
Una agenda de desarrollo de BRICS+ para el Sur Global
Los días 6 y 7 de julio, Río de Janeiro será sede de la Cumbre de presidentes y jefes de Estado de la agrupación BRICS+. Con diez estados miembro actuales y muchos otros que aspiran a incorporarse, BRICS+ reúne a países con diversas perspectivas políticas, culturales y de civilización, pero que comparten el compromiso de fomentar la cooperación Sur-Sur y perseguir un orden mundial más equitativo y multipolar.
Estos esfuerzos son más necesarios que nunca, porque la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo no pueden separarse del desarrollo socioeconómico. Desde el punto de vista de la producción, responder a un desafío tan complejo y polifacético exige integrarse en los escalones superiores de la cadena de valor, mediante estrategias sustentadas en principios sólidos de sostenibilidad.
En la práctica, eso significa adoptar políticas que incentiven métodos de producción eficientes desde el punto de vista energético y una expansión hacia productos industriales de mayor valor agregado.
Pero la descarbonización industrial depende de sectores y tecnologías intensivos en conocimiento, y las inversiones en estas áreas no surgen orgánicamente de la dinámica del mercado. Requieren de voluntad política, planificación estratégica, apetito por el riesgo en proyectos de larga duración y, sobre todo, un aumento de la productividad mediante un uso más eficiente de los recursos naturales.
Una agenda de estas características exige estados capacitados; requiere de una movilización estratégica de instituciones públicas que puedan operar con relativa independencia de las restricciones fiscales.
En este contexto, los BRICS+ deberían centrarse en identificar complementariedades entre sectores y actividades estratégicas, de modo que los estados miembro puedan impulsar la innovación y fortalecer su competitividad internacional sin socavarse mutuamente. Iniciativas como la Asociación para la Nueva Revolución Industrial (PartNIR) representan pasos importantes en esta dirección.
Pero es esencial ir más allá del diálogo. Para traducir los compromisos en acciones concretas, los responsables de las políticas deben involucrar a una coalición más amplia de partes interesadas -incluidas las empresas, la sociedad civil, los sindicatos y el mundo académico- para desarrollar conjuntamente políticas, principios rectores y normas comunes.
La creación de valor compartido entre empresas y comunidades no solo fortalece las relaciones, sino que también mejora la sostenibilidad y la reputación de esas empresas. Esto, a su vez, fomenta una mayor aceptación pública y reduce el potencial de resistencia o conflicto.
En concreto, las nuevas inversiones podrían exigir salvaguardas laborales como condiciones de trabajo justas, la prohibición del trabajo infantil y forzado, y la protección de la libertad de asociación y los derechos de negociación colectiva, todo ello de conformidad con los acuerdos internacionales y la legislación nacional. Por otra parte, las salvaguardas que promueven la igualdad de género y la eliminación de la discriminación racial apoyarían una comprensión más inclusiva e integral de la sostenibilidad, informada por las perspectivas del Sur Global.
La financiación es otro pilar fundamental. En este punto, el debate debe ser liderado por las instituciones financieras estatales de los miembros, ya que son las mejor posicionadas para dirigir capital a sectores estratégicos y coordinar sus esfuerzos con los inversores privados.
Los BRICS+ ya cuentan con decenas de bancos públicos de desarrollo y fondos de riqueza soberana con mandatos de inversión paciente (a largo plazo), conocimientos técnicos y experiencia comprobable en el apoyo a iniciativas de cambio estructural y desarrollo sostenible. Estas instituciones ofrecen un terreno fértil para una mayor cooperación, especialmente a través de instrumentos financieros innovadores que podrían fortalecer el papel del Nuevo Banco de Desarrollo.
Es importante que los bancos públicos de desarrollo y los fondos soberanos vayan más allá de la mera corrección de los fallos del mercado. Deben actuar como inversores en las etapas iniciales para catalizar la transformación estructural necesaria, entre otras cosas imponiendo condiciones sociales y medioambientales a sus marcos de inversión para influir en las decisiones privadas a lo largo de la cadena de valor.
Por ejemplo, se le podría exigir a una empresa que compartiera su tecnología y sus conocimientos para recibir financiación pública. Así es como el estado puede fomentar nuevos mercados y garantizar que el apoyo público contribuya a construir modelos económicos más inclusivos y sostenibles.
Con objetivos claros a corto, medio y largo plazo -como el objetivo de los BRICS+ de triplicar la capacidad de energías renovables para 2030-, los programas públicos para dirigir recursos hacia sectores específicos mejorarían de forma natural la coordinación. Cada estado miembro tendrá que adoptar políticas dirigidas a sectores que estén maduros para mejorar la productividad y la eficiencia.
La dinámica insumo-producto puede configurarse a través de una serie de canales, como la demanda efectiva, los mecanismos de reducción de riesgos, la reducción de los costos unitarios de producción y las medidas para fomentar la inversión privada, incluso a través de la contratación pública.
Las cadenas de valor de los minerales críticos y los bio-insumos energéticos (como el combustible de aviación sostenible) son dos de estos sectores. Países como Brasil ya han avanzado en estos ámbitos y están en condiciones de compartir algunas tecnologías y conocimientos a cambio de financiación estratégica.
Una agenda de desarrollo eficaz de los BRICS+ requerirá de una movilización coordinada de recursos y esfuerzos institucionales, en la que el estado desempeñe un papel central en la dirección de la estrategia general. Más que un simple inversor o financiador, el sector público está en una posición única para anclar las expectativas privadas en un mundo cada vez más incierto.
La presidencia brasileña de los BRICS+, que llega en un momento de creciente proteccionismo y fragmentación económica mundial, ofrece una oportunidad histórica para impulsar un modelo de cooperación en sintonía con las realidades económicas y los imperativos de desarrollo del Sur Global.
Esta columna es parte del Project Syndicate, 2025 (Copyright).
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