Maduro no es Lenin ni Lennon
Nicolás Maduro

Maduro no es Lenin ni Lennon

Por: Daniel Recasens Figueroa | 05.08.2024
No es necesario compartir las ideologías y formas de una oposición venezolana desunida e ineficiente, que en algunos casos tienen claros vínculos con la ultraderecha, para denunciar al régimen de Maduro.

A la muerte de Lenin, en la fenecida U.R.R.S., un violento y sanguinario Stalin tomó el poder y gobernó con mano de acero por casi 30 años su país. En Venezuela a un enfermo Chávez lo sucedió Nicolás Maduro en 2012, quien gobierna, pero con mano de tunante, el caribeño país.

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Hasta ahí pueden llegan las comparaciones, ya que si bien Stalin fue un dictador (uno de lo más criminales), al menos fue un estadista y, Maduro en cambio, hace piruetas de payaso para mantenerse en el poder.

La revolución bolivariana de Chávez que pretendía transformarse en la renovación de la izquierda del SXXI, a poco andar terminó en un régimen ineficiente, poco pluralista y corrupto dando rienda suelta a las semillas militaristas internas que terminaron capturando el proceso “revolucionario”.

Si bien Chávez era un inteligente y locuaz líder que gobernó con al menos brisas o aires democráticos, Maduro, por su lado, tiene un tufillo autoritario de dictador bananero, al que de izquierda no le queda ni el discurso.

La “revolución bolivariana” se ha transformado en el argumento perfecto de las derechas cavernarias y las no tanto, para asustar y “venezualizar” (recuerden la “Chilezuela”) cualquier campaña de la izquierda, para asustar electores con la “ineficiencia zurda”.

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Maduro es un pastiche, una mezcla burda y poco elaborada de unas cuantas ideas y consignas rancias, para aferrarse a un poder ignominioso que alimenta a unos pocos sátrapas que hace tiempo -por su actuar y discursos- avergonzarían hasta el propio Chávez.

Es extraño que, ante tanta evidencia palpable y oíble, aún existan sectores progresistas -innegablemente democráticos- que defiendan ese régimen o duden de su carácter violento, corrupto y sanguinario.

No les basta el evidente fraude electoral -efectuado en las narices de todos-, para convencerse de su carácter patibulario. No es necesario compartir las ideologías y formas de una oposición venezolana desunida e ineficiente, que en algunos casos tienen claros vínculos con la ultraderecha, para denunciar al régimen de Maduro.

Ser demócrata, progresista y de izquierdas, significa siempre poner la voluntad del pueblo por delante y no caer ante cantos de sirenas y eslóganes vacíos. El costo de ello puede ser muy grande para cualquier proyecto de desarrollo con dignidad.

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Maduro no contribuye a luchar por un mundo mejor posible, su régimen no le da una oportunidad a la paz de Lennon y -más temprano que tarde- pasará al olvido en las cloacas de la historia.

Crédito de la foto: PRENSA MIRAFLORES /  Wikimedia Commons