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Cuando la vida depende de una rifa: ¿Qué Chile estamos imaginando?
Agencia Uno

Cuando la vida depende de una rifa: ¿Qué Chile estamos imaginando?

Por: Wido Contreras Yévenes | 22.06.2025
Tal vez el cambio no comienza con una gran ley, sino con dejar de naturalizar esta precariedad. Con atrevernos a mirar los bingos no como actos de caridad, sino como síntomas de un sistema que falla. La comunidad no debería tener que suplir lo que es una responsabilidad del Estado. Y quienes estamos en el territorio lo sabemos bien: la solidaridad no alcanza cuando lo que falta es justicia.

Cada vez que veo circular un afiche de bingo o una rifa a beneficio por redes sociales, me recorre una sensación amarga. Sé, como muchos, lo que viene detrás: una urgencia de salud, una familia que no alcanza, una persona que no puede esperar más. No es una fiesta de barrio, no es una actividad recreativa. Es un grito silencioso de auxilio.

Trabajo en un municipio, junto a una concejala. Y podría contar con los dedos de las manos -pero me faltarían dedos- las veces que en una semana salimos a buscar premios, a pedir donaciones, a correr por una tómbola o imprimir cartones.

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Lo hacemos con todo el compromiso que tenemos. Pero también, muchas veces, con angustia. Porque mientras más bingos ayudamos a organizar, más claro nos queda que lo que estamos haciendo no es acompañar, sino tapar parches. Que lo que parece un acto de solidaridad, en realidad, está mostrando el nivel de abandono que viven las comunidades.

Esto pasa todos los días en los sectores populares, donde la salud no se experimenta como un derecho, sino como una posibilidad remota. En esos lugares donde la urgencia médica llega más rápido que la atención, y donde la vida muchas veces depende de cuántos completos se logren vender en una jornada. Lo que debería estar garantizado por el Estado, termina dependiendo del esfuerzo colectivo, del ingenio y de la desesperación.

Y aunque estas iniciativas reflejan una fuerza comunitaria admirable, no podemos seguir romantizándolas. No podemos seguir viendo el bingo como símbolo de unidad sin hablar de por qué existe. Porque cuando el horno se enciende para hacer completos, lo que realmente está ocurriendo es que la comunidad está haciendo lo que el Estado no hace: cuidar la vida.

Esta columna no quiere sumar una crítica más al modelo neoliberal, ni repetir diagnósticos que ya conocemos de memoria. Lo que quiero plantear aquí es una pregunta que me inquieta profundamente: ¿por qué dejamos de hablar de esto con fuerza? ¿Por qué, en medio de tanto debate sobre el Chile del futuro, seguimos ignorando que hoy, en este mismo momento, hay personas organizando rifas para poder vivir?

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Mientras se discuten reformas, tecnologías, productividad y crecimiento económico, en nuestras poblaciones la vida sigue dependiendo del azar. ¿Qué sentido tiene hablar del país que viene si no somos capaces de enfrentar con urgencia lo que está pasando ahora mismo?

Tal vez el cambio no comienza con una gran ley, sino con dejar de naturalizar esta precariedad. Con atrevernos a mirar los bingos no como actos de caridad, sino como síntomas de un sistema que falla. La comunidad no debería tener que suplir lo que es una responsabilidad del Estado. Y quienes estamos en el territorio lo sabemos bien: la solidaridad no alcanza cuando lo que falta es justicia.

Sí, lo hemos dicho muchas veces. Hay columnas, investigaciones, cifras. Pero mientras tanto, las rifas se siguen organizando. Las listas de espera no se acortan. Y la angustia no se detiene. Por eso, en este nuevo ciclo electoral que se abre, lo mínimo es exigir que el derecho a la salud vuelva al centro del debate. Que se acaben los discursos vacíos y se empiece a legislar con el oído puesto en la feria, en la sede vecinal, en la calle donde se venden completos para pagar una operación.

La próxima vez que veas un afiche de bingo, no lo mires como un simple gesto comunitario. Míralo como una alerta. Como una señal de todo lo que falta por construir. Porque no puede ser que, en el Chile de hoy, la vida aún dependa de una rifa.

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