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Educación ambiental: Qué hacer cuando la mayor potencia mundial le da la espalda al planeta
Agencia Uno

Educación ambiental: Qué hacer cuando la mayor potencia mundial le da la espalda al planeta

Por: Alexandre Sánchez Wadie | 28.01.2025
Aún podemos elegir ser protagonistas de una historia diferente, pero el tiempo se agota y la educación ambiental ya no es opcional: Es nuestra última línea de defensa contra un presente distópico que preferiríamos no imaginar.

El Día Internacional de la Educación Ambiental llega en un momento distópico. Estados Unidos se retira del Acuerdo de París, el tratado internacional de cambio climático más importante y firmado por prácticamente todos los países del planeta, mientras acabamos de concluir el año más caluroso jamás registrado.

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Una distopía es un futuro donde la sociedad perdió su humanidad persiguiendo un falso progreso. Y eso ya no es ciencia ficción. Seis de los nueve límites planetarios han sido superados mientras las corporaciones profundizan la extracción de combustibles fósiles bajo el ala de políticos negacionistas.

Lo más preocupante: la mayoría de la población desconoce las causas y efectos de las crisis y los Estados se encuentran al debe en la preparación de la población.

No conocer o no tomar acción frente a la crisis climática no es una decisión que las personas tomen. Es una realidad que responde a un sistema que los mantiene mentalmente atrapados. La reducción de los estándares de vida nos impulsa a preocuparnos sólo por sobrevivir mes a mes.

El desafío es demasiado grande: orientar a una población con necesidades económicas concretas frente a avalanchas de desinformación, especialmente sobre cambio climático, inmigración y todo aquello que apunte a exigirle más a los super-ricos y grandes corporaciones contaminantes.

Y este desafío se intensifica en tiempos electorales. La remoción de filtros contra la desinformación en redes sociales y el acercamiento de gigantes tecnológicos a la actual presidencia estadounidense plantean un probable aumento en interferencias externas y desinformación en las próximas elecciones de Chile y el resto del mundo.

Pero, ¿cómo podemos usar la educación ambiental para superar esta brecha civilizatoria? El antídoto contra la distopía está en el poder del encuentro humano.

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Un ejemplo son los talleres de simulación climática de Climate Interactive: dinámicas educativas donde los participantes representan distintos países y grupos de interés, investigando y debatiendo para buscar acuerdos climáticos entre ellos. Son herramientas de transformación social que nos obligan a buscar acuerdos y cuestionar qué información consideramos válida y cómo utilizamos la inteligencia artificial.

La educación ambiental interactiva también nos puede ayudar a crear espacios para fortalecer la resiliencia del tejido social frente a un posible colapso civilizatorio, como en los Mercados de Ofertas y Necesidades del Post Growth Institute: talleres donde los participantes intercambian conocimientos y recursos, demostrando que la verdadera riqueza está en nuestras conexiones colectivas.

Además, debemos reconocer que la educación ambiental no se limita a talleres formales o aulas. Algunos pueblos indígenas han preservado durante siglos soluciones basadas en la naturaleza y formas de vida en equilibrio con el entorno. Este diálogo de saberes entre el conocimiento científico y ancestral, entre la educación formal e informal, entre las aulas y las comunidades, es fundamental.

La sabiduría para enfrentar la crisis climática no solo está en las instituciones educativas o centros de investigación, sino también en las prácticas cotidianas de todos aquellos que mantienen viva una relación armónica con su entorno e invitan a los demás a hacerlo.

En un contexto de desesperanza, la educación ambiental se convierte en un acto de resistencia. Nos impulsa a pensar y discutir racionalmente, a construir puentes de entendimiento y usar responsablemente las tecnologías de la información. En cada taller, en cada conversación informada, en cada voto consciente, construimos la alternativa a esta distopía que habitamos. El futuro no está escrito.

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Aún podemos elegir ser protagonistas de una historia diferente, pero el tiempo se agota y la educación ambiental ya no es opcional: Es nuestra última línea de defensa contra un presente distópico que preferiríamos no imaginar.