Un hombre que estudió teatro y el mayor de seis hermanos, trabajaba en el Comité Metal Liviano de Corfo en 1973, enfocado en la educación de trabajadores del sector público y en fortalecer el área social.

Su vida cambió drásticamente el 13 de septiembre de ese año, cuando, durante el toque de queda impuesto tras el golpe de estado, fue detenido mientras dormía.

Esa noche, el recinto fue bombardeado y militares entraron violentamente, llevándolo junto a otros al patio donde permaneció hasta la tarde.

Los detenidos fueron trasladados en buses al Estadio Nataniel y luego al Estadio Chile, ambos llenos, terminando finalmente en el Estadio Nacional.

Allí, el hombre estuvo retenido por un mes en condiciones deplorables, enfrentando insultos, amenazas y un ambiente de angustia y desesperación que escalaba constantemente.

Durante su detención, estuvo incomunicado, sin que su familia supiera de su paradero, viviendo bajo el temor constante de desaparecer después de los interrogatorios.

Según se puede consignar en el fallo judicial, una noche, presenció la llegada del temido "enmascarado", quien seleccionaba a prisioneros que no regresaban.

Tras ser liberado el 13 de octubre de 1973, el hombre corrió a casa al filo del toque de queda, encontrando su vida destrozada.

Había sido despedido de su trabajo, y sin medios económicos, terminó vendiendo lo que podía en la calle. El trauma de su experiencia lo dejó con depresión y un estrés postraumático severo, enfrentando crisis de pánico y traspasando involuntariamente sus problemas emocionales a su hijo, lo que aumentaba su sentimiento de culpa y rabia.

En cuanto a la justicia, el reciente fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago ha reconocido el sufrimiento del hombre, aunque no en la totalidad de su demanda.

La corte confirmó una indemnización de $8.000.000 por daños morales, basada en pruebas que incluían su estado mental post-traumático.