Un cambio cultural para salvar vidas
Agencia Uno

Un cambio cultural para salvar vidas

Por: Juan Carlos Muñoz | 31.10.2024
Cada año cerca de dos mil personas pierden la vida en los mal llamados “accidentes”; eventos donde no atender a señales de tránsito, conducir a exceso de velocidad, descuidarse mirando el teléfono o bien, trasladar a menores de edad sin sus sistemas de retención, son el denominador común y se transforman en una suerte de guion repetido una y otra vez.

En la víspera de este nuevo fin de semana largo, cuando justamente se recuerda a las personas que han fallecido, desde el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, y por medio de una intervención urbana, relevamos el concepto de #NoMasMuertesEnElTransito, el cual no sólo busca instalar una acción comunicacional, sino más bien un cambio conductual. Y es que el cambio estructural que necesitamos son el autocuidado y la conciencia respecto de cómo una conducción desprolija o temeraria puede llevarse vidas de terceros por delante.

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Ese cambio estructural que pregonamos no es únicamente declarativo. Sólo en el presente año se observa un trabajo de fiscalización que se materializa en controles en calles y carreteras que prácticamente se han duplicado en relación a otros periodos. Aquí debemos destacar el trabajo de los equipos de Fiscalización del MTT, junto a la enorme labor que ha desplegado Carabineros de Chile y que frecuentemente se acompaña de inspectores municipales.

A la fiscalización sumemos otro factor: el normativo. Hoy Chile cuenta con una importante batería de leyes que han aumentado las penas frente a la conducción a exceso de velocidad, la distracción al volante, e incluso, altísimas sanciones para quienes manejan bajo los efectos del alcohol o a velocidad temeraria.

Si bien estos esfuerzos en fiscalización y legislación han permitido año a año reducir las tasas de muerte per cápita o por vehículo, seguimos perdiendo la vida de dos mil personas al año. Un niño a la semana. Y las principales causas de muerte en nuestras vías siguen siendo las mismas -imprudencia en la conducción, el consumo de alcohol, conducción desatenta y el exceso de velocidad-.

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Concluimos entonces que tenemos un problema cultural en la forma en que conducimos y nos movemos por nuestras calles. A pesar de los avances en infraestructura, fiscalización y sanciones, seguimos lamentando tragedias evitables. Y esa es la clave: evitables. ¿Qué hacer entonces, frente a este fenómeno? Avanzar en la componente cultural de esa transformación estructural que requerimos.

Porque aunque tengamos más controles en carreteras, e incluso, podamos incorporar a mediano plazo fiscalización automatizada (gracias al sistema CATI, aprobado legalmente el 2023), el principal factor que tiene un impacto real en la reducción de muertes en el tránsito, es la responsabilidad individual.

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Conducir un vehículo, movernos en un ciclo, o incluso, cruzar una calle, no es (ni puede ser) un mero ejercicio mecanizado. Es tarea de cada uno, entonces, cambiar esta dura realidad. Vamos juntos por ese cambio estructural.