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Quemados al amanecer
© José Giribas / imagenesparamemoriar.com

Quemados al amanecer

Por: Cristián Pérez | 02.07.2025
Hoy se conmemora un año más de un caso que conmocionó al país, cuando dos jóvenes de 19 años, Rodrigo Rojas de Negri y Carmen Gloria Quintana, fueron quemados vivos por agentes por la dictadura.

Santiago de Chile, Los Nogales, comuna de Estación Central, 8 de la mañana del miércoles 2 de julio de 1986, hace exactamente 39 años. En el marco del paro nacional que ha sido convocado por la Asamblea de la Civilidad, organización opositora a la dictadura cívico-militar, que agrupa colegios profesionales, gremios y partidos políticos, varios jóvenes portando un bidón con combustible y cinco neumáticos, se aprestan a hacer una barricada para impedir el ingreso de fuerzas policiales al barrio.

En la esquina de Avenida General Velásquez con Germán Yungue son interceptados por una patrulla militar del Regimiento de Caballería Blindada N° 10 “Libertadores”. El pelotón armado era parte de la Unidad Fundamental Antisubversiva del Ejército, y estaba comandado por el teniente Pedro Fernández Dittus, e integrada por 3 civiles, 5 suboficiales y 17 conscriptos.

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La mayoría de los jóvenes logran escapar de la detención por las calles aledañas. Dos de ellos, el fotógrafo Rodrigo Rojas de Negri, de 19 años, que había llegado hacía pocos meses desde Estados Unidos donde vivía debido al destierro de su madre; y la estudiante universitaria de 19 años, Carmen Gloria Quintana, son apresados por la patrulla armada.

Enseguida, en una acción incomprensible, sobre sus cuerpos les vacían el bidón de combustible y les encienden fuego. Con gritos de dolor y pedidos de ayuda, los dos cuerpos se queman ante la mirada insensible de los uniformados.

Cuando ya están inconscientes, los envuelven en frazadas, los suben al camión que se dirige a Quilicura a más de 20 kilómetros del lugar del hecho. Una vez allí los arrojan a una acequia de regadío, para que, igual que los perros callejeros, se mueran. Sin embargo, horas después recobran el conocimiento y consiguen ayuda.

Ambos son trasladados a la Posta Central. El domingo 6 de julio, Rodrigo Rojas fallece debido a las quemaduras recibidas. Por su parte, Carmen Gloria Quintana, después de días de agonía, con más del 60% de su cuerpo quemado y varios dientes menos, sobrevive. Tiempo después, pudo trasladarse hasta Canadá para recibir tratamientos específicos.

El hecho causó indignación en la opinión pública nacional e internacional. Consternado por el hecho el grupo Illapu compuso la canción Para seguir viviendo, cuyos versos dicen:

Las llamas que trae el viento

Y que mi sudor no apaga

Levantan una muralla

Con bencina y con metralla

Las llamas ya no son llamas

Son hojas que van cayendo

Y en el medio de esas hojas

Mi voz seguirá viviendo

Mi voz seguirá viviendo

Rodrigo Rojas en llamas

Tu voz seguirá viviendo…

Pese a las abundantes versiones en sentido contrario, como tantas otras veces, Augusto Pinochet encabezó una maniobra de encubrimiento del crimen. Así, el Ejército negó que personal de su institución estuviera en el lugar o tuviera relación con el hecho.

Un par de semanas después, según el diario El País de España, luego de “una intensa presión de Estados Unidos y tras desmentir versiones anteriores, [el Ejército reconoció] que hubo soldados presentes cuando dos jóvenes fueron quemados vivos (…) Mediante un comunicado que leyó en la noche del pasado viernes el comandante de la guarnición de Santiago y jefe de la zona en estado de emergencia, general Carlos Ojeda Vargas, el Ejército informó que ha detenido y puesto a disposición de la justicia a 25 militares –tres oficiales, cinco suboficiales y 17 reclutas- ‘que habrían participado en los hechos’”.

Como las evidencias que personal militar estaba involucrado eran múltiples, Pinochet y sus subordinados no pudieron evitar llevar ante la justicia militar a la patrulla armada, pero intentaron entregar una versión de los hechos que exculpara a los uniformados.

Para eso sostuvieron que el grupo de militares sorprendió a algunas personas jóvenes que pretendían alterar el orden público con elementos inflamables. Entonces, un bidón con combustible se dio vuelta encendiéndose las ropas de Rojas y Quintana. Al percatarse de esto los soldados procedieron a apagar con frazadas el fuego que consumía a las personas.

Así, al no ser posible ocultar por más tiempo la participación militar, Augusto Pinochet levantó la tesis de “accidente” para encubrir el brutal ataque contra Rojas y Quintana: “Es muy curioso que la parka que tenía el joven que murió quemado [dice Pinochet, según el relato Alberto Arellano en una investigación de Ciper], no estaba quemada por fuera, sino por dentro. No quiero pensar mal, pero me da la impresión de que llevaba, a lo mejor, algo oculto, se le reventó y les produjo la quemazón por dentro”.

También, intentando hacer pasar el hecho como una disputa entre militantes comunistas, los uniformados sostuvieron que los otros jóvenes que participaban de la barricada, los habían quemado y enseguida escapado. El plan de los gobernantes dictatoriales era negar siempre la participación militar en tan horrible crimen.

El proceso en la justicia dictatorial prácticamente no avanzó. En los tribunales militares los integrantes de la patrulla asesorados por el alto mando del Ejército insistieron en que todo había sido producto de la “acción de los propios detenidos” y admitieron como único error que el jefe de la patrulla, teniente Pedro Fernández Dittus, no prestó auxilio a las víctimas. Fernández Dittus fue condenado a 600 días de presidio por la Justicia Militar por el delito de “negligencia”, tras no prestar la ayuda requerida a los jóvenes quemados.

La causa se mantuvo en ese estado hasta años después de la recuperación de la democracia. En el nuevo escenario los tribunales impartieron justicia por el crimen de aquella mañana del miércoles 2 de julio de 1986 en Los Nogales.

Así, la Segunda Sala de la Corte Suprema integrada por los ministros Haroldo Brito, Manuel Antonio Valderrama, Jorge Dahm, Leopoldo Llanos y la ministra María Teresa Letelier, condenó a penas únicas de 20 años de presidio a los oficiales de Ejército en retiro Julio Castañer González, Iván Figueroa Canobra, Nelson Medina Gálvez, como autores de aquellos delitos. Asimismo, revocó la sentencia en la parte que absolvió al teniente a la época de los hechos, Fernández Dittus, condenándolo, en cambio, a la pena única de 20 años de presidio, en calidad de autor.

De ese modo, casi cuatro décadas después de que dos jóvenes opositores a la dictadura fueran quemados vivos por una patrulla militar los autores fueron condenados. Para esa época, Carmen Gloria Quintana había, no sin dificultades, rearmado su vida lejos de la patria y del dolor de aquel miércoles de invierno que la marcó para siempre.

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