
Formar para mover: El rol urgente de la Educación Física
El 12 de mayo de 2025 se presentaron los resultados de la Encuesta Nacional de Actividad Física 2024. La cifra más alarmante -aunque poco sorprendente para quienes trabajamos en el área- reveló que solo el 26,4% de niñas, niños y adolescentes entre 5 y 17 años en Chile son físicamente activos.
¿Por qué no nos sorprende? Porque sabemos que desde 2019 se eliminó la obligatoriedad de la Educación Física en tercero y cuarto medio, una medida que debilitó aún más la presencia sistemática del movimiento en la vida escolar.
También hemos sido testigos del desvío de los objetivos originales de la Jornada Escolar Completa (implementada en 1997), que prometía más tiempo para el desarrollo integral de los estudiantes -incluida la actividad física-, pero que en la práctica ha significado sobrecarga académica y menos oportunidades reales para el deporte.
Además, somos conscientes de las difíciles condiciones que enfrentan muchos docentes de Educación Física, particularmente aquellos que trabajan con estudiantes en contextos de alta vulnerabilidad, con desafíos como la neurodivergencia o la baja empatía social.
A ello se suma una alta carga horaria, un sueldo que no refleja el nivel de esfuerzo requerido, y una infraestructura que muchas veces no está a la altura de lo que nuestras comunidades necesitan. Entonces, ¿cómo revertimos esta situación? ¿Qué podemos hacer desde las instituciones formadoras de profesores?
Nuestro rol es clave: debemos formar profesionales con vocación, capaces de promover estilos de vida activos y asumir el desafío de ser agentes de cambio en un país que necesita urgentemente moverse más. Esto implica no solo prepararlos en lo disciplinar, sino también fortalecer su compromiso ético, su capacidad de liderazgo y su resistencia ante un sistema que muchas veces no valora su rol como debiera.
Desde lo estructural, urge recuperar la obligatoriedad de la Educación Física en todos los niveles escolares. Pero no basta con eso. Es fundamental avanzar hacia una política pública integral y sostenida, donde los ministerios de Educación, Deporte y Salud trabajen en conjunto para posicionar la actividad física como un eje central del bienestar y del desarrollo humano.
También debemos pensar más allá de la sala de clases. Es apremiante mejorar parques, canchas comunitarias, ciclovías y otros espacios públicos que faciliten la actividad física como parte del día a día. Incluso los traslados -caminar, pedalear, desplazarse de forma activa- pueden convertirse en oportunidades para integrar el movimiento a nuestras rutinas.
Necesitamos una Educación Física comprometida, con enfoque formativo y basada en evidencia. Sabemos, por ejemplo, que una práctica constante mejora el desarrollo cognitivo, potencia la salud mental y eleva el rendimiento académico.
No se trata solo de salud física: hablamos de calidad de vida, bienestar emocional, cohesión social y mejores oportunidades para nuestras futuras generaciones. Porque un país que se mueve, es también un país que piensa, siente y vive mejor.