Súmate a nuestro canal en: WhatsApp
Segundo semestre: Desafíos urgentes y compartidos en la escuela
Agencia Uno

Segundo semestre: Desafíos urgentes y compartidos en la escuela

Por: Fernanda González Rojas | 07.07.2025
Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a aprender sin que sus condiciones o necesidades particulares sean una condicionante para ello. Nuestro desafío es ver cómo gestionar estratégicamente nuestros recursos para dar las respuestas más adecuadas en cada caso.

El segundo semestre siempre trae grandes desafíos en el ámbito escolar. No solo porque marca el cierre de un año académico, sino porque obliga a enfrentar todo aquello que no se logró trabajar en profundidad durante el primer periodo, tanto en lo formativo como en lo pedagógico.

En lo académico, es urgente acortar las brechas de aprendizaje que siguen presentes, especialmente en lectura. Los resultados del último SIMCE evidencian una importante brecha de género, pero también una brecha estructural que persiste entre estudiantes de establecimientos municipales, subvencionados y particulares pagados. A nivel nacional, es una problemática que aún no se logra resolver, y que requiere atención urgente.

[Te puede interesar] Directora de Médicos sin Fronteras para América Latina: "En este momento no hay un lugar seguro en la Franja de Gaza"

En matemática, si bien los resultados han mejorado, aún persisten los efectos del período post pandemia. Muchos aprendizajes simplemente no se han recuperado. Por eso, uno de los principales desafíos para todas las escuelas es implementar estrategias efectivas que permitan avanzar, sobre todo en los niveles más rezagados.

Desde el año 2018, con la implementación del Decreto 67, se ha promovido una forma distinta de evaluar, con foco en la evaluación formativa, que implica levantamiento de evidencia, análisis, retroalimentación y toma de decisiones pedagógicas. Sin embargo, todavía hay una brecha importante entre ese marco y lo que ocurre realmente en las salas de clases.

Las prácticas pedagógicas aún están centradas en la evaluación sumativa, es decir, en certificar aprendizajes. Cuesta dejar atrás la idea de que evaluar es sinónimo de controlar, cuando en realidad debería ser una herramienta para que los niños y niñas aprendan más y mejor. Estamos en un momento intermedio: salimos de un sistema de evaluación centrado en el control, pero todavía no llegamos del todo a uno que esté enfocado en el aprendizaje.

En términos de asistencia, también hay mucho por hacer, y en ello, la familia cumple un rol fundamental. Si los estudiantes no asisten, es mucho más difícil disminuir cualquier brecha de aprendizaje. Un estudiante que no se presenta con regularidad tiene menos oportunidades de aprender.

Por eso es clave que los apoderados se involucren más y no deleguen por completo la responsabilidad en las escuelas. La comunidad educativa tiene una parte importante de responsabilidad, sí, pero las familias también deben comprometerse activamente,cautelando la asistencia de sus pupilos a clases y en el monitoreo del cumplimiento de las responsabilidad escolares.

Desde la gestión escolar, otro tema urgente es la convivencia educativa. Los equipos directivos tienen el desafío de asegurar que los reglamentos internos se cumplan, y que los protocolos se apliquen como corresponde.

[Te puede interesar] Lautaro Muñoz: El “poeta chileno” que lleva décimas sobre cóndores y capibaras a escuelas de comunidades latinas en EEUU

La violencia en el aula, ya sea entre estudiantes o hacia docentes ha aumentado, y no puede seguir tratándose como un hecho aislado. Necesitamos asegurar ambientes sanos y seguros, para que nuestros estudiantes puedan aprender y para que los docentes puedan realizar su trabajo.

Este desafío también se cruza con la necesidad de avanzar en inclusión. El Objetivo N°4 de la Agenda 2030 la UNESCO establece que la educación debe ser inclusiva. Eso significa reconocer que nuestras aulas son diversas y que debemos responder con flexibilidad y pertinencia a esa diversidad.

Pero la realidad es que las comunidades escolares no cuentan con más recursos, más personal o más instancias de capacitación. Entonces, con las herramientas que ya existen, debemos buscar respuestas nuevas.

Esto parte por comprender que no todos los estudiantes son iguales. No aprenden de la misma forma, no tienen las mismas necesidades ni enfrentan los mismos desafíos. Lo primero es tener una mirada inclusiva, desde lo cultural y lo pedagógico, que parta desde los equipos directivos y se extienda hacia todos los educadores de la comunidad.

Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a aprender sin que sus condiciones o necesidades particulares sean una condicionante para ello. Nuestro desafío es ver cómo gestionar estratégicamente nuestros recursos para dar las respuestas más adecuadas en cada caso.

Con empatía, con esperanza, con compromiso, es posible. Pero debemos ser garantes del resguardo al derecho de la educación de nuestros niños, niñas y adolescentes. En ese contexto, no se puede negar, y todo esfuerzo que hagamos en esa dirección será siempre el primer paso para avanzar.

[Te puede interesar] Educación científica crítica: Una urgencia ética en tiempos de guerra