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Retrotraer el PCCh al POS
Fundación del POS en 1912 / fotografiapatrimonial.cl

Retrotraer el PCCh al POS

Por: César Sánchez | 15.07.2025
Desde el fin de la Guerra Fría, el PCCh ha contribuido con fuerza a la defensa de los derechos de las y los trabajadores (enhorabuena), pero también ha sostenido su apoyo a los regímenes comunistas del mundo (dictaduras). Y esta dualidad le ha significado tanto admiración como animadversión.

A comienzos de junio de 1912, una sección de miembros del Partido Democrático de Tarapacá liderados por Luis Emilio Recabarren decidió escindirse de dicha agrupación para conformar un nuevo conglomerado: el Partido Obrero Socialista (POS).

En su “programa mínimo de mejoramiento social” se proponían medidas como la instauración del Estado laico, la reforma al Código Civil para lograr la igualdad de sexos, la abolición de la pena de muerte, la responsabilidad patronal frente accidentes laborales, la supresión del trabajo femenino durante el embarazo, la creación de una casa de maternidad para hijos de obreras y la higienización y urbanización de los barrios populares. Propuestas que hoy, más de un siglo después, cualquier persona consideraría un mínimo civilizatorio.

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A fines de 1917, la revolución bolchevique liderada por Lenin estableció en Rusia una dictadura de “vanguardia obrera” que buscaba guiar a los trabajadores por el “correcto camino revolucionario”. Su impacto ideológico se expandió por todo el mundo durante muchos años, y Chile no fue la excepción. Desde antes de la fundación del POS, el movimiento obrero liderado por Recabarren perseguía el internacionalismo y el triunfo de los revolucionarios de Rusia significó para ellos el faro que este objetivo requería.

En enero de 1924 el III Congreso del POS decidió adherirse a la Internacional Comunista (Komintern) y refundarse en el Partido Comunista de Chile (PCCh). Esta adhesión implicó aceptar las “21 condiciones para la admisión a la Internacional Comunista”: ruptura con el reformismo, combinar actividades políticas legales como ilegales, creación de una organización clandestina y la organización centralizada del Partido, entre otras.

Junto con ello, se comenzaron a hacer más presentes los “emisarios de la internacional comunista” que se ocuparon en alinear a la organización chilena al “correcto camino revolucionario”. A diez años de nacer llegaba a su fin la autonomía, la originalidad y la coherencia con la realidad nacional del primer partido esencialmente obrero en Chile.

La subordinación del PCCh a los lineamientos programáticos e ideológicos de Moscú se mantuvo mientras la URSS existió. No obstante, la caída de la URSS a comienzos de la década de 1990 pudo significar la oportunidad de volver a las raíces que motivaron el surgimiento del POS: desarrollar una propuesta original y basada en la realidad nacional a los problemas de la clase trabajadora chilena.

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Sin embargo, el camino tomado por la dirigencia comunista nacional fue otro: continuar fiel al legado del profeta muerto tras la caída del muro de Berlín y mantener su apoyo a los antiguos aliados comunismo internacional, como Cuba.

Desde el fin de la Guerra Fría, el PCCh ha contribuido con fuerza a la defensa de los derechos de las y los trabajadores (enhorabuena), pero también ha sostenido su apoyo a los regímenes comunistas del mundo (dictaduras). Y esta dualidad le ha significado tanto admiración como animadversión.

Nadie sensato podría negar los aportes del comunismo chileno al bienestar de las y los trabajadores, pero es su porfiada vinculación con los regímenes no democráticos lo que lastra su crecimiento en popularidad y ofrece un flanco vulnerable -y suculento- a sus adversarios.

Es por eso que, invocando a la historia del movimiento obrero chileno, me permito hacer una petición: que el Partido Comunista de Chile se retrotraiga al Partido Obrero Socialista, que vuelva a las razones que le dieron origen. Razones que no han perdido vigencia y que aun cualquier persona consideraría un mínimo civilizatorio. Y en medio del contexto político nacional e internacional actual, este planteamiento es vital.

Tiempos donde el crecimiento de la extrema derecha amenaza con conculcar los derechos fundamentales y garantías logradas tras año de lucha ciudadana. ¿Cómo pretenden que la ciudadanía deposite democráticamente en sus manos la confianza y el mandato popular si constantemente se esfuerzan por respaldar modelos políticos que niegan esa misma democracia?

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