
Tomás García, periodista: "Sin la labor de cuidado de las mujeres, la resistencia a la dictadura no hubiera existido"
Durante cinco años, el periodista Tomás García Álvarez guardó en un cajón una idea que hoy se materializa en su segundo libro. Fue en las horas de conversación con Ricardo Palma Salamanca, mientras investigaba para su primera obra "El Negro Palma. Retorno Desde el Punto de Fuga", cuando descubrió un hilo que sostenía otra trama de la resistencia a la dictadura.
A través de siete testimonios divididos en cinco crónicas, el periodista rescata las historias invisibilizadas de mujeres que, sin ser necesariamente militantes de organizaciones políticas, arriesgaron sus vidas durante la dictadura de Pinochet para proteger a perseguidos, transportar información, esconder armas y crear fachadas de normalidad que permitieran la supervivencia de quienes luchaban en la clandestinidad. El libro "Todo lo que tenías que hacer. Mujeres ayudistas en la dictadura de Pinochet" (Editorial Alquimia, 2025) reconstruye esta red de solidaridad y cuidados que fue fundamental para la resistencia.
"Este libro viene a desmontar principalmente eso, a darse cuenta que sin esa labor de cuidado, todo lo demás no hubiera existido", afirma el autor en entrevista con El Desconcierto, donde también destacó la injusticia de considerar estas tareas como secundarias. "Hay una imposición desde las organizaciones políticas que relegaba a una tarea secundaria, considerando el cuidado como una labor secundaria", agrega García Álvarez.
- ¿Cómo nació la idea de escribir un libro con historias íntimas y testimoniales, considerando que venías de un trabajo sobre Ricardo Palma Salamanca?
Al investigar la historia de Palma Salamanca pude visualizar una imagen muy mítica que se construyó en torno a su figura. Eso me hizo darme cuenta de que había otras historias muy invisibles asociadas a esas grandes historias que contamos y que forman parte del relato oficial. Al conversar con distintos frentistas o integrantes de organizaciones políticas aparecía la figura de estas mujeres que eran como una especie de fantasma, que algunas personas mencionaban pero que no aparecían formalmente. Me resonaba mucho la idea de las ayudistas como un eslabón vital para la resistencia a la dictadura y para salvaguardar las vidas de quienes estaban en primera línea.
- Es interesante que sin estas historias mínimas no se hubieran podido llevar a cabo la resistencia a la dictadura. Al leer el libro, me parece que ellas siempre minimizan su propia importancia, como si no fueran tan relevantes...
Totalmente. Al conversar con estas mujeres para contarles sobre el libro, ellas mismas me indicaban "mi historia no es muy distinta a la de otras mujeres". Hay una minimización de la propia experiencia. Esto contrasta con una discusión importante respecto al rol en la dictadura entre lo masculino y lo femenino. Recuerdo una respuesta que me dio Miska, Silvia Brzovic, ex pareja de Ricardo Palma Salamanca, cuando la entrevisté en París. Ella me dijo que siempre llegó al Frente como mujer ayudista, pero que siempre buscó ser más porque sabía que era mejor que muchos hombres dentro de la organización.
No solo las mujeres han minimizado su propia historia, sino que hay una imposición desde las organizaciones políticas que las relegaba a una tarea secundaria, considerando el cuidado como una labor secundaria. Este libro viene a desmontar principalmente eso, a darse cuenta que sin esa labor de cuidado, todo lo demás no hubiera existido.
- El libro pone en el centro la idea de los cuidados como algo sustancial para que la vida en todo sentido se permita. ¿Qué sucede con el nombre "ayudista", que se pone en tensión en el libro?
El nombre de ayudista proviene de una concepción de los partidos políticos. Identifica a mujeres que no tenían una instrucción partidaria o que no estaban ligadas a una estructura partidaria. Estaban como en los márgenes del partido pero cumpliendo labores vitales para esa organización. Mantuve hasta el final que no hubiera una instrucción partidaria respecto a las acciones que me estuvieran contando. De hecho, algunas mujeres quedaron fuera de la investigación, pese a tener historias importantes, porque no existía una imagen tan pura de ese rol.
Hay mujeres que del ayudismo pasan a los partidos o al revés. Por ejemplo, María Inés, una monja que colabora con los partidos pero para quien esa convicción viene dada por su creencia religiosa. Las divisiones eran mucho más difusas en ese momento. Muchas mujeres me han dicho "yo no tenía idea que yo era ayudista" y otras que, sabiéndose ayudistas, me decían que les parecía injusto ese término precisamente porque ellas son mujeres de la resistencia, entendiendo que su labor era vital para la lucha contra la dictadura.
Las tareas que cumplían eran muy diversas. Un día podían estar trasladando armas de un punto a otro y otro día ayudando a entrar a las cárceles para salvar vidas, protegiendo a hijos e hijas que quedaban abandonados por la detención de sus padres. Lo que identifica este libro es esa red importante de colaboración, de solidaridad, de humanidad.
- De los siete relatos que hay en el libro, divididos en cinco crónicas, ¿qué punto similar encuentras entre estas historias?
Si pudiéramos identificarlas con un factor común, primero las mueve una humanidad tremenda, esa convicción en la vida, en la importancia de la justicia social. También la inteligencia y la astucia de las mujeres era vital porque muchas involucraron a sus propias familias en la resistencia y para eso tenían que protegerlas. Parecía difuso porque, ¿cómo proteger a la familia cuando estás incluyendo en tu hogar a un perseguido? Es como traer el peligro a tu propia casa.
Ahí estaba la inteligencia de poder armar toda una fachada, entregar normalidad y tranquilidad que se proyectara no solo al interior del hogar sino también a los vecinos, al barrio, para no despertar sospechas de los agentes de la represión. Destaca también el amor por la vida, la solidaridad, el coraje y la valentía. Pese al dolor que pudiera producir saber que había cercanos detenidos desaparecidos, dejaban el miedo guardado en cualquier parte. Es una osadía tremenda y muy valorable.

- Estamos a puertas de cumplir 52 años del golpe de Estado y ha cambiado mucho la narrativa oficial. Han emergido discursos de ultraderecha. ¿Qué opinión tienes sobre la importancia de que estos relatos salgan a la luz?
A mí me ha parecido que a 50 años del golpe de Estado, seguir pensando únicamente en las víctimas, en instalar el relato respecto al dolor de las víctimas, que es muy válido y necesario para avanzar en verdad y justicia, puede bloquear un poco el futuro. Cuando nos centramos en el relato de las personas que se antepusieron al horror, que con agencia y convicción batallaron contra el horror, podemos dar un cambio en esa lectura de la dictadura.
Cuando decimos que hay mujeres que valoraron la vida y se antepusieron al horror, podemos seguir avanzando como sociedad porque ponemos en algo positivo lo que fue la dictadura. Con "positivo" me refiero a la acción de las personas que emprendieron para que eso no siga ocurriendo, y al valor que hasta hoy tienen los defensores de los derechos humanos. Ahí está la potencia: frente a toda la adversidad, seguiremos estando para detener el horror.
- Es como buscar la potencia porque muchas veces uno se queda en lo que hizo la dictadura y se olvidan estas historias de solidaridad entre la gente que se quedó combatiéndola...
Si nos seguimos poniendo en ese lugar de víctimas, donde solo vemos el daño que nos han provocado, siento que seguimos potenciando la otra vereda también. Los sectores de extrema derecha tienen la capacidad de seguir apuntándonos con el dedo y decirnos: "les hicimos lo que les hicimos porque ustedes hicieron otra cosa antes" o argumentar que era una guerra civil.
Cuando cambiamos el enfoque y somos capaces de decir "frente a todo el daño que nos hicieron, nosotros nos levantamos", quebramos ese juego que quiere hacer la extrema derecha. Porque hay una posición de potencia, de acción y no de víctimas.
- Vivimos un momento de crisis del periodismo, como fundador de la Revista Efecto, ¿qué potencialidades te da el libro para hacer periodismo en la actualidad?
Creo que el libro sigue permitiendo profundizar, aunque nos digan que nadie lee o que el consumo es menor. El libro es como una ventana que permite que entre luz en medio de la oscuridad, porque nos permite bucear y conocer las historias, hacernos parte de ellas. Cuando nos sentimos compenetrados con una historia podemos entenderla mucho mejor, y eso es todo lo contrario a lo que busca el clickbait sin contenido.
El libro sigue entregando la oportunidad de conocer el mundo con distintos puntos de vista y con la profundidad que requiere el periodismo, sobre todo en un ecosistema tan debilitado como el actual. La Revista Efecto busca ahondar en los fenómenos sociales porque entendemos que solo así podemos comprender lo que está pasándole a la sociedad y a nosotros mismos.
Me hace mucho sentido, yo el año pasado entrevisté a Juan Pablo Meneses, un periodista, y me decía que lo que hoy día puede sobrevivir frente a lo que estamos conversando, la crisis, el clickbait, la inteligencia artificial, es el periodismo autor. La autoría nunca va a poder ser reemplazada. En el ejercicio que yo hago de salir a buscar la historia, de encontrarme con estas mujeres, de viajar a Chiloé o a Arica, estoy generando eso: encontrarme y bucear precisamente en lo que se desconoce. Ahí está la urgencia del periodismo. Cuando perdemos eso nos aniquilamos nosotros mismos y al oficio.
- Con Revista Efecto tienen una intención de llegar a públicos más jóvenes con esta mezcla entre cultura y política. ¿Cómo se puede acceder a esas nuevas generaciones en esta economía de la atención?
La clave es reconocer lo que hoy día es más atractivo para los jóvenes, identificarlo y usarlo para llevar esa misma atención a las historias que nos interesa contar. Creo que lo hemos ido logrando poco a poco. Puedes contar una historia como esta de las mujeres de forma tradicional o hacer un reel atractivo que haga a la persona identificarse con esa historia y llevarla finalmente a leer más.
Los nuevos formatos que nos permiten las redes sociales, las tecnologías actuales, incluso la inteligencia artificial, tenemos que ser capaces de usarlas a nuestro favor. Leyendo lo que quieren y buscan consumir los jóvenes, pero llevándolo a la profundidad y no solo a esta capa superficial que, por miedo a perder la atención, los medios repiten constantemente.
