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Regular es educar, criminalizar es ignorar
Foto: Agencia Uno

Regular es educar, criminalizar es ignorar

Por: Denisse Reyes y Alexis Ibáñez | 26.06.2025
En el marco de la campaña internacional Support. Don’t Punish (Apoye. No castigue), alzamos la voz para recordar que las políticas de drogas no pueden seguir construyéndose desde la violencia institucional. Chile necesita implementar medidas que cuiden, no que castiguen. Y para eso, necesitamos una ciudadanía informada, crítica y empática. Porque hoy, más que nunca, regular es educar.

“Gobernar es educar”, una frase que resuena en las cabezas de todos los chilenos, atribuida al expresidente Pedro Aguirre Cerda, quien la dijo convencido de que los cimientos del progreso nacional estaban en la educación pública y el conocimiento colectivo. Aunque el otrora presidente nunca se pronunció sobre el cannabis, hoy su legado adquiere una nueva dimensión: regular también es educar.

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Una sociedad informada es capaz de regular con justicia, responsabilidad y sin prejuicios. Regular no es abrir la puerta a la anarquía, como algunos temen; al contrario, es poner orden donde hoy reina la desinformación y el narcotráfico. Regular con base en la evidencia, la salud pública y los derechos humanos es asumir una realidad social que existe y que debe abordarse con altura de miras.

El prohibicionismo: un modelo caduco y amigo del narcotráfico

El prohibicionismo, vigente tanto en Chile como en buena parte del mundo, se basa en la falsa premisa de que la represión y la penalización reducirán el consumo de drogas y protegerán a la sociedad.

Sin embargo, tras décadas de implementación, ha demostrado ser un fracaso: ha derivado en el malgasto de recursos públicos en operativos policiales y procesos judiciales contra usuarios; en una notoria falta de educación sobre riesgos y daños; en el abandono de personas con consumo problemático; y en el fortalecimiento del narcotráfico y sus delitos asociados, que no solo incluyen delincuencia y homicidios, sino también corrupción y deterioro institucional.

El narcotráfico es el talón de Aquiles de nuestra sociedad. Todos le temen, con justa razón, y los actores políticos ensayan respuestas que hasta ahora no han dado resultado. ¿Por qué? Porque se pretende atacar la enfermedad sin pensar en la vacuna. Celebrar un operativo exitoso es como intentar vaciar un lago con una cuchara de té mientras llueve a cántaros.

Las políticas antinarcóticos no solo han demostrado ser insuficientes, las redes se desarticulan para luego reconfigurarse rápidamente, sino también injustas: miles de personas han sido detenidas y tratadas como delincuentes, incluso contando con una receta médica que respalda el uso de cannabis. Otras son fiscalizadas e incluso detenidas por fumar en un parque, aun cuando se trata de una falta y no de un delito.

Consumo informado: una regulación inteligente

Una regulación centrada en la educación permite evitar el consumo de sustancias adulteradas, el inicio precoz y, además, le quita el mercado al narcotráfico. La experiencia con el tabaco y el alcohol es un ejemplo: su regulación ha permitido investigar, normar y prevenir usos irresponsables.

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Sabemos, por ejemplo, que beber alcohol está permitido desde los 18 años, que no se debe conducir bajo sus efectos y que ciertos grupos deben evitar su ingesta. ¿Y qué pasa con el cannabis? La escasa investigación científica, debido a su ilegalidad en muchos países, deja grandes vacíos en la información disponible, lo que incrementa los riesgos.

Aun así, hay certezas. Fumar cannabis expone a los pulmones a los efectos de la combustión, como la afectación de las vías respiratorias. Se recomienda evitar el consumo recreativo de cannabis antes de los 21 años, ya que el uso temprano puede alterar funciones cognitivas y aumentar el riesgo de dependencia, ansiedad o depresión. Estos efectos, además, dependen de factores genéticos, familiares y de salud mental.

La evidencia internacional muestra que la regulación no ha incrementado el consumo precoz. En Uruguay y Colorado (EE. UU.), el consumo en adolescentes no varió significativamente, mientras que en Canadá, la ingesta en la población de 15 a 17 años bajó del 19 % al 10 % entre 2018 y 2022. Estos datos son claves: la regulación está dirigida al uso adulto, prohíbe el acceso a menores y, lejos de fomentar su consumo, permite prevenirlo con más eficacia que la criminalización.

Informar sobre el uso responsable de cannabis también es educar. Como sucede con el tabaco y el alcohol, se necesita información clara y accesible, y campañas educativas públicas que ayuden a prevenir el consumo adolescente y resguardar la salud.

Hoy es urgente romper con políticas fallidas que han criminalizado a las y los usuarios. Apostar por una regulación acompañada de educación es una decisión que solo puede beneficiar a Chile. Es rechazar el miedo como herramienta de control y abrazar el conocimiento como motor de cambio. Regular no es solo un marco legal: es una oportunidad para formar una sociedad capaz de superar el estigma y construir un futuro más humano.

En el marco de la campaña internacional Support. Don’t Punish (Apoye. No castigue), alzamos la voz para recordar que las políticas de drogas no pueden seguir construyéndose desde la violencia institucional. Chile necesita implementar medidas que cuiden, no que castiguen. Y para eso, necesitamos una ciudadanía informada, crítica y empática. Porque hoy, más que nunca, regular es educar.

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