Raimundo Tupper más allá del fútbol: Silvio, salud mental y en contra de la dictadura
"Fueron siete horas muy difíciles, porque nunca en mi vida me había tocado hablar con alguien que realmente se sentía mal consigo mismo".
El que habla es Sergio Vásquez, ex jugador de Universidad Católica que la madrugada del 20 de julio de 1995 tuvo una íntima y extensa conversación con Raimundo Tupper, sólo horas antes de que el jugador de 26 años saltara al vacío desde la azotea del Hotel Centro Colón en la ciudad de San José de Costa Rica.
La muerte del Mumo, además de ser un duro golpe para su familia y para los hinchas de la UC, puso en el tapete los problemas de salud mental, aspecto humano que hace 30 años no se hablaba de manera abierta, ya sea por tabú, estigmatización o por simple desconocimiento.
De García Márquez a Silvio Rodríguez
Raimundo Tupper Lyon nació el 7 de enero de 1969 en Santiago de Chile y siempre se destacó por su humanidad, integridad, además de irradiar sencillez, lealtad y generosidad.
Dentro de la cancha, destacaba por su juego limpio -nunca fue expulsado- donde explotó en el campeonato de 1994, sobresaliendo como lateral, en un cuadro que brilló por tener la delantera más goleadora con figuras internacionales como Néstor “Pipo” Gorosito y Alberto “Beto” Acosta.
Pese a su destacado desempeño en Los Cruzados e integrar la Selección chilena, Tupper no se desvivía por el fútbol ni menos se veía ligado a ese mundo luego de dejar la actividad.
Los intereses de Tupper estaban más allá del fútbol, donde la lectura siempre formó una parte central de su vida.
Según cuenta Alberto Fouillioux en el libro “Mumo por siempre” de los periodistas Luis Avendaño y Hugo Pinto, para Tupper el fútbol era un juego, pero no una pasión. “Le gustaba la música, ver las estrellas. Para él no era fundamental ser jugador profesional, desde pequeño tenía otras inquietudes”, señalaba el primer director técnico que lo tuvo en Católica.
Uno de sus autores favoritos era el colombiano Gabriel García Márquez y cada vez que tenía un tiempo a solas tomaba un libro y se sumergía en ese mundo.
“Recuerdo haberlo visto leyendo poesía de Rimbaud. No conozco mucha gente que lo haya hecho, pero a Raimundo le gustaba”, señaló en su momento su excompañero Andrés Olivares.
Tupper siempre le interesó saber lo que ocurría en su alrededor, conocer la cultura del lugar que visitaba. En una oportunidad que la UC jugó en Quito, Tupper y Rodrigo Gómez salieron de la concentración sin permiso para ir al museo de Guayasamín.
"Si leí más de 100 libros fue por motivación de él", recordó en Réquiem de Chile su excompañero de la UC, Mario Lepe.
En la música su cantautor favorito era sin duda Silvio Rodríguez, al punto en que, en sus últimas vacaciones, viajó a La Habana junto a sus amigos Nelson Parraguez, Rodrigo Gómez, Javier Marambio y Felipe Achondo. Con este último pasaron todo un día intentando ubicar la casa del trovador, lo que finalmente no consiguieron.
Sin embargo, el 5 de septiembre de 1995, un poco más de un mes después de su muerte, Silvio Rodríguez realizó un concierto en Chile. Justo antes de interpretar “Te doy una canción”, el artista cubano se quedó en silencio por un par de segundos y dijo: “para Raimundo Tupper”. Nunca nadie supo cómo se enteró de la muerte de Tupper ni del gusto por su música.
Un joven con postura política
Que sus inquietudes estuvieran más allá de la cancha, hizo que Tupper estuviera al tanto de lo que ocurría en el acontecer nacional y en el ámbito político.
Si bien, se identificaba como una persona de centro, eso no lo salvó de ser una “oveja negra” dentro de su familia más identificada con la derecha.
“Ese interés que tiene incluso lo hace tomar posiciones diferentes a algunos integrantes de su familia”, dice el periodista Luis Avendaño.
En 1988 Chile decidía si continuar por 10 años con la dictadura de Augusto Pinochet o recuperar la democracia. Tupper no era de muchas palabras, pero cuando algo no le parecía no tenía problemas en decirlo.
A pocos días del referéndum, el directorio de Universidad Católica reunió a los jugadores en la oficina principal para presionarlos a que votaran por el Sí. Nadie dijo nada y parecía que la orden se iba a acatar sin cuestionamientos. Sin embargo, Tupper, de sólo 19 años, alzó la voz: “No, yo no voy a votar por él porque soy del otro bando", dijo ante la mirada atónita de los demás jugadores.
"Todos pusimos una cara y fue como ‘uff, qué valiente decirlo así cuando ninguno de nosotros, que éramos los más experimentados nos atrevimos”, recordó hace un tiempo Marco Cornez a Frecuencia Cruzada.
Más que estar a favor del No o de identificarse con un sector contrario a la derecha que apoyaba a Pinochet, para Luis Avendaño la postura de Tupper en ese momento era más bien por el tema de las violaciones a los derechos humanos.
“Una persona como él, interesada, informada, era capaz de tomar una postura y además era capaz de decirlo públicamente. Esa postura yo creo que era más cercana al centro político por lo que conversé en ese momento con su familia”, dice Avendaño.
“Eso te hace sacar la conclusión del interés que puede tener alguien, porque es muy común que uno toma la posición que tiene el papá y a veces, no sé, quizá uno no toma una propia postura, pero hay un episodio donde dice uno de sus hermanos que al papá de Raimundo lo habían echado del Banco Central durante el gobierno de la Unidad Popular y pese a eso él después se diferencia de la postura de los papás. Eso habla de alguien que sí está muy informado, muy interesado, con las antenas paradas para formarse su propia postura al respecto”, complementa el autor de “Mumo por siempre”.
El desconocimiento en salud mental
"Él decía 'lo tengo todo, pero no tengo nada'. No lo podíamos entender. Qué le pasa a este pibe. Lo tiene todo: juega bien al fútbol, jugador de selección, está en uno de los mejores equipos de Chile, tiene pinta, lo siguen las mujeres y decía que no tenía nada", dice en Réquiem de Chile el exfutbolista Alberto “Beto” Acosta.
Las palabras del ídolo argentino reflejan el desconocimiento que hace 30 años existía respecto a los problemas de salud mental, donde muchas veces se subestimaba el calvario que padecen las personas con depresión o algún trastorno, los cuales van mucho más allá de “estar bajoneado”.
Poco tiempo antes de su suicidio en Costa Rica, Tupper habló con algunas personas de su círculo más cercano sobre lo que le pasaba en su interior. Eso derivó en que comenzara un tratamiento psiquiátrico para abordar la depresión endógena que padecía.
“Yo pensé que estaba bien, pero al parecer estoy más o menos, nomás”, le dijo a Enrique Aguayo, psicólogo que trabajaba con las divisiones inferiores de la UC.
“Estuvimos todo un día conversando. Traté de acércame bastante, para entender qué era en realidad lo que le aquejaba, pero no lo entendí”, dice su hermano Juan Andrés en el libro “Mumo por siempre”.
Su estado comenzó a pasarle la cuenta en lo físico. En dos semanas perdió siete kilos.. El por entonces entrenador del club, Manuel Pellegrini, decidió separarlo del equipo hasta que se recuperara.
Como el mismo jugador había pedido que su enfermedad no trascendiera a los medios de comunicación, se informó que tenía un problema intestinal. Ni sus compañeros de la UC estaban enterados.
Para la gira en Costa Rica Tupper logró recuperar su peso, por lo que fue incluido en el equipo. Pese a que se mostraba contento y quería viajar, su padre no estaba de acuerdo, ya que no lo veía completamente recuperado.
"Raimundo, retírate del fútbol. No vayas a Costa Rica. Entra a la universidad y olvídate del fútbol. A ti te tira más el estudio", le dijo su padre antes del viaje.
"Había un desconocimiento absoluto de cómo reaccionar, qué hacer, más con una persona como el Mumo, que era conocida, que practicaba un deporte que le impedía medicarse. Se confabularon un montón de cosas para no haber tomado las mejores decisiones respecto a qué hacer con Raimundo", complementa su hermano Andrés.
Los amigos sí estaban preocupados, estaban angustiados, pero en ese momento no contaban con las herramientas para poder comprender lo que le pasaba al jugador y la mejor manera de ayudarlo.
Sergio Vásquez fue el último con quien conversó Tupper antes de quitarse la vida. Estuvieron hablando por horas en la habitación 621 del Hotel Centro Colón de San José en Costa Rica.
Si bien, asegura que lo conversado se lo llevará a la tumba, el exjugador de Católica recuerda que fue una conversación muy profunda. “Cosas que él pensaba de su personalidad, cosas que tenía muy metidas adentro. Fue una charla como de hermano mayor a hermano menor”, recuerda en el libro “Mumo por siempre”.
Luego de la conversación, Tupper bajó a tomar desayuno para luego subir hasta el noveno piso del hotel. Desde ahí accedió a la terraza. Eran casi las 9:30 horas y hace poco le había dicho a Vásquez en su habitación que “mañana se van a enterar de una noticia”.
Dejó al lado algunas de sus pertenencias como el pasaporte, su billetera y su carnet de donante de órganos. Se subió descalzo a una baranda y se lanzó al vacío.
"Lo entendía perfectamente. Todo lo que te puede llegar a decir la gente, inclusive hasta en algunos momentos te perjudica más de lo que te beneficia. Qué te digan que uno lo tiene todo para ser feliz y que ponga un poquito de uno, al contrario, te echa más culpa todavía. Uno hace todo lo posible para estar bien y no depende de uno. No es una tristeza, no es una pena, que uno está bajoneado. No pasa por un tema de querer. Uno quiere, pero en esos momentos no se puede", dijo años después su compañero Marcelo Barticciotto, quien a los 21 años fue diagnosticado con depresión.
Luego que el equipo volvió a Chile junto al cuerpo de Tupper, en el estadio de San Carlos de Apoquindo se realizó un multitudinario funeral donde el ídolo recibió el último adiós.
La prensa recogió estas palabras de una hincha que asistió: "Algo debió haber sido que tenía adentro que no lo pudo soportar".