
El Partido Comunista y la democracia: Lo que muchos no quieren reconocer
Es habitual que se critique al Partido Comunista (PC) respecto a su compromiso con la democracia, clasificándose como una amenaza inminente en caso de llegar al poder. Incluso algunos han sugerido su prescripción como partido político.
Sostendremos que este temor es infundado y se basa en argumentos que no resisten un análisis detenido. Más aún, muchas veces refleja una estrategia retórica para deslegitimar propuestas legítimas que promueven una mayor distribución de la riqueza, una presencia más activa del Estado en la economía y una ampliación de los derechos laborales.
Uno de los argumentos más utilizados para señalar el carácter antidemocrático del PC es su afiliación marxista-leninista. Sin embargo, hay al menos dos razones por las que esto es un error. Las ideologías políticas no son fotografías de sus orígenes, evolucionan con el tiempo y se adaptan a contextos diversos.
Así como existen múltiples formas de liberalismo o conservadurismo, también hay distintas expresiones del comunismo. Prueba de ello es que en la actualidad el comunismo cubano es muy diferente del chino, y ambos distan de forma significativa de los modelos soviéticos. El PC chileno cuenta con más de 100 años de historia donde han existido debates internos, experiencias irrepetibles y desarrollos teóricos propios sobre la relación entre su proyecto y la democracia.
La política no es una ciencia exacta, existe un gran espacio de indeterminación y contingencia. Una ideología no es un conjunto de propiedades inmutables, sino un núcleo de principios compartidos que pueden ser interpretados de manera flexible, lo que da lugar a opciones muy diferentes dentro de una misma familia.
Por ejemplo, el liberalismo ha sido una de las doctrinas políticas más influyentes de occidente, pero solemos encontrar diferencias significativas entre quienes se definen a sí mismos como liberales. Así, en Chile tenemos opciones tan distantes como el Partido Liberal o Evopoli. De la misma forma, los comunismos son muy diferentes unos de otros. El PC de Chile ha hecho de la vía institucional, participativa y electoral el corazón de su estrategia política.
Un segundo argumento sostiene que el PC es un riesgo para la democracia porque sólo cree en ella como un medio, en lugar de un fin. Este argumento parece sólido porque es natural pensar que los demócratas valoran la democracia en sí misma, pero requiere mayor análisis. En la práctica, pocas ideologías consideran la democracia representativa como fin último.
El liberalismo la aprecia por su capacidad de proteger derechos individuales; el conservadurismo, por su contribución a la estabilidad; el republicanismo, por ofrecer garantías contra la dominación; y así. Todas estas visiones comparten un carácter instrumental porque valoran la democracia en función de otro horizonte normativo.
Por tanto, acusar al PC de antidemocrático por tener una adhesión instrumental es aplicar un estándar que casi ningún actor político cumple. Peor aún, se asume de antemano que el PC ocultaría una agenda autoritaria y se ignora toda evidencia contraria.
Sin embargo, al evaluar al partido por los hechos, se aprecia una trayectoria democrática. Ha optado por la construcción de mayorías, la participación en el debate parlamentario y el trabajo territorial. Este trabajo sostenido evidencia que su compromiso con la democracia no es un “medio transitorio”, sino una elección continua y consciente.
Otra crítica frecuente al PC es su apoyo a regímenes como los de Venezuela o Cuba. Si bien estas posturas son discutibles, no nos dicen nada sobre el carácter democrático de un partido. Primero, porque se trata de una falacia por asociación que busca deslegitimar a un actor político interno en función de su posición frente a gobiernos extranjeros, sin examinar su conducta nacional.
Segundo, porque si se aplicara ese criterio de forma coherente, también habría que cuestionar a sectores de la derecha por su afinidad con líderes autoritarios como Trump, Bolsonaro, Orban, Bukele, Milei o Netanyahu. Incluso si se pasa por alto su participación activa en la dictadura de Pinochet, un régimen que anuló la democracia por 17 años y cometió graves violaciones a los derechos humanos. Algo que lejos de estar en el pasado, continúa siendo apoyado por algunos de sus líderes.
Debemos evaluar al PC por su conducta real en la democracia chilena. No dejarnos llevar por prejuicios ni temores. Lo que está en juego no es nuestra simpatía por un partido político, sino la posibilidad de existencia de una opción que hoy representa de forma legítima a sectores organizados de trabajadores, estudiantes y movimientos sociales que creen en la deliberación pública, el voto y la articulación territorial.
Al realizar este examen, podemos ver que el PC ha actuado dentro del marco legal de manera sostenida: ha participado en elecciones libres, ha respetado la alternancia en el poder, ha contribuido a coaliciones plurales y ha promovido reformas mediante el Congreso. No ha intentado suprimir libertades ni controlar instituciones del Estado.
Más aún, su participación en los gobiernos de Michelle Bachelet y Gabriel Boric ha estado marcada por el respeto a los procedimientos democráticos, incluso cuando ello ha significado renunciar a ciertas demandas históricas.
No es necesario simpatizar con el PC para reconocer esto. La democracia no se protege vetando ideas incómodas, sino garantizando que todas ellas puedan competir en igualdad de condiciones, siempre que respeten las reglas comunes. Y el PC chileno, nos guste o no, es hoy un actor legítimo de esa disputa política.