Arcos: Una historia significativa, una responsabilidad presente y futura
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Arcos: Una historia significativa, una responsabilidad presente y futura

Por: Felipe Oyarzún Montes | 23.10.2024
Siempre me ha gustado imaginar a Arcos como una caja de resonancia que ha ido en su historia ampliado la densidad y consistencia de una diversidad de voces y de sensibilidades, contribuyendo al enriquecimiento de la vida educativa, simbólica y económica de nuestro país.

Así me han contado su historia. Una historia que, si bien no viví desde sus comienzos, teje mis recuerdos, escribe mis días y parte importante de las maneras en las que el deseo de futuro me toca. Arcos, toda su historia, que es la historia de una diversidad de personas, de una diversidad de disciplinas y de una práctica humana llamada educación, convoca mis días como una memoria familiar que también es futuro y espera. En Arcos quizá aprendí otros modos de decir nosotros.

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Arcos, me han dicho, nació del deseo de un grupo de amigos por inventar un proyecto educativo y cultural que aportara a Chile y que fuera también un espacio de realización personal. Su fundación data de diciembre de 1981, aunque abrió por primera vez sus puertas, como Instituto Superior de Comunicación y Diseño, en marzo de 1982, con tres carreras y con alrededor de 40 estudiantes.

Pienso que el campo disciplinar y profesional en el que el naciente proyecto formativo inscribió su vocación y ethos no fue ni es algo baladí, sino que nació de una intuición de futuro realmente poderosa. Las primeras carreras que el Instituto ofreció fueron Comunicación Audiovisual, Diseño Gráfico y Publicidad.

Es decir: profesiones emergentes que se hacían eco de las profundas transformaciones que estaban teniendo lugar en las tecnologías de la comunicación y de la información, y en las nuevas formas que estas posibilitaban para la producción simbólica a través de nuevos objetos audiovisuales, lo que abría horizontes inexplorados a los mundos del arte, la cultura, la comunicación y las economías emergentes.

Hoy podemos ver con mayor claridad que este campo profesional de pensamiento y de prácticas artísticas y culturales ha tomado una preponderancia estructural a nivel nacional y a nivel global. Basta repasar las carreras con las que Arcos ha ampliado su universo educativo para percatarse de que aquello de lo que tratan, recorre y contagia nuestra cotidianidad: Fotografía, Cine, Ilustración, Animación Digital, Diseño de Video Juegos, Producción musical, Composición Musical, Actuación, Sonido, entre otras.

Todas estas carreras conforman un verdadero ecosistema cultural, económico y social en el que -sobre todo a partir de los últimos decenios- nos hemos ido jugando las fibras más íntimas del desarrollo de nuestro país: la proliferación de aquellas imágenes y sonidos que configuran nuestros recuerdos individuales y colectivos, nuestras formas de ver y de esperar, nuestras maneras de sentir y de relacionarnos con los otros y con el mundo, nuestros imaginarios locales y nacionales, la renovada diversidad de modos de intercambios, la emergencia de mercados emergentes y nuevas maneras de asociatividad.

Incluso, diría, otros modos de hacer industria. Por eso, estoy convencido de que la decisión perseverante de la institución de mantener su vocación en el campo profesional y disciplinar, que nace del cruce de las prácticas artísticas, culturales y los nuevos medios, ha contribuido de modo excepcional al valor y significado que estas profesiones y disciplinas han tenido en el tejido cultural y económico de nuestra sociedad.

Así, si en los años ochenta, por ejemplo, en la pequeña galería Ojo de Buey -o en la revista con el mismo nombre- se abrieron a la mirada y discusión públicas, reflexiones y puestas en escena en su momento marginadas de los espacios oficiales (tanto por sus temáticas como también por sus prácticas y formas de hacer consideradas vulgares o impuras), en el último decenio Arcos se ha implicado -en alianza con el Ministerio de la Cultura o Corfo- en el desarrollo de políticas públicas relativas al fortalecimiento de la economía creativa, al despliegue de los territorios creativos en Valparaíso y Peñalolén, al nacimiento de Chile Creativo, y la formación de la Red nacional de Territorios Creativos, visibilizando, articulando y potenciando estos ejes que son, a todas luces, prioritarios para el desarrollo del país.

Las publicaciones de su editorial Aguaderramada, las diversas exposiciones montadas en su Fotogalería o en la galería de Diseño, las jornadas de música, las muestras de cine y las representaciones de teatro: Arcos durante sus más de 40 años de historia se ha ido transformando en un polo cultural y formativo significativo para la ampliación y rearticulación de los circuitos simbólicos de nuestro país.

El aporte singular de la institución al diseño e implementación de estas políticas no puede comprenderse, creo, sin tener en cuenta la disposición afirmativa (de forma espontánea o meditada, no lo sé) que ella ha mantenido con lo nuevo, con lo diverso, con lo emergente, es decir, con aquello que brota e inaugura desde los márgenes, haciendo florecer nuevos posibles.

La diversidad ha sido un horizonte de sentido, casi diría un eje orientativo, expuesto a la escritura (audiovisual, sensorial y corporal) de lo diferente. Signo de ello es que hoy en día Arcos es un referente, por ejemplo, en su Política de Género y Diversidad, lo que se relaciona estrechamente a la intención educativa y creativa que ha urdido su historia desde sus comienzos.

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En este sentido, Arcos ha buscado enmarcar la aparición de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información como un espacio donde, potencialmente, pueden ampliarse las formas de invención y de articulación de lo sensible, a nivel individual y a nivel social. Al estar condicionado por los soportes externos, la sensibilidad, la inteligencia, la memoria y la imaginación, pueden ser capturadas por nuevas formas de control, gatillando en nosotros procesos de homogeneización y de degradación, que repercuten en nuestras capacidades para atender lo que (nos) pasa y soñar con nuevas formas de vida deseable.

De ahí que uno de los aportes más significativos de Arcos se encuentren justamente en la profesionalización y promoción de una diversidad de productores y creadores con los cuáles se han abierto una infinidad de nuevas miradas y sentidos, complejizando nuestra vida en común. Dicho de otro modo: posibilitando que cada vez más y más jóvenes participen creativamente en la invención de esa textura literaria, visual, sonora, escénica, corporal que teje y reteje nuestro país, Arcos ha sido un aporte fundamental para el cuidado de nuestra salud democrática.

Esta disposición de la promoción de la diversidad ha quedado plasmada, también, en su ethos educativo, promoviendo espacios de reflexión pedagógica, en los que la acción formativa y los espacios de desarrollo profesional y creativo no han sido pensados de modo desligado. Arcos se ha transformado en un verdadero laboratorio pedagógico en el que se ha explorado modos de encarnar en las aulas lo que venimos llamando hace años el «hacer-reflexivo».

Teniendo como corolario la pedagogía de taller, Arcos ha buscado pensar la teoría y la práctica como elementos dinámicos del proceso formativo, en donde los estudiantes -en diálogo con sus profesores- se comprometen en los procesos de trans-formación individual y colectivos. El ethos docente ha sido vivido, de este modo, como un espacio de invención e investigación creativa y pedagógica permanente, en el que el compromiso de las profesoras y profesores por los estudiantes y su campo disciplinar y profesional han marcado uno de sus sellos más conmovedores.

Por estas razones, estoy convencido de que -en estos más de 40 años- Arcos se ha transformado en un espacio absolutamente singular, con un ethos diferenciador y una vocación formativa en un campo disciplinar y profesional de vital importancia para el desarrollo social, económico y cultural de los territorios.

Ha contribuido, sin lugar a duda, al cultivo de una «ecología educativa», ofreciendo al país un proyecto diferente en el que la diversidad y la ampliación de perspectivas profesionales, creativas y críticas han desvelado nuevas derivas, futuros y mundos posibles. Con Arcos la formación técnico-profesional del país ha tenido un referente diferenciador para imaginar otras formas de hacer industria, incluso otras maneras de concebir el trabajo.

Siempre me ha gustado imaginar a Arcos como una caja de resonancia que ha ido en su historia ampliado la densidad y consistencia de una diversidad de voces y de sensibilidades, contribuyendo al enriquecimiento de la vida educativa, simbólica y económica de nuestro país. Esta quizá ha sido su estela, ese temblor que ha ido recorriendo todas sus etapas, sus tiempos, el aroma de sus días.

Estela que es esencial que siga vibrando, contagiando y movilizando las energías, las preguntas, las prácticas, los cuerpos y las conversaciones pedagógicas, disciplinares y profesionales de aquellos proyectos educativos y académicos que han manifestado -por las circunstancias que todos sabemos- la intención de integrar esta historia a sus proyectos educativos respectivos.

El campo disciplinar y profesional en el que Arcos ha tejido su historia es crucial para el presente y futuro de nuestro país. Cuidar y atender la sostenibilidad de una ecología educativa y creativa que promueva procesos formativos en dichas áreas, con perspectiva crítica y abierta, diversa y comprometida con un futuro más amable para todas y todos, es de responsabilidad de las comunidades académicas y de la visión de sus liderazgos, así como también de los gobiernos y el diseño de sus Políticas culturales, educativas, científicas y de investigación.

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Como dicen algunos, estamos quizá ante una revolución histórica comparable a la invención de la escritura. Es de responsabilidad de todas y todos que, en este devenir abierto e incierto impulsado por las transformaciones tecnológicas numéricas en curso, se abra hacia nuevas y renovadas maneras de potenciar nuestra vida democrática. Para eso, no debemos perder nunca de vista que el horizonte de la diversidad siempre está amenazado por tendencias homogenizantes que disuelven toda diferencia. En esta disyuntiva late, quizá, la responsabilidad histórica que tensiona a nuestra época.