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Sigrid Alegría:
Fotografía: Cedida

Sigrid Alegría: "La madre era una figura santificada, pero ahora nos permitimos expresar lo difícil que es"

Por: Matias Rojas | 02.03.2025
En entrevista con El Desconcierto, la destacada actriz chilena que se apronta a estrenar la obra "Las Aristócratas" aborda las tensiones entre vida familiar y profesional, los cuestionamientos sociales hacia las mujeres y la evolución de los roles femeninos a través del tiempo. "La credibilidad es el muro con el que las mujeres chocamos una y otra vez", asegura.

Han sido días movidos para Sigrid Alegría. Mientras graba nuevos capítulos de "Los Casablancas", la teleserie nocturna de Mega, también afina los últimos detalles para el estreno de "Las Aristócratas", del premiado dramaturgo Felipe Zambrano, que debuta el jueves 6 de marzo en el Teatro Nescafé de las Artes. Esto sin contar su reciente paso por la gala del Festival de Viña 2025.

En la obra, la destacada actriz nacional interpreta a María Piedad Undurraga, hermana de "Tatí"; una aristócrata tradicional, curiosa y dueña de casa que siempre ha ocultado su deseo de vivir con tal de guardar el "decoro". El personaje saldrá de su zona de confort para enmendar un error del pasado a través de una obra de teatro que contiene un secreto familiar.

La puesta en escena cuenta además con Claudia Pérez, Tamara Ferreira, Daniela Pérez, Pascale Zelaya y Luz Jiménez, conformando un elenco intergeneracional que va desde los 28 a los 90 años. Se trata de mujeres con tramas prohibidas sobre maternidad, amoríos fugitivos y una senda de liberación ambientada entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.

En medio de esta vorágine laboral, la actriz se dio el tiempo para conversar con El Desconcierto sobre la compleja relación entre maternidad y trabajo, los juicios sociales hacia las mujeres y el enriquecedor encuentro intergeneracional entre diferentes generaciones de actrices que permite esta obra en el contexto del 8M.

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-¿Qué esperas que los espectadores encuentren con "Las Aristócratas"?

-Espero que se cuestionen algo parecido a lo que me pasó a mí. Estamos hablando de una obra que ocurre hace un siglo atrás y seguimos teniendo los mismos problemas. La invitación es a poner esta conversación sobre la mesa y reflexionar sobre qué puede aportar cada uno al darse cuenta de esto. Es como una luz que te dice: "Oye, ¿llevamos 100 años en esto?". No deberíamos estar en el mismo lugar que hace un siglo. Eso es lo primero que espero que suceda.

-La obra retrata a mujeres de la elite chilena de principios del siglo XX. ¿Cuáles son esos desafíos que todavía siguen enfrentando las mujeres y que se ven reflejados en la pieza?

-Lo que pasa con la maternidad es muy difícil porque está hecha para vivirla en tribu, no de manera independiente. Es muy complejo y, efectivamente, hoy en día los sectores privilegiados te preguntan: "¿Para qué fuiste madre si te gusta trabajar?", como si necesitara trabajar por gusto y no por necesidad. Estos juicios vienen desde posiciones de confort que rara vez conocen la verdadera felicidad.

-¿Te has sentido juzgada por tu maternidad?

-Absolutamente. Estuve en un juicio durante cuatro años donde literalmente se juzgó mi maternidad. También recibí la pregunta de una asistente social: "¿Le gusta trabajar? ¿Y usted es madre?". Por supuesto, mi respuesta fue: "Perdón, ¿tú tienes hijos? ¿Y qué estás haciendo aquí trabajando?". Me sentí muy juzgada y fue duro porque uno nunca es suficiente si te meten dentro del saco del "deber ser".

-Has mencionado que la crianza ideal debería ser más comunitaria. ¿Cómo afecta el modelo actual a las mujeres trabajadoras?

-El trabajo te exige cada vez más. Hoy no es suficiente ser buena en algo, te exigen un cartón, y después ojalá diplomados y más. Cuando la sociedad considera que ya eres lo suficientemente calificada, estás fuera de la edad materna ideal. Todo se ha atrasado. Ya no morimos a los 50 años sino a los 90, pero la regla igual te llega a los 12. Por lo tanto, cuando quieres ser madre a los 35, no tienes tus mejores óvulos a disposición y es un embarazo de riesgo. Y hemos tenido esa consecuencia extraña de parecernos al hombre. Tenemos que ser hombre y mujer al mismo tiempo. Ese es el precio de sentirnos valoradas y respetadas.

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Sigrid Alegría y Claudia Pérez en
Sigrid Alegría y Claudia Pérez en "Las Aristócratas"

-En el mundo particular de la actuación, teatro y televisión, ¿cuáles consideras que son los principales desafíos para que las mujeres se puedan desenvolver profesionalmente?

-Nuestro cuerpo, que es el que más consecuencias tiene con la maternidad, es justamente nuestra herramienta de trabajo. Y precisamente cuando el resto se divierte, nosotras trabajamos. Tenemos la ventaja de poder andar con la cría en la cadera y dejarla en el camarín. En general, las actrices andamos con los "pollos" a nuestro alrededor.

Tenemos esa independencia, pero no es lo ideal tampoco, porque los niños descansan en las rutinas y la mujer artista poca rutina tiene. Siempre estamos salvando situaciones, tapando hoyos, y las lucas nunca alcanzan. Entonces, de verdad te lo piensas antes de tener más de un hijo.

En otros países la situación es distinta. Por ejemplo, tengo dos hermanas en Alemania. Allá el postnatal es de dos años y además te dan 30 días al año para cuidar a tu hijo cuando está enfermo. También tienen una buena educación y salud cubiertas con los impuestos. En Chile, en cambio, tienes que pagar tus impuestos y además pagar la salud y la educación, lo que hace muy difícil tener hijos.

-Otra de las situaciones que existe en el mundo de la actuación con las mujeres es esa necesidad de ser siempre jóvenes y bonitas. ¿Eso sigue siendo así actualmente con las nuevas generaciones?

-Creo que las nuevas generaciones son más respetuosas. Ven la vejez como sabiduría y la admiran más. Son más conscientes y agradecidas que mi generación. En mi generación estaba permitido que las mujeres juzguen a otras mujeres, pero ahora eso ya cambió. Hay más sororidad, nos apoyamos más entre nosotras.

-Estaba leyendo sobre el trabajo que hace Luz Jiménez en "Las Aristócratas" y el cariño que le tienen. ¿Qué se puede aprender de ese encuentro intergeneracional que permite una obra como esta, que tiene actrices desde los 20 hasta los 90 años?

-Que las cosas pasan y hay que respirarlas. La vida hay que respirarla. Nada es tan grave finalmente. De todo se puede aprender. El teatro parece muy histérico y verborreico, sin embargo, ella me ha enseñado que con calma llegas más rápido. Suena contradictorio, pero anda despacito que vas a llegar antes.

Es analizar los textos, conocer a tus compañeros sin tener la presión de ser la primera que se aprende los textos o encuentra el personaje. Es vivir el proceso con calma, observación y análisis. Esa calma que Luz tiene me permite disfrutar, y yo soy una persona que al teatro le tengo miedo, me cuesta disfrutarlo.

-¿Por qué le tienes miedo al teatro?

-Porque es tremendamente exigente. Tienes que saber resolver en ese mismo momento, es algo completamente expuesto. Siempre pareciera que estás a prueba y surgen situaciones inesperadas: entra alguien tarde a la sala, se corta la luz, alguien se equivoca en el texto. Uno siempre está remando, salvando, todo parece urgente.

Ese estado es muy estresante y me asusta. No me permite pasarlo bien hasta que la obra se siente segura. Generalmente uno estrena sin saber cómo reaccionará el público, en qué momentos se reirán. Uno siempre siente que la obra está verde hasta que pasan un par de semanas.

Me sorprende cuando veo a Luz con esa calma, enfrentando incluso sus 90 años en los que puede que se le olvide el texto. Y se entrega a que eso pueda pasar, lo que le permite disfrutar. Encuentro que es una gran lección: permitirse equivocarse para aprender más.

-Es una liberación de esas exigencias de querer hacerlo todo bien.

-Exacto, es liberarse de la competencia que impone nuestra cultura. En los colegios nos enseñan a ser el mejor, y si no lo eres, parece que no vales.

-Mencionaste la relación con las nuevas generaciones. ¿Qué has podido aprender de alguien como Pascale Zelaya y de esa nueva generación de actrices?

-La nueva generación tiene una hermosa consciencia del trabajo en grupo. Saben que una actriz sola no sirve para nada, que necesita por lo menos a alguien que interactúe. Se ayudan entre ellas y no le tienen miedo a la jerarquía.

Cuando éramos chicas nos enseñaban que a una persona mayor debías respetarla solo por ser mayor, como figura de autoridad. Ellas no tienen eso; somos iguales, solo que unos saben más que otros. Aprendo muchísimo de ellas y ellas de nosotras. No somos competencia, no somos rivales, todo lo contrario. Y eso lo agradezco.

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Elenco de
Elenco de "Las Aristócratas"

-¿Cuál consideras que es el desafío actual de las mujeres en su lucha por la igualdad?

-Creo que el principal desafío es la credibilidad. Cuando empieza un movimiento femenino, rápidamente aparecen otros actores que diluyen su fuerza. En el caso de la maternidad, por ejemplo, el hombre suele decir "yo no puedo, yo no sirvo, yo no cocino". Es complicado el rol del hombre en los hogares, la crianza y el mundo de la maternidad.

Lo que necesitamos es que nos dejen hacer las cosas sin juzgarnos, que confíen en que estamos haciendo lo mejor posible con las herramientas que nuestras familias nos dieron y que la sociedad nos permitió tener. Las herramientas para enfrentar una maternidad, deseada o no, dependen de dónde te criaste y de muchas otras circunstancias. Es esa calma que deberíamos tener para poder criar. Es una lucha que todavía está sobre la mesa.

-¿Sientes que se releva poco el rol de madre en las diversas luchas de las mujeres?

-La maternidad parece que molesta en ciertos espacios. No hay ninguna oficina que tenga esa logística para integrarla; no puedes ir con tu guagua a trabajar. Sin embargo, cuando la mandas a una sala cuna, por supuesto que en julio se pega todos los virus porque las salas son cápsulas de virus. Tu guagua se enferma y tienes que pedir permiso para no ir a trabajar. No hay sistemas que realmente te apoyen.

A través de la liberación femenina nos hemos permitido expresar y quitarle el romanticismo a la maternidad. Nuestros hijos nos escuchan decir "déjenme un rato, quiero dormir una siesta". Nos hemos encargado de expresarles lo difícil que es ser mamá.

Por otro lado, como las parejas hoy se separan con más frecuencia, muchos hombres se permiten no cumplir con un gran porcentaje de su paternidad, ni en los tiempos ni en lo económico. Entonces, si los niños escuchan en su crianza frases como "ponle a tu papá" o "ponte a tu cansado", obviamente no van a ver la maternidad como algo atractivo.

Antes la madre era una figura santificada. Cuando di esa entrevista en "De tú a tú" donde hablé de una madre narcisista muy difícil, hasta el día de hoy me siguen escribiendo: "Al fin alguien me abre la puerta para decir que lo pasé muy mal con una madre así". Existe esa idea de santificación de las madres, que nunca pueden ser malas. Siempre tienes que comprenderlas.

Es curioso porque cuando uno crece, le echa la culpa a mamá de todo: tus dolores, porque te dijeron o no te dijeron algo, porque hicieron o no hicieron algo. Sin embargo, al padre, que poco estuvo, lo necesitamos y salimos a buscarlo para sanar eso.

Hoy las mujeres hemos avanzado en muchos aspectos: podemos elegir si queremos ser madres o no, si queremos estudiar, podemos votar, hay mujeres muy importantes en puestos relevantes, muy reconocidas de todas las edades. Pero la credibilidad sigue siendo un desafío con el que nos encontramos constantemente.

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