La muerte de Claudia Uribe, una historia de negligencia
Te levantas a tomar desayuno junto a tu familia para ir rápidamente al trabajo, como cualquier otro día. Tu papá, como siempre, te acompaña al colectivo, porque tienes que salir muy temprano para no llegar tarde.
Parece una jornada tranquila y no puedes esperar para ver las caritas de los niños que aguardan en el jardín infantil, pero no sabes que será la última vez. La última ducha, el último té, el último beso, la última carrera hasta Cerro Las Cañas, porque esta tarde no volverás a casa.
Y en casa ya no habrá más música, ya no estará tu alegría, tus cariños a mamá y papá, tu complicidad con tu hermana, los mimos a tu perro. Todos tus sueños seguirán durmiendo en la casita que te estabas armando con tanto esfuerzo, pero quedaron ahí, en un concepto de algo que tenía que ser, pero que no te permitieron seguir construyendo. Porque un 22 de agosto de 2022, el montacargas que no recibía mantención desde hace siete años terminó por ceder sobre ti y arrancarte todo, a ti y a tu familia.
Así fue el último día de Claudia Uribe, manipuladora de alimentos de solo 32 años que perdió la vida en su lugar de trabajo, el Jardín Guacolda de Valparaíso. Lo más dramático de su repentino fallecimiento es que todo se pudo haber evitado si tanto la Fundación Integra como la empresa Aliservice hubieran hecho su trabajo con el mismo compromiso que ella lo hacía, incluso, llevando herramientas de cocina y alimentos de su propia casa para darles de comer a los pequeños que almorzaban en el Jardín ubicado en calle Lenox.
En su hogar el dolor es grande, pero Claudia figura en todos los lugares. En la mesa de centro tienen un pequeño memorial con fotografías suyas, pero en cada rincón se puede percibir que habita su ausencia, y la falta de su risa en este plano terrenal se acusa en el rostro de su familia, que hoy pide justicia por la negligencia que a sus empleadores les costó el cierre del establecimiento, pero que a ellos les desarmó sus vidas por completo, porque definitivamente no es fácil enterarse por teléfono que tu hija joven y sana, con planes a futuro, simplemente no volverá más.
El Jardín Guacolda contaba con una estructura de dos pisos, donde las manipuladoras de alimentos que preparaban la comida de los pequeños se veían obligadas a usar un montacargas para entregar los platos listos para servir a las educadoras.
Pero el aparato llevaba tiempo amenazando con la tragedia, pues además de no recibir mantención, el fuerte sonido que hacía vibrar el Jardín, cuando era empleado por las trabajadoras, anunciaba peligro, pero también era la señal para los niños de que ya se acercaba la hora del almuerzo.
“Cuando usaban el montacargas los niños iban a lavarse las manos. Se escuchaba en todo el Jardín, por lo que nos contaba Claudia”, explicó su hermana Jazmín. Pero era una situación que ella había advertido a la directora del establecimiento a cargo de Fundación Integra, pero nadie atendió su preocupación y simplemente la dejaron ponerse en peligro una y otra vez, hasta que la avería le quitó la vida.
“Era muy apegada a nosotros. Fue un golpe tremendo, muy duro. Sus proyectos eran su vida. Quería tener hijos, quedarse aquí con nosotros. Ella soñaba con viajar, con comprar una camioneta, con irnos al sur, teníamos planes de ir juntos en verano, pero todo se fue, todos los proyectos que teníamos con ella se desvanecieron. Ella era muy joven, tenía una vida por delante”, señaló Claudio Uribe, su padre.
Y nadie podrá borrar el recuerdo de la verdadera escena del crimen con la que se encontraron los familiares de Claudia al llegar a las dependencias del Jardín Guacolda. “A mí me llamaron a las 14:00 desde el teléfono de Claudia. ‘Deje el trabajo botado no más y venga’, me dijeron”, explicó el padre de la joven, cuando su fallecimiento se produjo cerca de las 11:00 de la mañana.
Una vez en el establecimiento, tanto los funcionarios de Integra como el personal directivo del Jardín no quisieron verlos a los ojos: “Nadie se nos acercó a decirnos nada cuando llegamos” y les tocó esperar aislados en una oficina mientras los ahogaba la angustia de no entender cómo es que tuvo que irse de esta manera.
Sin embargo, las irregularidades no se quedan ahí. La familia denuncia también que desde la Fundación Integra y Aliservice adulteraron los libros de asistencia y la firma de Claudia en diferentes documentos, en el intertanto en que se dio aviso del fallecimiento de la joven que yacía en la cocina del Jardín, y ellos llegaban a buscar el cuerpo de su hija y hermana.
Al mismo tiempo, se generó un relato en la comunidad educativa en torno a la muerte de Claudia, donde a través de rumores, buscaban responsabilizarla a ella del accidente: “Llegaron a decir que mi hija llegaba borracha, que se drogaba. Inventaron cosas para tapar sus errores”.
Y mientras se difundía esta narrativa entre directivos y colegas, ellos no recibían respuestas de nadie. “Nosotros fuimos hasta la empresa a manifestarnos, pero no salieron para nada. Nadie quería hablar con nosotros. Son personas frías, mi hija fue para ellos menos que un animal, no les importó lo que le pasó”, explicó su madre, Teresa Becerra, quien es también manipuladora de alimentos y trabaja hasta el día de hoy en otro establecimiento.
Con conocimiento de causa, señala el poder que tienen los sindicatos y el estrecho vínculo al que han llegado algunos representantes con sus jefes, lo que los ha llevado a desligarse de causas como esta, donde una joven mujer trabajadora pierde la vida por la inoperancia de sus empleadores. “No nos han acompañado a ninguna marcha, no han dicho nada sobre su muerte, nada se paralizó. El sindicato es como una mafia, se quedan con mucho dinero”, añadió.
Actualmente el caso se encuentra judicializado, con una demanda de indemnización de perjuicios en contra de la Sociedad de Administración de Casinos Aliservice, la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb) y la Fundación Integra. Sobre este proceso, Teresa fue enfática en señalar que “nosotros buscamos justicia, nada más, que haya culpables. Que respondan todos los servicios por la negligencia que cobró la vida de mi hija”.
Crédito de la fotografía: Agencia Uno