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Trabajo mal remunerado: Precarización e incertidumbre laboral en las artes y las culturas
Agencia Uno / Festival Internacional Teatro a Mil

Trabajo mal remunerado: Precarización e incertidumbre laboral en las artes y las culturas

Por: Ignacia Cortés Rojas | 06.02.2025
Es fundamental reconocer que el arte y la cultura constituyen un trabajo, y como tal, deben ser remunerados y contar con condiciones laborales dignas. En otras palabras, el lema "+ humanidad", de la última versión de Teatro a Mil, debe traducirse en prácticas laborales justas, seguras y adecuadamente remuneradas para todas las personas.

El pasado sábado 25 de enero concluyó la última edición del Festival Internacional Teatro a Mil. Como de costumbre, el cierre del evento se celebró con un espectáculo callejero masivo en la ciudad de Santiago: Mo y la cinta roja, una marioneta gigante que representa la figura de un niño migrante.

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La obra, cuyo principal objetivo es generar conciencia sobre la guerra, la violencia y la migración forzada, se centra particularmente en la experiencia de niños que, debido a conflictos bélicos, pierden a sus familias y quedan expuestos a condiciones de extrema vulnerabilidad.

Este mensaje, transmitido con un gran despliegue de recursos escénicos, también fue explicitado verbalmente por un representante de la compañía francesa L'Homme Debout. Hasta aquí, todo parece alinearse con la defensa de los derechos humanos.

Precarización disfrazada de laboratorio escénico

Sin embargo, al concluir la obra, el integrante de la compañía francesa agradeció el compromiso de los 25 voluntarios que participaron en el espectáculo. En ese instante, la aparente buena voluntad y conciencia política se desdibujaron. Para este montaje se recurrió a la mano de obra de 25 artistas escénicos que trabajaron con un pago, prácticamente simbólico, de $50.000 pesos por función.

Este caso refleja la precarización laboral a la que son sometidos lxs artistas locales, particularmente los escénicos, en un sistema que avala formas de trabajo en condiciones francamente cuestionables. Se asume que la experiencia misma es suficiente retribución.

En el sitio web de la Fundación Teatro a Mil -institución sin fines de lucro con financiamiento mixto, público y privado- se detallan las condiciones de participación en el espectáculo (sin mencionar la palabra trabajo). Se invitaba a participar como voluntarios y a asistir a una jornada de ensayo, lo que implica dos días de actividad bajo el argumento de un 'laboratorio' escénico.

Esta forma de precarización responde a uno de los criterios de selección del festival: generar un intercambio con los habitantes del territorio. La ficha técnica del evento lo expone claramente:

  • "Aprenderás a colaborar en la preparación y desarrollo del espectáculo, desde inflar globos gigantes hasta guiar al público y operar módulos de luz y sonido."

Surge entonces la pregunta de si esta instancia aportó efectivamente a lxs artistas en el aprendizaje de elementos escénicos o si, por el contrario, el denominado laboratorio constituyó una simple inducción al montaje de la obra.

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En otras palabras, el intercambio consistía en que lxs artistas locales se integraran al espectáculo bajo condiciones de precarización laboral. Este modelo no es exclusivo de las compañías del norte global, sino que el propio festival perpetúa este sistema.

Incertidumbre

Días antes del último montaje de Mo, organizaciones culturales con más de 10 años de experiencia denunciaron la demora en la entrega del financiamiento del Programa de Organizaciones Culturales Colaboradoras (PAOCC), un fondo clave para el sector que busca terminar con la asignación de recursos mediante concursos para aquellas organizaciones que cuentan con una amplia trayectoria.

El Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio atribuyó los retrasos a gestiones pendientes con la Contraloría. En una reunión virtual del 23 de enero con la Coordinación del PAOCC, las organizaciones expresaron su preocupación, pero no recibieron una fecha definitiva de pago.

Esta falta de certeza ha generado vulnerabilidad en la comunidad artística y cultural, que depende de estos fondos para continuar sus labores. Algunas organizaciones han debido asumir créditos bancarios o incluso perder sus espacios debido a la imposibilidad de pagar arriendos y sueldos en un periodo de alta demanda, como es el verano.

Tras la organización colectiva de más de 130 colectivos a nivel nacional, el Ministerio citó a una reunión virtual a los beneficiarios del Programa PAOCC el jueves 30 de enero, coincidiendo en fecha y horario con la convocatoria de las organizaciones para entregar personalmente una misiva al presidente Gabriel Boric, la ministra Carolina Arredondo y la subsecretaria Jimena Jara. Se espera que algunas de las medidas sugeridas en la carta, sean acogidas.

La experiencia es lo que vale

Vuelvo sobre Teatro a Mil. A propósito de un post que subí a mis redes sociales sobre el montaje de Mo “y los voluntarios”, amigxs del rubro de las artes y la cultura, me respondieron: "colonialismo puro", "basta de abuso", "indecente", "mano de obra barata que hacen pasar por workshop".

Lejos de continuar reproduciendo el sistema de pago simbólico, reducido a la frase la "experiencia es lo que vale", este sector debe contar, al igual que otros, con medios formales de remuneración.

Las organizaciones artísticas y culturales han tenido que subsistir con escaso apoyo, manteniendo, incluso desde la pandemia, mecanismos elementales para su sostenimiento, como rifas y bingos.

Además, la precarización laboral impacta de manera desproporcionada a mujeres, disidencias y personas de sectores populares, quienes, en muchos casos, deben compatibilizar su trabajo artístico-cultural con labores de cuidado.

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Es fundamental reconocer que el arte y la cultura constituyen un trabajo, y como tal, deben ser remunerados y contar con condiciones laborales dignas. En otras palabras, el lema "+ humanidad", de la última versión de Teatro a Mil, debe traducirse en prácticas laborales justas, seguras y adecuadamente remuneradas para todas las personas.

Agradezco a lxs artistas, técnicos escénicos y gestores culturales que me compartieron su experiencia y leyeron esta columna antes de su publicación.