Siria sin Bashar al-Assad ¿qué viene ahora?
En septiembre de 2013, en el peor momento de la guerra civil Siria que acaba de terminar con el colapso del gobierno de Bashar al-Assad, las tropas yihadistas del Frente al-Nusra, filial de al-Qaeda, ocupaban a sangre y fuego el pueblo cristiano de Malula, donde aún se habla arameo y los conventos e iglesias llenan el horizonte.
Como botón de lo que hoy es una realidad, las fuerzas opositoras a la dictadura del partido Baaz arrasaron el lugar, destruyendo los altares e imágenes sagradas de las comunidades griegas ortodoxas y de otras denominaciones cristianas orientales. No fueron, contrario a lo que podría pensarse, fuerzas rebeldes moderadas ni milicias de los partidos cristianos libaneses -de extrema derecha- quienes salvaron a los cristianos de la masacre, sino las fuerzas especiales de Hezbolá, y las tropas regulares del gobierno sirio.
Estas son las contradicciones que durante los últimos casi 15 años desangraron Siria: un país dividido, por un lado, entre la lealtad a una dictadura unipartidista secular, que aseguraba por la fuerza una versión edulcorada del socialismo árabe, donde resguardaba la separación del Estado y la religión, asegurando la existencia de las minorías religiosas y étnicas conviviendo con mayores o menores tensiones suníes, chiíes, alauitas y cristianos, kurdos y árabes; y por oto lado, una rebelión heterogénea, que por un lado exigía mayor libertad y democracia, pero que estaba siendo rápidamente hegemonizada por grupos terroristas.
Los últimos diez días vimos cómo el gobierno autoritario de Bashar al-Assad colapsó casi sin combate, víctima de la desafección de la población, las sanciones económicas y la falta de acceso a los pozos petrolíferos y de gas, en manos kurdas en el este de Siria, ante una ofensiva conjunta de Hay’at Tahrir al Sham (HTS), nueva sigla de los terroristas de al-Nusra, y el “Ejército Nacional Sirio” (SNA), nombre de fantasía de un conjunto de milicias opositoras en Siria que han sido armadas, entrenadas y organizadas por Turquía como “proxies” para impulsar la agenda expansionista de Erdogan.
El caos sirio ha devenido así en una competencia entre HTS, en torno a quienes se ha reunido una miríada de grupos terroristas de timbre islamista, incluyendo miles de combatientes uigures y kirguises del Partido Islámico del Turkestán, y los sirios del SNA, contra los kurdos y algunas tribus árabes de las “Fuerzas Democráticas Sirias” (SDF) apoyadas por Estados Unidos, y el “Frente Sur” del antiguo “Ejército Sirio Libre” que opera en Daraa, Swayda y Damasco, que reuniría a grupos de la antigua oposición moderada -secular e islamista- con grupos de la minoría drusa.
A estos cuatro grupos que compiten por el poder en la nueva Siria se sumarían dos actores más: los remanentes del gobierno y el partido Baaz, sobre todo integrado por la minoría alauita de las regiones de Tartus y Latakia, particularmente amenazados junto a cristianos, chiíes y kurdos por los extremistas islámicos, y el Estado de Israel, que haciendo gala de su permanente expansionismo invadió inmediatamente el país por el sur para ocupar Quneitra y avanzar hacia Damasco, declarando formalmente que anexarán todo el Golán, y atacando blancos militares y de infraestructura por todo Siria.
En este mar de siglas lo único claro es la incertidumbre en la que viven millones de sirios, desde aquellos que viven en el exterior y huyeron de la guerra, hasta quienes siguen adentro y tratan de vislumbrar qué reemplazará al régimen de los Assad, el único sistema de gobierno que conocieron desde 1970 o incluso desde 1963 cuando el Baaz se tomó el poder.
Contra las promesas de moderación y democracia realizadas desde Damasco por el líder de HTS, Abu Mohamed al-Joulani, el antiguo líder de al-Qaeda, y a menos de 48 hrs.de ser derrocado al-Assad, ya hay videos y evidencia de torturas y asesinatos de personas provenientes de minorías religiosas, ex partidarios del anterior gobierno, y milicianos/as kurdos, en lo que amenaza con ser la tónica del nuevo régimen.
En las mismas plazas de Damasco donde hace 20 años la juventud siria compartía libremente, sin velos forzosos ni obligaciones religiosas, hoy los milicianos de HTS imponen su versión de la sharia y realizan rezos masivos.
De todas maneras, no hay que engañarse. No es posible una defensa a rajatabla del antiguo gobierno sirio desde la izquierda. Hafez al-Assad y el ejército sirio fueron quienes en 1976 intervinieron en Líbano para impedir que el izquierdista Movimiento Nacional Libanés y la OLP derrotaran a la Falange Libanesa en los inicios de la guerra civil, e incluso habrían estado detrás del asesinato del principal líder del Partido Socialista Progresista, Kamal Jumblatt.
Fueron las reformas neoliberales de su hijo, Bashar al-Assad, las que en los primeros años 2000 eliminaron subsidios y privatizaron empresas, generando una fuerte crisis económica, sobre todo en el campo sirio, aumentando la pobreza y las tensiones sociales siendo el caldo de cultivo para la rebelión en 2011.
Pero si algo nos demuestra Siria, es que la realidad es mucho más compleja y contradictoria de lo que nos gustaría, y no se divide en simplificaciones duales de buenos y malos, o dictadura/democracia. Atrapados entre el expansionismo israelí y las luchas entre facciones en Siria, lo único que cabe esperar es que el futuro le depare a las y los sirios paz y tranquilidad para definir ellos mismos su futuro.