Lluvias y Desastres: La naturaleza habla, ¿estamos escuchando?
El reciente temporal de lluvia en la zona central de Chile ha dejado profundas consecuencias, revelando no solo nuestra vulnerabilidad climática, sino también las problemáticas estructurales derivadas de un modelo de desarrollo urbano insostenible. Los socavones y el colapso de edificios construidos sobre dunas en la región de Viña del Mar y otras áreas costeras son ejemplos claros de las consecuencias de estas decisiones urbanísticas.
La construcción sobre dunas, ecosistemas naturales que actúan como barreras protectoras frente a tormentas y marejadas, ha sido sistemáticamente destruida para dar paso a proyectos inmobiliarios lucrativos. Este tipo de desarrollo no solo es insostenible, sino que también amplifica la vulnerabilidad de las áreas urbanas a desastres naturales.
Desde una perspectiva crítica, inspirada en el trabajo de Marisella Svampa, es imperativo cuestionar las raíces de estas catástrofes. Svampa argumenta que nos encontramos en una nueva era geológica dominada por la actividad humana, denominada Antropoceno, la que se caracteriza, entre otros elementos, como una era de profundas injusticias socioambientales.
Este temporal en Chile es un recordatorio brutal de cómo los efectos del cambio climático, exacerbados por un modelo de desarrollo insostenible, golpean con mayor fuerza a las comunidades más vulneradas.
Es muy necesario tener claro que los desastres naturales no son meramente fenómenos meteorológicos, sino que están intrínsecamente ligados a las dinámicas del capitalismo global. Las políticas extractivistas y la urbanización descontrolada han alterado dramáticamente los ecosistemas, incrementando la frecuencia y severidad de estos eventos.
La mercantilización de todas las áreas de la vida es una de las características más perniciosas del capitalismo contemporáneo, y la expansión del mercado inmobiliario en Chile no es una excepción. La valorización del valor, es decir, la tendencia a priorizar el valor de cambio sobre el valor de uso, ha llevado a la explotación irracional del territorio, con poco o ningún respeto por las consecuencias ambientales y sociales.
Los terrenos costeros y las dunas, que deberían ser protegidos por su valor ecológico y su función protectora, han sido transformados en bienes de consumo, explotados hasta el punto de poner en riesgo a las comunidades locales. La construcción de edificios sobre dunas, un acto de especulación inmobiliaria desenfrenada, es un claro ejemplo de cómo la lógica del capital se impone sobre las necesidades humanas y ambientales.
El colapso de infraestructuras durante el temporal es un claro ejemplo de las limitaciones y riesgos de este enfoque. Los socavones, formados por la erosión del suelo y la incapacidad de las infraestructuras para soportar las intensas lluvias, revelan la falta de planificación urbana adecuada y la ausencia de criterios de sostenibilidad en la construcción.
Estos eventos no son simplemente desastres naturales inevitables, sino el resultado de decisiones políticas y económicas que priorizan el beneficio a corto plazo sobre la seguridad y la resiliencia a largo plazo.
Como señalaba previamente, Marisella Svampa ha destacado que vivimos en el Antropoceno, una era en la que la actividad humana ha alterado profundamente los sistemas ecológicos del planeta. En este contexto, la urbanización descontrolada y la destrucción de dunas para la construcción de edificios reflejan la crisis de este nuevo período geológico.
El Antropoceno nos confronta con la necesidad urgente de repensar nuestras relaciones con el entorno, adoptando modelos de desarrollo que respeten los límites ecológicos y aseguren la sostenibilidad a largo plazo.
Para evitar que se repitan estas catástrofes, es esencial implementar políticas de ordenamiento territorial que protejan los ecosistemas críticos como las dunas y que fomenten la construcción de infraestructuras resilientes.
Esto requiere una visión integradora que considere tanto las necesidades sociales como las limitaciones ambientales, promoviendo un desarrollo urbano que sea verdaderamente sostenible. Además, se deben establecer mecanismos de regulación estrictos que eviten la especulación inmobiliaria y que prioricen la seguridad de las comunidades.
El calentamiento global, producto de una idea de desarrollo sin consideración por la naturaleza y la vida humana y no humana, es la raíz de muchas de estas tragedias. La visión extractivista y mercantilista que domina las políticas de desarrollo ha llevado a una explotación desenfrenada de los recursos naturales, sin medir las consecuencias a largo plazo para los ecosistemas y las comunidades.
Esta crisis climática no es solo un problema ambiental, sino una crisis sistémica que refleja profundas inequidades sociales y económicas. El temporal en la zona central de Chile es un trágico recordatorio de los peligros de un desarrollo urbano que ignora las lecciones del cambio climático y las advertencias de las múltiples voces que han dicho algo al respecto. Necesitamos un cambio radical hacia un modelo de desarrollo que respete los ecosistemas naturales y proteja a las comunidades de los riesgos ambientales.