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Trump y Gaza: ¿El fin del orden internacional liberal?
Retrato oficial de Donald Trump 2025 / Wikimedia Commons

Trump y Gaza: ¿El fin del orden internacional liberal?

Por: Felipe Ramírez Sánchez | 07.02.2025
En momentos en que la violencia y la desconfianza mutua pareciera generalizarse de la mano de la extrema derecha, resulta urgente que los países reaccionen, desde los niveles regionales a las instancias globales, cimentando nuevas formas de colaboración política, económica y social. Palestina puede ser un primer paso en esa dirección.

Hace pocos días el nuevo Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sorprendió al mundo con una propuesta al conflicto en Gaza tan radical que sólo ha concitado el apoyo de la extrema derecha, y en particular de sus incondicionales aliados en Israel.

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La idea de expulsar a dos millones de palestinos de sus hogares, ocupar el territorio y transformarlo en una “Riviera del Medio Oriente disponible para quien quiera -siempre que pueda pagar- no es sólo una limpieza étnica “de libro”, sino que también implicaría el golpe de gracia a todo el sistema internacional establecido tras la Segunda Guerra Mundial, al dejar off-side a la ONU y sus instituciones.

Es cierto que la tensión entre los designios de las grandes potencias, en especial Estados Unidos y sus aliados, y las instituciones internacionales tiene larga data, basta recordar la invasión de Irak o el bombardeo de Yugoslavia en 1999, donde el unilateralismo se impuso sobre los procedimientos comunes en Naciones Unidas.

Pero los últimos tiempos han puesto al sistema internacional bajo una altísima tensión: las teorías conspirativas divulgadas por la extrema derecha durante la pandemia, el auge del neofascismo a nivel internacional, y los intentos de EE.UU. por mantener su posición de única superpotencia mundial -algo llevado al paroxismo por Trump-, han configurado un escenario extremadamente difícil.

Los 15 meses de genocidio impune en Gaza, unido a la limpieza étnica progresiva en Cisjordania y el expansionismo israelí en Líbano y Siria, han demostrado la impotencia de la institucionalidad internacional.

Las primeras semanas del nuevo gobierno Trump han implicado una radicalización de esta situación: a la ambición por ocupar Gaza se suman las amenazas a Panamá para apoderarse del Canal homónimo, y las presiones para obtener una posición hegemónica en el Ártico ocupando Groenlandia e incluso Canadá, sin olvidar las presiones y ataques realizados a México.

Pareciera que la “comunidad internacional”, un eufemismo que pareciera sólo otra forma de decir “Occidente”, sólo reacciona cuando las violaciones las realizan países rivales a EE.UU., como en el caso de la invasión rusa a Ucrania.

De todas maneras, pareciera que el descarado despliegue del matonaje internacional por parte de EE.UU. e Israel han generado una respuesta generalizada, aunque desorganizada y desarticulada. Tanto los países de la Unión Europea como los de Medio Oriente, incluyendo tanto aliados de Washington como rivales del eje alineado con Irán, han rechazado la propuesta, misma posición adoptada por China y otros países, incluyendo Chile.

La principal incógnita radica en si será posible detener los designios autoritarios de Washington en estos cuatro escenarios, pero principalmente en Palestina, al ser el que resulta más problemático por la multiplicidad de aristas que reúne, y más dramático, debido al altísimo número de víctimas que acumula.

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Además, no hay que olvidar que Trump, junto con anunciar su proyecto para Gaza, avisó que en las próximas semanas se pronunciará sobre la anexión de Cisjordania por Israel. Dada su decisión previa de reconocer las anexiones israelíes de Jerusalén Oriental y los Altos del Golán, pueden caber pocas esperanzas sobre lo que decidirá.

En este sentido, la osada propuesta de Trump puede tener una arista “positiva”: muestra en toda su brutalidad la política israelí y ha forzado a incondicionales apoyos de Tel Aviv, como Alemania, que adoptó una dura posición antipalestina en 2023 y 2024, a expresar su apoyo a la solución de dos Estados.

La luz de esperanza puede radicar en una observación que Noam Chomsky hiciera hace casi diez años atrás en el libro “Conversaciones sobre Palestina”, junto a Ilán Pappé. En él, el intelectual judío-estadounidense recuerda que el régimen del apartheid sudafricano vivió su etapa más violenta y brutal en su último período antes de colapsar, haciendo un símil con la actual degradación del sistema de apartheid vigente en Israel.

Cabe entonces al resto de los países impulsar una solución política al actual impasse, que renueve un sistema internacional donde no sea la fuerza sino el derecho internacional y los mecanismos pacíficos los que solucionen controversias. Tema particular seria ver qué sucederá con el “Consejo de Seguridad”, instancia desfasada que sólo perpetúa los privilegios de las naciones vencedoras en 1945 de acuerdo a la situación existente 80 años atrás.

En este sentido, Chile puede cumplir un rol de liderazgo si logra aportar a aunar las voluntades de los distintos países de América Latina en el consenso sobre Palestina: dos Estados soberanos a partir de los límites de 1967, con la capital palestina en Jerusalén Oriental y el derecho a retorno o compensaciones para los refugiados palestinos.

Una acción de este tipo no sólo es relevante en si misma, al ubicarse en la lucha contra el genocidio y a favor de una solución pacífica y definitiva al conflicto, sino porque frenaría la dinámica autoritaria que campea a nivel internacional.

El fortalecimiento de iniciativas de colaboración debilita además, por su propia existencia, la posición de quienes desean instalar barreras y aislar a los distintos países. Si los países latinoamericanos logran instalar una posición común ante la crisis en Palestina e impulsar una solución definitiva, sientan un precedente para colaborar en otras aristas, fortaleciendo el bloque regional.

Para Chile ello resulta de gran relevancia pensando en que instancias como la Alianza del Pacífico pueden cumplir un rol importante en la proyección continental hacia el Asia-Pacífico si se actúa de forma coordinada.

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En momentos en que la violencia y la desconfianza mutua pareciera generalizarse de la mano de la extrema derecha, resulta urgente que los países reaccionen, desde los niveles regionales a las instancias globales, cimentando nuevas formas de colaboración política, económica y social. Palestina puede ser un primer paso en esa dirección.