
Edadismo: El costo de ignorar la experiencia
En un contexto de envejecimiento poblacional acelerado, el edadismo -la discriminación por edad- constituye una injusticia social y un desatino económico. En América Latina, y particularmente en países como Chile y Argentina, existe un desperdicio del potencial de millones de personas mayores que desean, pueden y necesitan seguir contribuyendo. La exclusión de este grupo del mercado laboral supone una merma en la productividad, el conocimiento y la cohesión social que no podemos permitir.
De acuerdo a cifras presentadas por Pacto Global, en Chile el 76% de las personas mayores de 60 años declara experimentar dificultades para llegar a fin de mes, lo que les lleva a buscar ingresos adicionales. En Argentina, la situación es análoga: un elevado número de personas de la tercera edad continúa ejerciendo actividad profesional con el propósito de complementar pensiones que han sufrido una significativa pérdida de su poder adquisitivo. Y sin embargo, el mercado laboral no siempre muestra una actitud receptiva hacia ellos.
El prejuicio concerniente a la productividad y capacidad tecnológica de las personas de edad avanzada carece de fundamento. Según estudios recientes, el 80% de las personas con más de 50 años ha accedido a programas de capacitación formal, y el 76% se siente competente en el uso de herramientas digitales, tales como procesadores de texto o navegadores avanzados. Además, poseen competencias sociales altamente valoradas, como la gestión de conflictos, la tolerancia a la frustración, el compromiso y la comunicación efectiva.
La productividad intergeneracional se presenta como una oportunidad para el país.
La colaboración entre generaciones no es solo deseable, sino que también es estratégica. La integración de equipos multigeneracionales ha demostrado ser una estrategia efectiva para aumentar la productividad, fomentar la creatividad y fortalecer la resiliencia.
Mientras que los jóvenes aportan agilidad tecnológica y nuevas formas de aprendizaje, los mayores ofrecen perspectiva, experiencia y estabilidad emocional. La mentoría cruzada, en la que ambas partes se benefician mutuamente del intercambio de conocimientos, se erige como una herramienta de gran eficacia para la innovación y la cohesión organizacional.
Durante el primer trimestre de 2025, las personas mayores de 55 años constituyeron el único grupo etario que experimentó un incremento en su nivel de ocupación en Chile. Este dato no solo refleja necesidad, sino también disposición y capacidad. La efectiva integración de este segmento conllevaría la reducción de la presión sobre los sistemas de pensiones, el aumento del consumo interno y el fortalecimiento del tejido social.
Para que esta integración sea efectiva, es fundamental invertir en reskilling (reentrenamiento) y upskilling (mejora de habilidades). Existen iniciativas de gran valor, como los cursos del SENCE en Chile o las plataformas de Fundación Telefónica, que ofrecen formación digital gratuita. No obstante, es imperativo contar con una política pública sólida que asegure un acceso equitativo a estas oportunidades, especialmente para las personas mayores provenientes de sectores vulnerables.
Asimismo, es relevante adaptar las estructuras laborales, promoviendo el trabajo flexible, permitiendo jubilaciones parciales, reduciendo los costos de contratación de adultos mayores y fomentando modelos de mentoría. Estas medidas no solo benefician a los adultos mayores, sino que también preparan a las empresas para un futuro donde la diversidad etaria será la norma.
El edadismo no solo conlleva exclusión, sino también dolor emocional. Muchas personas de la tercera edad abandonan la búsqueda activa de empleo tras experimentar múltiples rechazos, lo que a menudo lleva a lo que se conoce como «desesperanza rendida». Esta situación puede tener un impacto negativo en su salud mental, autoestima y calidad de vida. El trabajo, más allá de la remuneración económica, constituye una fuente de propósito, vinculación social y envejecimiento activo.
Para abordar el problema del edadismo, es necesario implementar cambios culturales profundos. Es imperativo dejar de percibir la edad como una desventaja y comenzar a valorarla como una fuente de riqueza humana. Esta iniciativa implica la implementación de estrategias orientadas a la educación de empleadores, la revisión y eventual reforma de normativas laborales vigentes, y la generación de visibilidad en torno a casos de éxito de personas mayores que se mantienen activas y productivas.
La denominada «economía plateada», concepto que engloba las actividades económicas relacionadas con las personas de la tercera edad, representa una oportunidad de desarrollo sostenible. Para aprovechar su potencial, es necesario cambiar la percepción de las personas mayores como una carga y reconocerlos como una valiosa fuerza laboral, una fuente de conocimiento y un pilar para la cohesión social.