Iglesias evangélicas y su lobby político: Al pan, pan y al vino, vino
En los últimos años resulta muy llamativo observar cómo diferentes tendencias políticas han logrado “penetrar” parte de los espacios cristiano-evangélicos bajo la idea de una agenda “valórica” y “respeto” hacia la cosmovisión espiritual de estos últimos, ello con el fin de pesquisar adeptos entre las filas protestantes y que, a su vez, deseen abrazar ciertos lineamientos políticos de un sector delimitado.
Claro, aquí hay cabida para creyentes de izquierda y derecha, estatistas y liberales, sin duda, nadie se salva, incluso, se construyen grandes narrativas que prometen la preservación de la moral judeocristiana en el espacio público, uno que parece visualizar a una parte de las iglesias evangélicas de nuestro país realizando un constante lobby con la política de corte “cristiano”, sin embargo, esto no es más que una utopía promovida y avalada por un sector del fenómeno religioso de la nación chilena en pleno siglo XXI.
La Encuesta Bicentenario 2023 de la UC, señala que quienes se declaran de religión evangélica no varían demasiado en el tiempo: 14% en el 2006, 17% en el 2023, sin haber superado nunca el 18% hasta la fecha.
Esto resulta muy interesante de analizar si observamos que dentro de este porcentaje (18%) existen varias expresiones de fe llamadas tradiciones “cristianas-evangélicas”, por ejemplo, luteranos, presbiterianos, metodistas, pentecostales, entre otros tantos. Ahora bien, más allá de eso, muchos de estos grupos han visto la “luz divina” a través de la política partidista de nuestro país, donde algunos se identifican con la derecha por su vínculo con la idea de Dios, cristianismo, fe, dogma y práctica religiosa.
Sin embargo, otros lo hacen con la izquierda, dado que tiene una tinte de acercamiento hacia los pobres, oprimidos, menesterosos y proletarios de la región, esos que buscan en las políticas públicas las categorías de igualdad, justicia social y pensamiento crítico.
Por tanto, en Chile la religión evangélica no es homogénea, por el contrario, es muy heterogénea entre sus filas. Cabe señalar que una parte de la hermandad cristiana suele ser muy amante de Chile Vamos, Partido Republicano y Renovación Nacional, no obstante, otro segmento lo es del Partido Socialista y, -por supuesto- del Partido Social Cristiano.
Recordemos que durante la gestión de Mario Desbordes, primero como secretario general y luego como presidente de RN, líderes evangélicos como Eduardo Durán, Leonidas Romero y Francesca Muñoz llegaron a ocupar un escaño en la Cámara de Diputados. Ese sería el origen de la actualmente denominada “bancada evangélica”.
Por otro lado, fue probablemente durante la deliberación constitucional que emergieron más que nunca grupos evangélicos de izquierda, esos donde el eslogan decía “Apruebo Evangélico”, una especie de nicho que tenía la pretensión de despolvar las viejas éticas cristianas tradicionales en pro de una moral secular, “tolerante” y emergente, al más puro estilo deconstructivista, decolonial y posmoderno.
En la actualidad el llamado Partido Social Cristiano parece amplificar nomenclaturas de viejas retoricas, utopías populistas y muestras de ansias de poder, claro, justificando sus “hermenéuticas teológicas” para instalarse en el debate público, aunque una sencilla radiografía histórica nos dejaría entrever parte del olor a cadáver que alberga entre sus filas.
Por ejemplo, existen algunos herederos, o mejor dicho fracasados, que se refugiaban en el PCC (Partido Conservador Cristiano), ello se remonta a febrero del 2022, cuando el Servicio Electoral disolvió a este partido por no alcanzar el 5% de los sufragios válidamente emitidos en la elección de diputados del 2021.
Algo a considerar, es que desde el partido en cuestión, la opción de ver nuevamente la “luz divina” parecía toda una esperanza apocalíptica, entonces, no es de extrañarse que el “brillante” Partido Social Cristiano venga a refugiar a esos servidores públicos que tienen una vasta experiencia “intelectual” y académica para organizar y trazar las conjeturas que experimenta la población chilena.
Sin duda, una ironía que coloca en ridículo a parte del pueblo evangélico que, dicho sea de paso, no tiene ni siquiera instituciones teológicas acreditadas ante el Ministerio de Educación pero posa de culto, preparado y deseando a rajatabla dirigir a sus conciudadanos hacia el “camino de la verdad”. Desde luego hay excepciones, sin embargo, el grueso de los evangélicos en Chile se hospeda en esta triste realidad, más aún, no olvidemos que solo resultan ser un 18% según la Encuesta Bicentenario 2023 de la UC.
Igualmente surgen muchas preguntas después de ver como los cristianos evangélicos ensamblan y justifican sus ideales políticos con movimientos o sectores afines de nuestro país, transitando por dos bloques: izquierda o derecha.
Por consecuencia, surgen algunas interrogantes tales como: ¿Es el trabajo de la iglesia protestante de Chile llegar al poder y “gobernar” con la Biblia? ¿Realmente los sectores evangélicos de izquierda habrán leído a Marx y el manifiesto comunista como para justificar la idea de revolución, justicia y emancipación, o bien, existen evangélicos zombis que posan de intelectuales dando “cátedras” a sus comunidades eclesiásticas sin el más mínimo pudor valórico?
¿Cómo la “agenda valórica” izada por la derecha del país ha logrado conquistar los corazones de esos feligreses sedientos de que Chile vuelva a ser un Estado confesante al más puro estilo del siglo XIX nacional, olvidando que vivimos en un Estado laico? ¿Existe la posibilidad de que el mundo evangélico sea educado integralmente antes de querer aliarse en política, más aún, que entienda que por definición el ejercicio político busca persuadir, convencer y avanzar en poder, independiente del sector político que se postule?
Tal vez releer las bases bíblicas-teológicas del credo evangélico protestante de Chile permita comprender su misión y visión, una que -por ahora- solamente refleja espasmos de oportunismo, ignorancia y falta de unión entre sus filas, tópico que, entre paréntesis, hasta ahora izquierdas y derechas han pesquisado muy bien en suelos nacionales, donde Iglesias evangélicas y su lobby político necesitan escuchar al pan, pan y al vino, vino.
Crédito de la fotografía: Agencia Uno