Comunidades del altiplano replican técnica ancestral y rehabilitan humedales de altura para regar
En medio del paisaje árido del desierto, sobre los 3800 metros de altura, se pueden ver parches verdes de vegetación y agua, llamados bofedales. Estos ecosistemas no solo son importantes para regular el extremo clima local y guardar agua, sino para los modos de vida de comunidades altoandinas que llevan a su ganado a pastorear y usan el agua para la vegetación. Por ello, estas comunidades han trabajado desde tiempos ancestrales los bofedales para mantener su funcionamiento y salud en condiciones óptimas.
Ahora, hacen este trabajo contratados por Conaf, en un programa financiado por el Gobierno Regional de Arica para conservar la biodiversidad en el altiplano y el abastecimiento de agua. Se trata de un programa que comenzó en 2023 y continúa hasta 2027, donde trabajan comuneros de Putre, General Lagos y Camarones, en los ecosistemas de la Reserva de la Biósfera Lauca.
¿Cómo lo hacen?
Los bofedales son oasis de biodiversidad y vegetación en medio del paisaje desértico y las comunidades humanas que viven en esos sectores han estado históricamente asociadas a ellos.
Así, por generaciones, comunidades indígenas del altiplano usan técnicas como canalización de agua, champeo o siembra de vegetación, cosecha de agua y construcción de pequeños diques.
Con esto, logran mantener la salud de la vegetación, distribuir agua en sus parcelas, mejorar la capacidad de infiltrar agua de los bofedales, y aumentar la superficie de forrajeo para la ganadería camélida.
El programa actual contrata a personas de las comunidades aledañas por ciclo, y hasta el momento ha logrado restaurar 68 km lineales de bofedales. El objetivo a 2027 es alcanzar los 85 km recuperados, abarcando 2500 hectáreas de bofedales, con una inversión total de $300 millones y aportando al trabajo local.
Lauca y el litio
El programa se centra en los ecosistemas de la Reserva de la Biósfera Lauca, que ha albergado por cuatro décadas una operación minera de la empresa Quiborax, para extraer un mineral llamado ulexita del salar de Surire, que sirve para producir fertilizantes.
Allí, el Consejo de Defensa del Estado se querelló contra la minera por daño ambiental acumulativo e irreversible en el ciclo hídrico del salar y en la reproducción de las especies de flamenco que habitan allí.
El salar de Surire, monumento natural dentro de la reserva, también está en la mira de la industria del litio, ya que está dentro de los 23 salares que se abrieron a proyectos de extracción. Organizaciones como Chile Sustentable o Symbiotica han alertado ante el Congreso sobre ocho salares bajo cierto grado de protección dentro de estos 23 ofrecidos a la industria, y uno de ellos es el salar de Surire, que es parte de la reserva de la biósfera Lauca y que es un Monumento Natural.
Entre las principales preocupaciones de las comunidades que habitan el altiplano con respecto a la industria del litio, está el impacto que puede tener esta actividad en el abastecimiento de agua para el pastoreo, el consumo humano y la biodiversidad desértica. Esta alerta crece a raíz de las evidencias sobre el impacto que ya se puede ver en el Salar de Atacama. En respuesta, desde la industria apuntan a la ciencia y los nuevos métodos de extracción para disminuir el uso de agua.
Bofedales para el agua
Los bofedales cumplen un rol fundamental de regulación del ciclo hídrico en las condiciones extremas del desierto, donde se vive una temporada de lluvias intensas en verano, denominada invierno altiplánico, y una época muy seca.
Estos ecosistemas funcionan como esponjas que infiltran el agua de las lluvias intensas, reduciendo el riesgo de aluviones e inundaciones que aquejan al norte del país, y filtrando el agua hacia los acuíferos o manteniéndola en el suelo, lo que permite el crecimiento de vegetación y el abastecimiento de agua para el otoño e invierno.