El nuevo momento del Frente Amplio
En la constitución del nuevo partido Frente Amplio (FA) es importante situar debates estratégicos que permitan mirar los nuevos fenómenos que se dan en el escenario. A continuación planteo algunos elementos que no agotan el debate, pero que son urgencias a enfrentar.
Chile y el mundo ¿a la derecha?
Ha sido parte del relato de los últimos meses leer y escuchar que el mundo gira con fuerza a la derecha. El punto toma fuerza cuando se observan las victorias electorales de figuras como Milei, Meloni en Italia o Le Pen. Este escenario no es univoco. Hay varios otros países donde fuerzas progresistas logran imponerse y construir relatos divergentes.
El escenario es de incertidumbre. Esta se basa en un agotamiento del modelo neoliberal a escala global como proceso de acumulación. Es una larga crisis que ya dio muestras claras desde el 2008 con la crisis subprime, pero que se ha extendido por momentos de guerras, crisis sociales en diversas partes del globo, hasta una pandemia.
En estos diversos episodios ha sido cada vez más claro como el modelo es incapaz de ofrecer respuestas coherentes acorde a sus propios presupuestos. El mundo privado ha necesitado constantemente al Estado ya no como una muletilla, sino como un respirador artificial. Rescates a bancos, industria bélica, represión autoritaria, sanidad pública, etc. Para millones de personas el orden global lleva años en un descrédito total.
No es extraño que la desconfianza haya crecido y haya generado espacio para nuevas fuerzas políticas, pero también para fenómenos como el crecimiento a escala popular de teorías conspirativas o la emergencia de figuras populistas antes marginales en el tablero político. Es en ese escenario donde la ultra derecha encuentra su combustible para avanzar. Su respuesta es lo que Álvaro García Linera ha denominado “neoliberalismos autoritarios” (Alvaro Garcia Linera, “Izquierdas y neofascismo”. Editorial Pehuen, 2023).
La conducción de ese malestar por derecha no es algo determinado de antemano. Los progresismos pueden crecer y acumular fuerzas desde ahí a razón de entender que es clave disputar lo que viene y ofrecer futuro. Ser los defensores de algún status quo hoy, no es algo estratégico y tampoco es nuestra misión.
La batalla ideológica que enfrentamos
A la hora de leer a las nuevas derechas, se ha enfatizado en el uso de un complejo entramado de redes sociales que les ha permitido no depender de los grandes medios de comunicación. Influencers, youtubers, tiktokers y otros instrumentos han permitido construir un discurso populista 2.0, o sea una apelación no mediada entre el discurso y la persona, que ha conectado a diversas emociones.
Pese a lo anterior, existe un razonamiento previo desde el que debemos situarnos. El hecho de que el Frente Amplio haya llegado a tareas de gobierno le impuso de forma inevitable las tareas de Estado, lo que implica inercias y cálculos políticos inevitables.
El riesgo de pasar de un partido de transformación a uno de administración es un peligro que es ideológico, pero que también puede golpear en términos de confianza ciudadana y votos.
El ejemplo de lo que sucedió con experiencias como Syriza en Grecia son paradigmáticos sobre esto. Y es que el principal peligro no está en que herramientas usamos para dar la batalla ideológica, sino en que orientación le damos a la misma ideología.
Si pensamos que ante la ofensiva de la ultraderecha conviene ir más al “centro” y buscar moderación, o si buscamos resituar, defender y pasar a la contraofensiva desde nuestras banderas. Acá hay nudo a resolver.
En las grietas de la transición
Hace unas semanas Daniel Matamala fustigaba al Frente Amplio por ser una “cazuela ideológica difícil de desentrañar”(ver aquí). En la columna mencionada se mezclan muchos elementos, pero creo que es clave decir que, a lo menos, hemos sido temerosos a la hora de defender claramente nuestras ideas.
Existe una enorme elaboración política ideológica que esta en la base de la fundación del Frente Amplio y la constitución de sus diversos partidos. Muchos de estos elementos han sido debates de puertas hacia adentro, lo que ha dificultado la constitución de una referencia clara en términos de las ideas que se enarbolan.
No es casual que se haya instalado con cierta fuerza por parte de algunos intelectuales próximos a socialismo democrático la categoría de “woke” para, en parte, definir a nuestro sector.
Defender nuestras ideas es también defender lo que señalábamos al comienzo. Muchos sectores políticos, de forma interesada, muestran al Frente Amplio como una actoría anómala que es necesario extirpar para que Chile retome su senda. Se oculta en eso la trayectoria histórica que ha llevado a que el Frente Amplio surja desde las grietas de la transición y sus políticas.
Y como esas mismas grietas muestran que no es posible un retorno a una política ideal, sino que lo de se trata es de crear un camino que recoja lo positivo, pero que se haga cargo de las falencias que nos han traído hasta acá.
La unidad por sobre todo lo demás
Siempre se ha dicho que la izquierda tiene la tendencia a fraccionarse por ideas. El ejemplo de la unidad del Frente Amplio muestra justamente lo contrario. Fueron las ideas y la necesidad de enfrentar este nuevo ciclo con un instrumento mayor lo que llevo a todos a ceder en uno u otro aspecto para dar el paso. Sin duda es una lección a tener en cuenta cuando se caricaturiza al Frente Amplio señalando su juventud como inexperiencia.
Ahora el desafío es sostener ese espíritu unitario que sin duda estará puesto en tensión. Las elecciones son momentos vitales y este no será la excepción. Más aún será clave para el FA sostener los diversos intereses y dar cabida a los diversos mundos, concepciones e intereses para generar un equilibrio interno.
Desde ya la tarea es difícil. Más aún con la presión que se enfrenta para una elección como las municipales y Gobiernos Regionales en pocos meses. La consolidación o no del proyecto se juega en buena parte acá. Y es que es cierta la observación de que el surgimiento del FA se basó mucho en una emergencia rápida al parlamento y gobierno, pero sin solidas bases.
Es lo que Juan Pablo Luna caracteriza como partidos “hidropónicos” (Juan Pablo Luna y David Altman “¿Partidos hidropónicos en sistemas de partidos institucionalizados? El caso de Chile”), o sea que le faltan raíces. Donde mayor se expresa eso es en la presencia municipal que es el espacio vital a la hora de construir fuerza con la ciudadanía.
Son muchos los elementos en juego, pero el FA se constituye como un actor central para entender la política chilena actual y probablemente la que le seguirá. En los desafíos que vienen se juega una esperanza para el progresismo chileno y latinoamericano.
Autor de la columna: Sebastián Farfán, Consejero Regional de la Región de Valparaíso por la provincia de Marga Marga
Crédito de la foto: Agencia Uno