
Joaquín Reyes, pintor: "Trabajo desde la frontalidad, todo lo que sucede en mis obras sucede en el plano"
Joaquín Reyes (Santiago, 1984) ha hecho de la pintura su medio de expresión y a la vez su método de pensamiento. Formado en la Universidad Finis Terrae y en el IUNA de Buenos Aires, su trabajo se caracteriza por una rigurosidad procesual y una visualidad que desactivan cualquier lectura inmediata. Reyes pinta desde la frontalidad, con el brazo en ángulo recto, repitiendo gestos que, mediante la insistencia, ha convertido en sistema.
Las figuras de sus obras —ya sean solitarias o en grupos— se enfrentan al espectador sin jerarquía ni profundidad, como escaneadas o suspendidas en un ritual. Esta operación plástica genera un efecto de extrañamiento que el crítico y artista César Gabler describe como una “combinación entre la irreverencia expresionista y el rigor minimalista”. De su más reciente exposición, Mirar de frente, actualmente en Galería Isabel Croxatto, Gabler escribe que sus personajes parecen tanto animitas como espíritus o personas: “Todo parece –al final– un pretexto para una pintura que entrega un resultado narrativo desconcertante. Quizás por las propias condiciones de su producción”.
Reyes, quien ha expuesto en Chile, Argentina, Alemania y Francia, se refiere aquí a su método, la relación entre la pintura y el cuerpo, las reglas que emergen del trabajo constante y su resistencia a los modelos convencionales de producción artística.
Capas, veladuras y errores visibles
—En tiempos en que muchos artistas optan por medios digitales o enfoques conceptuales, ¿qué significa hoy seguir pintando?
No tengo claro que la mayoría de los artistas se alejen de la pintura. De hecho, creo que en los últimos años ha habido un verdadero boom de la pintura. Al menos, mi algoritmo en Instagram me muestra mucha pintura de diferentes partes del mundo. Mucha pintura. Es una percepción compartida también en conversaciones con colegas de las artes visuales. Entonces, más que un desafío conceptual, creo que cada quien trabaja en la disciplina donde se le presentan más desafíos personales. En mi caso, la pintura es ese espacio de desafío. Desde ahí surgen preguntas sobre imagen, composición, sistemas pictóricos. Es el lugar donde me reconozco y me pongo a prueba como creador.
—Una de las cosas más distintivas de tu trabajo es la relación cuerpo-pintura. ¿Cómo defines esa corporalidad en tu proceso?
Pinto con el brazo a 90 grados del cuerpo, en una actitud siempre frontal. Esa decisión determina toda una coreografía: si tengo que pintar arriba, me subo a una escalera; si es abajo, me siento o me agacho. Siempre busco que la vista esté recta frente a lo que estoy haciendo. Es un escaneo constante, no solo visual, sino corporal.
Este gesto repetido fue instalándose como una regla, aunque surgió de forma natural. Al igual que otras reglas que fui adoptando intuitivamente y después intelectualizando.
—¿Qué otras reglas se han vuelto parte de tu método?
Una importante tiene que ver con la reutilización de pinturas anteriores. Partió porque a veces me quedaba sin tela o simplemente ya no me interesaba una imagen que había pintado. Entonces empecé a trabajar sobre esas obras, a crear nuevas imágenes sin borrar completamente la anterior. Algunas zonas las dejaba visibles; otras, las cubría con veladuras. Así, al alejarte, ves una pintura figurativa, pero al acercarte aparece lo abstracto: capas superpuestas, restos de imágenes que funcionan como palimpsestos. Desde entonces, incluso cuando parto una pintura desde blanco, suelo trabajar en tres o cuatro capas. Construyo una imagen, luego otra encima, y otra más. La figura final emerge de ese proceso. También uso lo que llamo “prótesis dibujísticas”, matrices que me ayudan a diagramar el lienzo. Son como esténciles de cabezas humanas que coloco para determinar dónde irá cada figura. Me sirven para ordenar el espacio, sobre todo en obras de gran formato.
—Eso nos lleva a otra característica de tu obra: los patrones y la repetición. ¿Qué buscas al repetir?
Trabajo mucho con retículas y patrones geométricos. Algo que descubrí —y que se transformó en una regla más— es que suelo comenzar desde el centro de la imagen, lo que provoca un “error” caligráfico: cuando tengo que replicar el patrón hacia el otro lado, la mano se entorpece. Me interesa ese error, porque es una huella corporal que se inscribe en la pintura. No intento corregirla, al contrario: se vuelve parte de la obra.
Trabajo con una paleta reducida de seis colores —dos primarios cálidos y dos fríos—, lo que me permite generar variedad cromática sin perder coherencia. También me interesa la contraforma: si hago una figura en un lado, trabajo la forma opuesta en otro lugar del lienzo. Todo eso contribuye a construir una estética que nace de un sistema, más que de una intención visual preconcebida.
Tensiones visuales
—¿Cómo se relacionan estos sistemas con la exposición Mirar de frente? El título parece sugerir una ética o una declaración.
Sí, tiene algo de declaración de principios. No solo porque pinto mirando de frente, sino porque todas mis obras están compuestas frontalmente. No hay puntos de fuga, no hay tridimensionalidad. Es una decisión consciente: todo lo que sucede, sucede en el plano.
Hay una excepción, tal vez una pintura que tiene algo de perspectiva, pero en general todas son planas. Incluso cuando hay figuras superpuestas, mantengo esa bidimensionalidad que obliga a mirar sin jerarquías, sin profundidad. Me interesa esa tensión. El gran formato también tiene que ver con eso. Como mis matrices son escala 1:1, el tamaño me permite trabajar con múltiples personajes y escenas. Cada figura puede estar en su mundo, sin necesidad de que haya una narrativa entre ellas.
—¿Cómo surgieron esas matrices o “prótesis dibujísticas”?
Al principio calcaba dibujos y después pintaba. Pero ese traspaso me empezó a incomodar. Sentía que mi dibujo era “malo” o que no encajaba con lo que quería hacer. Entonces decidí usar estas matrices, que me permitían trabajar sin necesidad de dibujar directamente. Era una forma de controlar la composición sin lidiar con el juicio sobre el dibujo.
Con el tiempo, me atreví a dibujar directamente, sin miedo, y entendí que ese dibujo “torpe” era mi dibujo. Empecé a confiar en eso. Ahora, aunque sigo usando las matrices, también me permito improvisar. Lo importante es que todo lo que aparece en la pintura tenga mi trazo, sin intermediarios como reglas o cinta adhesiva. No hago bocetos ni croqueras previas: pinto directamente sobre el lienzo.
—Tu obra tiene un aire de ritual, de extrañeza. ¿Cómo surge esa atmósfera?
No hay una intención narrativa. Las escenas que pinto no están planificadas como historias, sino que son el resultado de decisiones formales, de tensiones visuales. A veces una figura aparece levitando solo porque necesito cortar la composición con una línea horizontal. Otras veces, los personajes parecen reunidos en un rito, pero ese rito es accidental.
Lo que hago es montar un teatro donde las reglas no las impone un dramaturgo, sino el escenógrafo. Pinto desde lo procesual, pero lo que aparece tiene un aura narrativa que, tal vez, se impone sola. Como dice César Gabler, es una pintura que se fabrica su propio destino.
—¿Qué significó para ti hacer una residencia en la Factoría Santa Rosa, en pleno barrio Franklin de Santiago, en vez de buscar un lugar aislado o bucólico?
Esa residencia la hice cuando recién comencé a pintar en forma más metódica, yo hacía video antes. Fue muy significativo. Trabajar en Franklin me conectó con una realidad urbana concreta, con un paisaje vivo y cotidiano. Estás en medio del comercio, del ruido, del movimiento. No es un refugio romántico, es un espacio activo, permeado por lo social.
Esa experiencia también entra en la pintura. La frontalidad de mi obra, esa insistencia en mirar de frente, tiene algo de eso: de asumir el lugar en que uno está, sin maquillajes. Pintar desde Franklin, desde el cuerpo, desde el presente.
La exposición “Mirar de frente” se puede visitar hasta el 4 de junio en Isabel Croxatto Galería, Santiago. Ese mismo día, entre 18:00 y 21:00 horas, el artista realizará una actividad de cierre y conversación con el público.
📍 Isabel Croxatto Galería, Napoleón 3242, Santiago
📷 IG Joaquín Reyes: @joaquinru
📷 IG Galería: @isabelcroxattogaleria