Jane Goodall llama a Chile y al mundo a aliviar la pobreza para reducir la degradación ambiental
Ante un auditorio lleno de estudiantes y académicos, en el salón de honor de la Universidad de Chile, la doctora Jane Goodall se para frente al micrófono y empieza a emitir aullidos, como si fuese un mono en Tanzanía. “Ese es mi nombre entre los chimpancés”, explica enseguida. El público, sorprendido, se ríe y la aplaude.
En su charla magistral, donde da a conocer sus “razones para la esperanza”, la famosa zoóloga muestra su estilo didáctico. Saca un peluche en forma de rata para explicar cómo las ratas pueden detectar animales que están siendo traficados en aeropuertos. Muestra el peluche de un chancho, para contar la historia del chancho Pigcasso, que aprendió a pintar cuadros y los firma con un besito rojo de su nariz. Revela que ella tiene uno de esos cuadros en su casa.
Amar a los animales
Su discurso, basado en conceptos que parecen tan poco científicos como la esperanza y la ternura, llama a tener empatía y amor por los animales. Es el mensaje que compartió tanto con niños y niñas de escuela, como con universitarios, activistas y también empresarios del país, en distintas reuniones dentro de su tercera visita a Chile.
Es esa empatía por los animales la que la hizo destacar en el rubro de la ciencia y la zoología. Cuenta que cuando fue a estudiar a Cambridge, para poder dar una base científica a la investigación que ya estaba haciendo en África con los chimpancés, sus colegas la criticaban por sentir una conexión emocional con su sujeto de estudio.
Revela también que su mentor, el etólogo Robert Hinde, la eligió a ella, una joven aún sin estudios universitarios, porque no quería a alguien sesgada por la mirada reduccionista que tenía la ciencia de los animales en ese entonces.
Activismo contra degradación ambiental
El amor de Jane por los animales la llama a la acción. Y esta acción no es en forma de protesta y denuncia sino de diálogo y enseñanzas. Tras ser la primera en investigar el comportamiento de los chimpancés en África, dejó el continente para poder mostrarle lo que había aprendido a científicos que usaban a esta especie para experimentos científicos.
“Yo no los apuntaba con el dedo y los criticaba. Solo les mostraba lo que yo estaba observando en el hábitat de estos animales, y podía ver en sus ojos cómo cambiaba su percepción sobre lo que estaban haciendo en sus laboratorios”, recuerda. De a poco, fue logrando que distintos países impusieran normas contra el uso de chimpancés en laboratorios.
Con esa misma forma de activismo se acercó a las comunidades de Tanzanía que talaban el bosque ilegalmente, pero no para denunciar su actividad sino para trabajar con ellas, buscando formas alternativas de subsistencia que no dependieran de devastar la naturaleza.
Así creó un programa que ahora está disponible en 6 países de África, donde trabajaron con las comunidades que viven cerca de los bosques lluviosos para idear formas de producir alimento sin químicos y sin tener que despejar tanta tierra, mejorar el acceso a la salud y la educación, y crear proyectos pequeños que generen ingresos a partir de la conservación del bosque, además de enseñarles a usar tecnología satelital para monitorear la deforestación.
“Las comunidades que participaron del programa entienden que conservar el bosque es para su vida, futuro y salud, porque les da lluvia y sombra, porque mitiga el cambio climático. Y se convierten en nuestros aliados en conservación. Algo de lo que no hablaban los conservacionistas es la importancia de aliviar la pobreza, porque cuando eres realmente pobre haces lo que debas hacer para subsistir, y frecuentemente eso es destruir el medio ambiente”, resume.
Formando a jóvenes de Chile
Jane ha aprovechado su fama para extender su activismo a lo largo del mundo a través del Jane Goodall Institute, que en Latinoamérica solo tiene oficinas en dos países: Argentina y Chile.
En Chile, el instituto se ha dedicado a promover el Día de la Fauna Chilena, que se celebra cada año con actividades educativas sobre la fauna nativa y una votación para elegir al animal chileno del año.
Además, se instaló en el país el programa Roots and Shoots, que forma a niñas, niños y jóvenes en activismo ambiental. El objetivo de esta tercera visita de Goodall a Chile fue conocer los avances de estos programas en el país, que no visitaba desde el 2015. En el Museo Interactivo Mirador, conoció las experiencias de 9 escuelas donde se aplica el programa de activismo.
El activismo de los jóvenes una de las principales razones que le dan esperanza a Goodall ante la devastadora crisis ambiental que enfrenta el mundo. Otra, es la resiliencia de la naturaleza y el profundo instinto de supervivencia de todos los animales. La tercera, es el poderoso potencial del cerebro humano, que nos distingue de los animales y que ha creado cosas oscuras como bombas atómicas, pero también ha creado viajes al espacio y tecnología increíble.
“Nuestro cerebro es poderoso y si lo usamos en positivo hay muchas personas encontrando formas de reducir nuestra huella en el medio ambiente, y cuestionarse lo que está consumiendo. Todas las personas que se han formado en el programa Roots and Shoots tienen esta filosofía, y muchos ya crecieron y ahora tienen puestos con poder de decisión en el mundo. Esa es mi mayor esperanza”, concluye.
Foto: Universidad de Chile.