Revelan que las ballenas cantan menos cuando detectan actividad humana
Un nuevo estudio documentó el paisaje sonoro del océano Pacífico en el Chocó colombiano y dio cuenta de una amplia riqueza de sonidos, entre los que sobresalen los cantos de las ballenas jorobadas.
Sin embargo, los científicos también advirtieron que esta diversidad acústica disminuye con la actividad humana. Este hallazgo permite concluir que los hábitos de las especies que viven o recorren esta zona del Pacífico podrían verse alterados si se concreta la construcción del puerto de Tribugá, una propuesta que si bien fue descartada en 2020, podría revivir, aseguran los expertos.
La investigación fue realizada por un grupo de científicas colombianas y estadounidenses que recolectaron sonidos marinos de la zona, entre 2018 y 2019, como los de las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae), peces, camarones, así como de pequeños botes y del ambiente, incluyendo la lluvia o el viento. La investigación fue publicada en la revista científica Los efectos del ruido en la vida acuática, a principios de 2024.
Ballenas y cantos
En comparación con otras regiones del mundo, el mar de Tribugá, en el Pacífico colombiano, es bastante tranquilo y tiene poca contaminación auditiva humana. Eso fue lo que concluyeron las científicas tras analizar las grabaciones realizadas a lo largo de un año. Pero el principal hallazgo fue más interesante: las ballenas cambian su comportamiento según la actividad humana.
La investigadora del Instituto Javeriano del Agua y coautora del estudio, María Paula Rey, explica que las ballenas utilizan su canto para comunicarse, establecer dominancia, aparearse o buscar a otras ballenas.
En otras partes del mundo como México y Hawái, asegura la científica, es normal que las ballenas canten en la media noche, pero en Morro Mico, uno de los dos lugares que analizaron las científicas, los machos están cantando en las mañanas. Una posible explicación para esta diferencia, señalan las investigadoras, es que están “eligiendo cantar cuando no hay tanto ruido de los botes pesqueros”, ya que estos operan principalmente durante la noche.
En Nuquí, el segundo sitio de estudio y un importante foco turístico de avistamiento de ballenas, los mamíferos cantaron más en la noche. Allí, al contrario de Morro Mico, la actividad humana es más alta durante el día.
Para grabar a las ballenas, las científicas usaron grabadoras o micrófonos avanzados que son ubicados en el fondo del mar y que resisten el agua. Se les conoce como hidrófonos y “son micrófonos que se pueden sumergir en el océano y programar para grabar durante ciertos periodos de tiempo de manera continua”, dice Rey.
Se recolectaron un total 445 horas de grabación en 261 días distintos, para un total de 12 655 grabaciones de aproximadamente 10 minutos cada una. Luego, las investigadoras escucharon cada una de esas grabaciones para detectar los cantos de ballenas y los demás sonidos y clasificarlos. Posteriormente, las científicas analizaron estadísticamente la base de datos creada para determinar las tendencias.
Rey añade que la alianza de organizaciones proyecto PHySIC (que en inglés significa Ports, Humpbasck and Sound in Colombia) fue clave para que la investigación fuera posible. También fue fundamental el liderazgo de la Fundación Macuáticos Colombia que lleva más de 11 años de trabajos científicos y de conservación en la zona, por lo que conoce las dinámicas del territorio y ha desarrollado proyectos colectivos con la comunidad chocoana.
La ciencia ya ha detectado antes que el ruido tiene impactos en las ballenas y otras especies ya que les genera aturdimiento, necesidad de alejarse o estrés. “El ruido puede generar estrés y afectar funciones de desarrollo, inmunes o reproductivas”, asegura Rey quien agrega que, además, debido al ruido o presencia de botes, las ballenas jorobadas cambian la velocidad y dirección de nado. De hecho, durante la temporada turística en el Chocó colombiano que inicia en agosto con la llegada de las ballenas jorobadas en esa época del año, los botes deben mantener una distancia necesaria de 100 metros.
Natalia Botero, PhD en Comportamiento Animal de la Universidad del Sur de Misisipi (EE.UU.) y directora de la Fundación Macuáticos Colombia, es experta en detectar los niveles de cortisol, la hormona del estrés, en las ballenas. Botero asegura que es importante proteger la capacidad de canto de las ballenas en el Chocó, ya que es en esta zona que las jorobadas se reproducen y el macho, que es el que canta, debe poder comunicarse para que ello sea posible.
Para la coautora del estudio Kerri Seger, doctora en Oceanografía Biológica de la Universidad de California en San Diego y líder de PHySIC, es preocupante el efecto de ‘enmascaramiento’ que produce la contaminación acústica. Seger se refiere a cuando las ballenas tienen que competir en volumen con el ruido de los botes para que sus crías o sus pares las escuchen.
“Es como si estuvieras en un concierto de rock, ¿cuánto tiempo puedes gritar hasta quedarte sin voz?”, dice Seger y añade que “no sabemos cuánto estrés adicional añade gritar más fuerte, o si cuesta más calorías, o si los animales eventualmente simplemente renunciarán a comunicarse por completo y abandonarán el área”. Otro camino, agrega, sería esperar a que haya silencio, pero ¿qué pasa cuando hay demasiados botes que no se callan?. Según la experta, el estrés puede generar incluso problemas inmunitarios en las ballenas.
En la costa oeste de Estados Unidos, algunas ballenas han optado por sumergirse más para evitar el ruido, cuenta Seger, pero esto ha tenido consecuencias fatales. “Hay anécdotas en el canal de Santa Bárbara de que las ballenas azules se sumergen bajo el agua, pero salen a respirar justo frente a un buque cisterna, son golpeadas y mueren”. Aunque lo normal es que las ballenas detecten a los barcos, asegura, un exceso de embarcaciones puede hacer que los animales se desorienten. Por eso, a las investigadoras les preocupa la posibilidad de que se construya un puerto industrial en el Chocó colombiano.
Sonidos submarinos
Aunque en 2020, la Agencia Nacional de Infraestructura rechazó el avance del proyecto que buscaba construir un puerto industrial en Tribugá, la empresa señaló que estaba decidida a continuar con el proyecto.
Aquí faltaría decir de qué se trata, dónde está, para que se usaría, cuántos barcos recibiría, las razones por las que fue rechazado.
Aunque la mega obra ha sido descartada por ahora, existen razones para pensar que pudiera retomarse. Una de ellas es el avance de la construcción de la vía Las Ánimas – Nuquí, que conectará la zona de Tribugá al resto del país y que podría recibir más inversión nacional, según declaraciones de la gobernadora del Chocó, Nubia Carolina Córdoba Curí.
Según Botero, la vía sería un incentivo para que se retome la obra portuaria que no ha quedado descartada por parte de las autoridades ambientales. “Uno de los grandes peros operativos al proyecto es que no había conexión de esta zona con el resto del país, eso lo proporcionará la vía Las Ánimas – Nuquí, lo que puede hacer que el proyecto del puerto tome fuerza de nuevo”. También dice que la vía generará deforestación al afectar la Serranía del Baudó, un bosque poco impactado y que podría incentivar la llegada de asentamientos humanos y el tráfico de fauna.
El puerto representaría “un cambio muy severo y nocivo para ese entorno sonoro que es el Golfo de Tribugá y el Pacífico colombiano. Sería de pasar de un uso sostenible a uno industrial”, comenta Botero Además, Seger añade que una navegación industrial haría que las ballenas se sumerjan más, lo que impactaría al turismo local de avistamiento.
Sobre si se necesitan o no áreas protegidas restrictivas, como un parque nacional, para proteger a las ballenas de un posible puerto, las científicas consideran que pueden ser de ayuda, pero solo si cuentan con un monitoreo constante del Estado y de la sociedad civil.“Creo que realmente es una cuestión de sociedad y de cuánto valoran las personas las áreas protegidas y cuánto respetarán las leyes y regulaciones implementadas”, dice Seger.
Además, asegura Botero, en la actualidad la zona ya cuenta con la figura de área protegida catalogada como Distrito Integrado de Manejo y Tribugá y además, es zona de amortiguación del Parque Nacional Natural Utría, así como Reserva de la Biósfera de la UNESCO desde 2022.
“Las figuras de protección ya existen, más que crear otra se trata de que la zona se siga conservando. Las áreas protegidas no necesariamente garantizan la conservación porque las instituciones no cuentan con suficientes capacidades de control y monitoreo. También se deben fortalecer las capacidades de manejo que ya han demostrado las comunidades”, dice Botero.
Foto: Natalia Botero / Fundación Macuáticos Colombia.
Esta es una nota original de Mongabay Latam, publicada en alianza con El Desconcierto.