
Proyecto Latam-GPT: Repensar la IA desde nuestras coordenadas
La iniciativa Latam-GPT surge como un intento urgente, aunque aún embrionario, de reorientar la inteligencia artificial desde coordenadas distintas a las impuestas por sus polos de control dominantes.
Bajo el impulso del Centro Nacional de Inteligencia Artificial (CENIA) en Chile, y con la participación de centros académicos y científicos de diversos países latinoamericanos, el proyecto busca modelar una IA entrenada con corpus lingüísticos, culturales y sociales arraigados en la región.
Sin embargo, el verdadero punto de quiebre no está en la cantidad de datos recolectados ni en las buenas intenciones que lo animan, sino en una pregunta aún ausente: ¿qué implica que una tecnología sea genuinamente latinoamericana?
Y es que el simple hecho de territorializar las fuentes textuales no garantiza, por sí solo, una transformación radical del aparato técnico. Armar una IA con materiales provenientes del sur global puede derivar en la reproducción de la misma lógica colonial que se pretende tensionar, ahora disfrazada con los ropajes del pluralismo. Lo esencial no es que una máquina hable “a nuestro modo”, sino que pueda pensar con nuestras preguntas -y más aún, que habilite otras formas de pensar.
Aquí es donde cobra especial relevancia el concepto de tecnodiversidad, articulado por el filósofo chino Yuk Hui. Concebir una inteligencia artificial desde América Latina no se limita a modificar contenidos o formatos: implica someter a crítica los supuestos, los objetivos y los marcos del proyecto tecnológico actual.
La expansión global de una única racionalidad tecnológica ha convertido a la diferencia en una curiosidad, y a la alteridad en un verdadero desafío para los pueblos del sur global. Latam-GPT tiene, en este panorama, la oportunidad -y el deber- de desafiar esa lógica, no con gestos cosméticos, sino mediante una disrupción epistemológica.
Desde la óptica de una hermenéutica de los artefactos, ningún dispositivo técnico es neutral. Todo artefacto condensa una lectura del mundo, una manera codificada de interpretar la realidad. Interrogar la posibilidad de una IA latinoamericana supone reconocer que cada configuración tecnológica conlleva una visión implícita de lo humano, de lo inteligible y de lo posible.
Si el proyecto no pone en cuestión los presupuestos que rigen el sentido del lenguaje, de la subjetividad y del porvenir tecnológico, quedará preso de la misma arquitectura que pretende descentralizar.
La cuestión de fondo no es la mera presencia de América Latina en el tablero global de la IA, sino su capacidad de proponer una alteridad tecnológica, una forma distinta de relacionarse con los artefactos y sistemas técnicos, que no se reduzca al desempeño, la eficiencia o la expansión.
En esta clave, la tecnología no es solo una herramienta subordinada a fines sociales preconcebidos, sino un terreno de disputa ontológica. Y si esa disputa no se da, entonces todo matiz será decorativo.
Latam-GPT representa una apuesta pionera y valiosa, pero no debemos confundir el entusiasmo con la emancipación. Urge esquivar tanto el desencanto inmovilizador como el entusiasmo ingenuo.
No se trata de superar en competencia a OpenAI o Anthropic, sino de reformular los fundamentos del desarrollo tecnológico desde nuestras condiciones históricas, políticas y existenciales. Esto exige situar una filosofía de la tecnología en el origen mismo de nuestros proyectos, no relegarla a un papel de observadora.
Pensar una IA latinoamericana exige algo más que infraestructura, más que universidades, más que datasets. Exige pensamiento riguroso, arraigado y desobediente. Exige, también, el coraje de afirmar una diferencia no ornamental, sino ontológica. Y para eso, la filosofía -la auténtica, la que incomoda incluso a sí misma , la que propone, no la que hace de la crítica un fetiche para autocomplacerse en el resentimiento- sigue siendo no solo pertinente, sino decisiva.