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Reseña de libros| "Ni a la diestra de nadie": Los misterios tras los muros de los vecinos
El relato negro vive uno de sus mejores momentos en Chile, con un interés cada vez mayor entre lectores y escritores, incluso con festivales y encuentros literarios y académicos que refuerzan la visibilidad de un género que solo parece crecer. Sonia González Valdenegro nos entrega en "Ni a la diestra de nadie" un conjunto de relatos negros, policiales, pero sin policías. Y si es que los hay, no están tan preocupados de resolver crímenes como de su propio egos y rivalidades personales.
El crimen, en estos relatos, es solo el punto de partida, no para una investigación policial, sino para ingresar en subjetividades convulsas: la envidia, la locura, el miedo, la venganza, las familias rotas, la muerte, el odio, todo envuelto en personajes que parecen salir de la página. Y si todo esto entrará o no en la investigación policial que se abrirá tras el punto final, es algo que nos tiene sin cuidado. En Ni a la diestra de nadie el puzle a resolver no tiene que ver con pistas y testigos, sino con personajes solitarios a la deriva en un mundo violento y donde nada es lo que aparenta ser: el asesino que simula no serlo, una cómplice de asesinato que finge no saber nada, un vecino capaz de ocultar una verdad horrible tras los muros de su casa, la locura escondida tras la apariencia de la calma. Al entrar en estos personajes y en sus motivaciones, entramos también en aquel “punto ciego” que propone González Valdenegro. Ese punto donde cualquiera de nosotros puede convertirse en lo que nunca pensó. Ese “espacio reservado para ciertos hechos que no podemos ni querer mirar”, dice la narradora de “El ejercicio de la gratitud”, notable cuento que abre el libro.
Los relatos de "Ni a la diestra de nadie" parecieran empujar a sus personajes al encuentro con lo Real, con mayúscula. Para Lacan lo Real sería lo “corporal, desbordante y perturbador. Lo opuesto a la realidad, que está construida o interiorizada en nosotros para soportar y codificar la experiencia”. Lo Real es “lo que no se puede imaginar, pensar o representar, y se encuentra en la esfera de la sexualidad, el horror, la muerte y el delirio”. Y mientras recorremos estas páginas vamos viendo cómo se va desmoronando la realidad y abriéndose la visión de lo Real. Tomemos como ejemplo el cuento “Matar carece de sentido” -una obra de joyería- donde una vendedora le quiere vender un automóvil a un hombre que, una vez arriba del vehículo, demuestra no estar interesado de verdad en comprar el auto, sino en secuestrarla. Ella poco a poco va asumiendo esto, testigo impotente de una realidad que se va desmoronando ante cada paso adelante que da el sujeto. La ropa del hombre, su apariencia, su forma de hablar, ¿cómo no notó antes que no era un verdadero cliente? Finalmente, cuando todos los muros de la realidad se hayan derrumbado, esta mujer deberá enfrentarse a lo más Real de lo real. Y nosotros vamos en su compañía.
Otro aspecto a destacar es que la mayoría de los relatos ocurren dentro de cuatro paredes. Y muchas veces los vecinos son quienes esconden una realidad que no imaginamos y que nos afecta. La privacidad de uno repercute en el que está al otro lado del muro. No por nada el libro inaugura con las siguientes palabras: “Que los vecinos ya no son lo que fueron y cada cual vive entre sus cuatro paredes, como si el resto no existiera. Me consta la falsedad de esta afirmación. Lo he vivido. Lo sé. El significado de la vecindad pende sobre mi cuello como el filo de una guillotina”. Y es cierto. Así lo demuestran estos cuentos, donde al otro lado del muro puede estar ocurriendo un crimen que de todos modos nos salpicará de sangre. Realidades opuestas, ocultas, que terminan conectándose muchas veces sin que sepamos por qué.
No importan los por qué. O quizás sí, tal vez lo único que importe sean esas preguntas que no tienen respuesta. Ese lugar vacío, ese silencio, ese punto ciego que lo dice todo sin decirlo. El misterio en estos relatos de Sonia González, repito, no está en lo que ocurre en las cabezas de esos personajes que no actúan siguiendo una línea recta y para quienes muchas veces “matar carece de sentido”. Y lo más Real es que esto ocurre cada noche en la ciudad, quizás al otro lado de las paredes de tu casa.