
La Biblia en un Proyecto de Ley: ¿Bendición o pulsión parlamentaria?
Hace algunos días se aprobó en la Cámara de Diputados el avance que exige contar con ejemplares de la Biblia en establecimientos educacionales y bibliotecas públicas en nuestro país, de esta forma, Chile entra en una vieja, absurda y peligrosa discusión.
El presente 2025 se celebran los 100 años de la separación Iglesia-Estado, donde Chile recuerda su configuración como Estado laico a partir de 1925, sin embargo, el actual proyecto enunciado podría venir a instalar un gran debate sobre el uso de la religión en el espacio público y la idea de un proselitismo velado.
Cabe recordar que Chile se constituyó como Estado laico en el año 1925 después de una larga discusión constitucional. Además, para nadie es un misterio que durante gran parte del siglo XIX las tensiones en materia político-religiosa fueron bastantes arduas en suelos nacionales, incluso, los conflictos entre la Iglesia Católica, la presencia cristiana protestante y aquellos sectores liberales y conservadores comprendieron un entramado de enfrentamientos permanentes a raíz de la lucha por la denominada libertad religiosa.
Relevante fue que en 1865 Chile estableció la Ley Interpretativa que permitió la práctica de cultos disidentes (protestantes) de manera privada y también la enseñanza de los hijos de disidentes conforme a su propio credo. A su vez, entre 1881 y 1884 se debatieron y aprobaron las llamadas “leyes laicas”, estas son: (a) cementerios para no católicos, (b) matrimonio civil y (c) registro civil.
Por tanto, las libertades individuales (civiles) formaron parte del registro jurídico de nuestro país, sin embargo, Chile mantuvo una unión entre Iglesia-Estado hasta el primer cuarto del siglo XX, como dijimos previamente, fue recién en 1925 que se separó definitivamente este “amarre constitucional” y se pudo experimentar una libertad religiosa transversal.
En segundo lugar, encontramos la idea que la “tolerancia religiosa” del siglo XIX a través de la Ley Interpretativa de 1865 abrió un espacio considerable a la educación no católica, por tanto, el uso de la Biblia cobró sentido fuera y dentro de la liturgia, ya no meramente al interior de esta última.
Las llamadas Sagradas Escrituras (Biblia) empezaron aparecer como elemento pedagógico, claro, con una carga moral y dogmática al final del día, pero como un insumo formativo por aquellas escuelas no católicas que surgieron paulatinamente durante el siglo XIX. Lo anterior encausa una “novedad” de aprendizaje, aunque también una cierta “idolatría” por parte del mundo cristiano no católico que siempre intenta hacer proselitismo barato.
En la discusión pública actual, muchos parlamentarios ven en la Biblia un insumo necesario e indispensable para todas las bibliotecas públicas y establecimientos educacionales de Chile, de no ser así, no se habría elaborado un Proyecto de Ley ingresado con fecha 03 de junio del presente 2025.
Sin duda, estamos frente a una problemática que indudablemente tensiona la idea de un Estado laico, dado que así como muchos intentan pregonar axiomas valóricos a través de aquella iniciativa, muchos también podrían elevar la “urgencia” de alojar otro tipo de literatura en las bibliotecas públicas y establecimientos educacionales de Chile, entre paréntesis, algo que el Estado debiese “aprobar” sin mayor perjuicio si desea mantener su idea de “Estado laico”.
Una de las personalidades más influyentes de la filosofía política sugiere ciertos tópicos para tratar la problemática enunciada. La propuesta de Robert Audi intenta cuidar y garantizar los siguientes puntos:
Principio Libertario. Desde ese punto de vista, en un Estado todas las personas tienen derecho a creer lo que estimen conveniente desde una mirada religiosa, metafísica, etc.
Principio Igualitario. El Estado tiene el deber de tratar a todas las confesiones religiosas por igual, por consecuencia, cuando se viola el Estado Igualitario, se generan preferencias hacia ciertas tradiciones religiosas.
Principio de Neutralidad. Tratar a la religiosidad y a la no religiosidad con igualdad. En otras palabras, es aplicar al fenómeno religioso y al no creyente un estatus de igualdad para efectos públicos.
Por último, si Chile desea incorporar la Biblia a través de un Proyecto de Ley a todas las bibliotecas públicas y establecimientos educacionales debiese considerar las siguientes preguntas.
¿Es realmente Chile un Estado laico? ¿Es una urgencia este tipo de Proyecto de Ley en nuestro país, o habrá otras necesidades a resolver en nuestra población? ¿Qué principio se “viola” tras impulsar desde el Estado esta iniciativa en la Cámara de Diputados? ¿Somos un país conservador o liberal? ¿Qué “motiva” a ciertos parlamentarios a estar permanentemente haciendo un “guiño” al mundo evangélico y católico que aplauden con fervor estas “ideas”? ¿Será que el Estado de Chile necesita avanzar en políticas públicas que den cuenta de un Estado moderno en vez de izar la bandera de una religiosidad que al final del día depende de la libertad individual?
Tal vez una relectura de filosofía política vendría bastante bien para muchos lideres políticos, religiosos y estatales, de lo contrario, caemos en la tentación de hacer de la Biblia un becerro de oro, que deseamos “validar” desde el propio Estado para todos los chilenos olvidando que el espacio cultural, patrimonial y público debe ser laico en plenitud, de no ser así, podríamos estar frente a una pulsión parlamentaria vista como “bendición” por diversos feligreses que aman y alaban al Dios judeocristiano por “iniciativas” como estas.