nueva, pero sí especialmente peligrosa en tiempos donde la religión es utilizada para justificar el despojo, la desigualdad y el capitalismo más salvaje.

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Milei argumenta que el “espíritu del capitalismo” emergió del protestantismo. Tiene razón parcialmente: la ética protestante -especialmente el ascetismo calvinista, como explicó Max Weber- alimentó un ethos racional, disciplinado y productivo. Pero no fue Calvino quien diseñó un sistema económico para enriquecer élites.

Su preocupación era la soberanía de Dios y la responsabilidad del creyente. La instrumentalización vino después, cuando teólogos, empresarios y políticos adoptaron ese legado a un sistema que convirtió el evangelio en letra muerta y la espiritualidad en rendimiento económico.

Cuando Milei cita el relato de las tentaciones de Jesús (Lucas 4), lo hace sin una mínima mediación hermenéutica. Afirma que Jesús rechazó el Estado moderno, confundiendo un relato teológico con un juicio político. En realidad, el texto habla de la voluntad de poder, del deseo humano de dominar, acumular y someter. Satán, figura simbólica de ese impulso destructivo, ofrece a Jesús “todos los reinos de la tierra”. Pero Jesús se rehúsa. No porque rechace la política, sino porque decide ejercer poder desde otro lugar: el servicio, la cruz, la fidelidad al Reino de Dios.

Este relato bíblico, lejos de legitimar el neoliberalismo, lo confronta. Porque en la lógica del Reino, la riqueza no es señal de bendición, sino un riesgo espiritual. Jesús fue claro: “¡Ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vues1112tro consuelo!” (Lucas 6:24). Y también: “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).

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La manipulación del discurso religioso no solo es una falta de respeto teológica: es un proyecto de poder. Como advirtió David Harvey, el neoliberalismo no es solo una teoría económica, sino una estrategia global para restaurar el poder de las élites. Privatiza, expropia, desmantela derechos y transforma el mercado en dios. Cuando un líder político invoca a Dios para justificar ese sistema, se está gestando una nueva forma de idolatría: el culto a Mammon disfrazado de evangelio.

Frente a esto, debemos recuperar el mensaje radical de Jesús: su opción por los pobres, su denuncia a los poderosos, su invitación a vivir una espiritualidad encarnada, solidaria y compasiva. La teología cristiana debe volver al Jesús de los evangelios o quedará presa de los templos del espectáculo, de la cruz convertida en negocio y del evangelio convertido en mercancía.

Desde América Latina, tierra de saqueo y resistencia, donde la fe ha sido también esperanza en medio del dolor, levantamos una voz profética. En este tiempo de bestias disfrazadas de corderos, de religiones sometidas al mercado, decimos con firmeza: sólo el Cordero es digno de recibir el poder y la gloria (Apocalipsis 5:12). No el capital, ni las corporaciones, ni los imperios de turno.

Que nuestra espiritualidad no sea la del trono, sino la de la cruz. Que nuestra fe no sea evasión, sino compromiso. Y que nuestra esperanza no esté en los poderosos de este siglo, sino en el Dios que levanta a los humildes y humilla a los soberbios.

¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!

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