Torrealba (FRVS) y primer fracaso constituyente: “Hubo manga ancha para un sector muy progresista”
Desde su tribuna como presidenta de la Federación Regionalista Verde Social (FRVS), Flavia Torrealba no olvida el primer fracaso constituyente que terminó con el apabullante triunfo del Rechazo el 4 de septiembre del año 2022, un tema que aborda en extenso con El Desconcierto en medio de un descarnado análisis.
“Nosotros hicimos, durante todo el proceso, observaciones bastante claras en relación a cómo se estaba llevando", enfatiza al tiempo que aclara que su partido se negó a firmar el denominado "pacto de noviembre", que habilitó el proceso constituyente.
Lo anterior, releva, no sólo “producto de temas de ingeniería electoral donde se permitió que se agruparan los independientes, sino que además por efecto de lo que había venido pasando con el voto voluntario”, que hizo que “los partidos comenzaran a hablar a públicos específicos en torno a temas específicos, y se perdiera la idea de que los partidos son proyectos más globales con una visión de país”.
“Aparece esta dicotomía entre élites políticas y pueblo, no operaron las lógicas políticas y se fueron fraccionando las visiones”, complementa.
Además, asevera, “entraron a operar ciertas prácticas de negociación que dejaban de lado una visión global”.
FA y la UDI provocan daño innegable al proceso
Hay otros factores, dice. Se apeló a “mucha reivindicación particular, eso dejaba en segundo plano la función de una Constitución, que es proyectar a un país, dar las normas para el presente y el futuro, que aparece muy desafiante con asuntos que la institucionalidad no ha podido resolver” con la Carta magna vigente, cuyo cambio fracasó en dos oportunidades.
“El error que comete el FA y la UDI por responder a una presión social y dejar de lado la ley electoral, provoca un daño innegable al proceso constituyente, nunca se recuerda lo suficiente que se permitió la agrupación de independientes, que no es malo, siempre y cuando estén articulados los proyectos", porque "los independientes no son nunca independientes puros, deben estar asociados a un proyecto general”, recalca Torrealba.
Siguiendo con su descarnado análisis, comenta que en la génesis del proceso constituyente inicial "había una sensación en el pueblo de Chile de una suerte de clase política que estaba en la élite defendiendo sus intereses, y un pueblo que no" era "defendido por nadie”.
Y fue "esa realidad de desconfianza, de falta de reglas entre estos dos grupos", la que tuvo "un efecto nefasto y no se escuchó lo suficiente esto que era evidente”, dice luego aludiendo a la ley que permitió a los independientes para que se agruparan agruparse en listas, "eso lo habilitó la UDI y el FA, hubo una ola por defender las peculiaridades de los independientes”, que en la realidad no lo son 100%.
Escenario que “hacía imposible una construcción colectiva”, dada la preponderancia de proyectos particulares.
“En política la suma de las partes nunca da un todo, la política tiene lógicas muy peculiares, nunca se puede legislar por el clima de la opinión pública, sino por reglas que son historia de la República", dice categóricamente.
"Perdimos una oportunidad tremenda"
En consecuencia, se cimentó un fracaso que aún resuena en algunos sectores de nuestra sociedad. “Perdimos una oportunidad tremenda por no respetar las propias reglas de las leyes electorales, no se hace foco en esa responsabilidad, se perdió una oportunidad para haber llegado a una ley madre para resolver los problemas que tenemos en Chile y que están a flor de piel”, releva.
“Con este proyecto fallido, no sólo se acrecienta la desconfianza en la política, sino que las demandas que originó el movimiento social, siguen exactamente igual”, dice sobre la opción perdida de al menos “haber abierto la puerta a un sistema de pensiones, un sistema más justo de acceso a derechos básicos, eso no pasó porque se amañó el proceso, hubo gente que se convenció de cuestiones que estaban en la opinión pública olvidó cosas centrales y principios del sistema democrático”.
La UDI y el FA, “en conjunto habilitaron la posibilidad de que los independientes que estaban muy fraccionados, muy identificados con demandas específicas, pudieran agruparse y autonomizarse en las visiones generales de país”, asegura luego.
“No hay un partido en Chile de cuestiones específicas, no hay un partido por el aborto, no hay un partido por causas específicas, son partidos que tienen visiones y propuestas generales, visiones de mundo, pero se legisló al calor de la opinión pública”, enfatiza.
Voto voluntario, otro detonante del fracaso
Paralelamente, asegura que otro de los factores de este fracaso fue “el efecto que” tuvo en Chile “la separación entre “la clase política y la ciudadanía producto del voto voluntario, que provocó un efecto nefasto en el sistema de representación política”.
“El voto obligatorio, conquista de la centroizquierda, había mantenido a los partidos vinculados al país de manera muy clara”, pero ante la no obligatoriedad del sufragio, hizo que estos “empezaran a hablarle a segmentos de la población, a militantes y a sensibilidades más intensas y se deja de lado esta moderación que aparece después expresada en los plebiscitos del proceso constituyente”, agrega.
Y, en consecuencia, recalca, "el sistema político no tomó conciencia del daño provocado a propósito de esta institución nueva que era el voto voluntario y que había divorciado a los partidos y sus representantes de los representados”.
Además, plantea, "hubo una obcecación de un grupo y, por otro lado, los políticos más tradicionales que habían estado impugnados por este proceso emergente, no fueron capaces de defender cosas centrales del sistema”.
“Hubo un sector político tímido en la defensa de las visiones de algunas posturas y visiones de mundo, y hubo manga ancha para un sector muy progresista que venía impugnando al poder que había gobernado en los últimos 30 años”, cuestiona Torrealba.
El Chile profundo, vulnerado por la energía progresista
“Aparecía como que no había oportunidad para este diálogo, sino que estaban como dadas las condiciones para que este progresismo moderno resolviera los temas de Chile, cuando lo que había era un olvido del Chile profundo, este Chile todavía moderado que tiene valores que tradicionalmente ha defendido", dice a renglón seguido.
Y, "ese espíritu", recalca, fue "violentado por una energía progresista muy intensa”.
“Esa visión paternalista que olvida este Chile profundo, está secundada por el surgimiento de problemas nuevos, tenemos que enfrentar problemas ecosistémicos nuevos, sensibilidades animalistas, un movimiento feminista que retoma cuestiones que en los 80' habían quedado en un lugar secundario", complementa.
Habíamos "dejado un poco el tema de los derechos sexuales y reproductivos, la parte simbólica de las luchas, y esto retoma muy fuertemente con las nuevas generaciones", dice.
Entonces, asevera, "hubo además de esa actitud de mucho avasallar lo que ya existía, el surgimiento de cuestiones nuevas”.
En este contexto, ejemplifica con "el agotamiento de un modelo político administrativo que no da el ancho, la concentración del poder, las necesidades de los territorios, la poca pertinencia de las políticas públicas porque hay un centralismo que el país ya no soporta”.
“Se genera una tormenta perfecta entre temas nuevos que el sistema político tradicional no logró entender y con los que no se logró entender, no lograron converger en una visión común todas estas voces que estaban en ese espacio de deliberación, hubo un efecto nocivo porque insisto, en política la suma de las partes no da un todo”, concluye.
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