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El duelo duele y Chile envejece
Agencia Uno

El duelo duele y Chile envejece

Por: José Araya | 12.05.2025
El aprendizaje y formación de una nueva identidad -que el duelo sano demanda- es particularmente difícil en la vejez. Por lo tanto, no es sino esperable que el Trastorno de Duelo Prolongado tenga una prevalencia significativa en la población mayor (...) Además, la pérdida de una persona íntima en la vejez puede dejar a los adultos mayores particularmente vulnerables a la soledad, lo que dificulta aún más un duelo sano.

Estamos enfrentando a nivel global un incremento sin precedentes en el número de personas que alcanzan edades avanzadas. Las proyecciones actuales indican que la esperanza de vida para los recién nacidos se aproxima a los 80 años.

Además, según la Organización Mundial de la Salud, se espera que la población mundial de personas mayores de 60 años casi se duplique, aumentando de 12% a 22% para el año 2050. Chile, en específico, sobresale. Según las últimas cifras del INE, entre los años 1994 y 2024 la tasa de natalidad ha bajado alrededor de un 50%. Chile envejece. Vertiginosamente

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Un desafío importante durante la vejez es el afrontamiento del duelo, el cual es altamente prevalente en esta edad, como muestra un estudio de Stein y sus colegas (2016). La investigación reciente en ciencia cognitiva, neurociencia computacional y filosofía sugiere que la pérdida de un ser querido desconfirma el modelo (o idea) que el cerebro construye acerca del “yo” y del espacio social, y que por ende el duelo sano requiere de la actualización y optimización de tales modelos.

Es decir, lo perdido ya no está allí para confirmar las expectativas ya aprendidas acerca de quién somos en relación con las personas íntimas y nuestro mundo compartido (“¿Quién soy ahora que ya no soy una madre?”). Así, el proceso del duelo plantea una tarea de aprendizaje en la que una nueva identidad social debe ser aprendida, con el objetivo de poder volver al mundo de los vivos y navegar las nuevas dinámicas del espacio social. De este modo, el proceso de duelo, en general, implica una considerable carga de procesamiento cognitivo. 

Las capacidades cognitivas tienden a disminuir a lo largo de la adultez, con una aceleración en las etapas más avanzadas de la vida, como muestra un estudio de Zaniotto y sus colegas (2018). Así, el duelo es particularmente difícil en la vejez.

Ahora bien, como sugieren diversas líneas de investigación en modelamiento Bayesiano, para construir buenos modelos, el cerebro debe negociar entre la “complejidad” y la “exactitud” de sus modelos. Toscamente, la idea es que un modelo que tiene un grado importante de “exactitud” predice bien las dinámicas del ambiente.

Pero si para este fin el modelo incluye demasiados parámetros y estados, el modelo se vuelve demasiado “complejo”, lo que conlleva un costo computacional significativo para organismos como nosotros, además de que tal modelo puede volverse sensible al ruido en la información.

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Interesantemente, entre otros cambios corticales, durante la vejez hay un desplazamiento en el procesamiento de la información desde regiones corticales posteriores a regiones corticales anteriores, como mostró Davis y sus colegas (2008). Esto trae una serie de consecuencias. Por ejemplo, se observa una reducción en la habilidad de procesar estímulos sensoriales y una disminución en la capacidad cognitiva de integrar e interpretar tales estímulos.

Con el fin de preservar un grado adaptativo de “exactitud”, este desplazamiento cortical posterior-anterior obliga a los modelos senescentes a disminuir su “complejidad” y a aumentar la importancia que se le da a las expectativas ya aprendidas, lo que reduce la capacidad de responder de manera flexible a las modificaciones en las dinámicas del ambiente.

Así, el aprendizaje y formación de una nueva identidad que el duelo sano demanda es particularmente difícil en la vejez. Por lo tanto, no es sino esperable que el Trastorno de Duelo Prolongado tenga una prevalencia significativa en la población mayor, tal como muestra un metaanálisis de Lundorff y sus colegas (2018). Además, la pérdida de una persona íntima en la vejez puede dejar a los adultos mayores particularmente vulnerables a la soledad, lo que dificulta aún más un duelo sano

Es imperativo, entonces, la articulación de programas de acompañamiento para personas mayores que atraviesan el dolor de la pérdida, mas aún cuando hoy atravesamos una “epidemia de soledad”, como señalan Surkalim y sus colegas (2022). Además de que el costo de aquello es bajísimo, si es que lo hay.

En definitiva, tanto las personas mayores como las más jóvenes se pueden beneficiar mutuamente de un programa de acompañamiento. Chile envejece, pero el duelo no duele tanto en interacción. 

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