
Sin industria no hay desarrollo
El economista de Cambridge, Ha Joon Chang, en el marco del encuentro sobre Democracia Siempre, convocado por el presidente Boric, reiteró, lo que ha dicho en otras visitas a Chile: sin industria no hay desarrollo. Y lo dijo preocupado por el bajo grado de industrialización existente en nuestro país, junto a un crecimiento agotado.
Ha Joon Chang sabe lo que dice. Es un estudioso del desarrollo económico en el mundo y sobre todo tiene la experiencia de su propio país, Corea del Sur, cuyo progreso ha sido notable, desde el término de guerra entre los dos coreas. Un desarrollo, fundado en actividades industriales y con una intervención muy dinámica y selectiva del Estado, que ha permitido diversificar y sofisticar el tejido productivo, que a principios de los años sesenta estaba fuertemente dominado por el sector primario.
Así las cosas, el promedio anual de crecimiento de Corea del Sur ha sido cercano al 6% entre 1960 y 2022, junto a una educación de alta calidad y con gasto en ciencia y tecnología superior al 4% del PIB.
No es lo que ha sucedido en Chile, cuya economía, basada en la explotación y exportación de materias primas, luego de un buen crecimiento en los años noventa, ha sufrido una caída sistemática de la tasa del PIB y de la productividad, a lo que se agrega una educación de baja calidad y gasto en ciencia y tecnología de apenas el 0,35% del PIB.
Mientras se han potenciado los sectores extractivistas, la actividad industrial se ha reducido notablemente en nuestro país, desde un 25% en los años sesenta a solo un 9% actualmente. Y ello es preocupante ya que no existen países desarrollados con un aparato industrial frágil.
Ciertamente existen países con alto ingreso per cápita productores de recursos naturales, pero son extremadamente dependientes del exterior y sufren ciclos negativos con los bruscos vaivenes que experimenta la economía mundial de tanto en tanto.
Además, como dice Chang, el desarrollo tecnológico y la innovación se presentan predominantemente en la industria. En efecto, según la OCDE, el 73% de la I+D (investigación y desarrollo) empresarial mundial la explican las empresas industriales, donde países como Corea del Sur, Alemania, Japón y China alcanzan niveles entre el 85% y el 90%.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que la industria realiza un aporte muy fundamental al empleo de calidad y a una movilidad social ascendente (ya que obliga al progreso educacional) y, también, favorece el desarrollo territorial, ya que la industria despliega la actividad económica más allá de los focos productivos extractivistas.
La Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) agrega un factor adicional sobre la relevancia de la industria, ligado al desarrollo sostenible, que es de gran preocupación en la actualidad:
“La industria manufacturera contribuye de forma importante a la innovación ecológica: el 60 % de todas las patentes verdes del mundo pertenece a empresas industriales. Por lo tanto, acelerar el desarrollo industrial sostenible es fundamental para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (ODS)” (ONUDI, Informe 2024).
La política industrial, gracias al Consenso de Washington y a una globalización excluyente, perdió popularidad en los años noventa; sin embargo, en los tiempos que corren, con el agotamiento del neoliberalismo, ganan fuerza nuevamente las ideas transformadoras con los economistas Ha Joon Chang, Stiglitz y Mazzucato y, también, con una CEPAL que recupera su pensamiento histórico.
Así las cosas, las políticas industriales aparecen en el centro de las preocupaciones para avanzar al desarrollo, las que además adquieren reconocimiento frente a la ola proteccionista de Donald Trump y, también, a sus exigencias para acceder, sin condiciones, a materias primas y tierras raras necesarias para las tecnologías de última generación.
Ello significa que nuestro país tendrá que pensar seriamente en superar el modelo productor y exportador de recursos naturales y, mediante políticas industriales, desafiar las ventajas comparativas estáticas, para modificar su matriz productiva tradicional y avanzar hacia una industria moderna, la que permitirá recuperar el crecimiento económico y la productividad.
En consecuencia, la industria debe ser el punto de referencia para recuperar el crecimiento, lo cual exige un Estado más activo. Este, junto al empresariado, los trabajadores y las regiones deberán estudiar y decidir cuáles son las industrias más apropiadas y rentables a impulsar.
Por cierto, hay que tener presente que los críticos en Chile a un nuevo proyecto productivo industrializador (que abundan), sostendrán que es imposible competir con la industria china y que habrá que seguir en el extractivismo. Sin embargo, el mismo Ha Joon Chang responde a ese argumento señalando:
“El hecho de que China esté desarrollando industrias y dificultando que otros países se pongan al día en esa área requiere una visión más dinámica. China está creciendo y volviéndose poco competitiva en los sectores de bajos salarios. A medida que los chinos se hacen más ricos, demanda más commodities y también insumos manufacturados de otros países. Hay que aprovechar esa oportunidad, porque China no solo produce, también compra” (entrevista a Ha Joon Chang en revista Cenital, 27-03-2025).
Es preciso entonces ganar el tiempo perdido. El modelo económico en curso, que minimizó el Estado y entregó todas las decisiones al mercado, cerró las puertas a la diversificación productiva, favoreciendo el extractivismo. Ello, también, multiplicó una educación de baja calidad, mientras la inversión en ciencia y tecnología se redujo a una expresión insignificante.
En consecuencia, para recuperar la actividad económica habrá que focalizarse en la industria y ésta es la que favorecerá un desarrollo que eleve la calidad de la educación y potencie la ciencia y la tecnología, recupere la productividad, mejore la calidad del trabajo, y favorezca los equilibrios territoriales y medioambientales.